martes, 7 de febrero de 2012

DESLEALTAD PERONISTA




Con "M" de Moyano y de Malvinas

por María Zaldívar

Estuve rastreando las declaraciones de Néstor y Cristina Kirchner sobre Malvinas de los últimos 30 años, en las épocas en que ocuparon cargos públicos: intendente, gobernador, diputados o senadora y hay un vacío similar a sus dichos sobre la guerra antiterrorista. Entre los dichos desaparecidos de la pareja hay que incluir a las Islas. Ni una palabra. Esta es una comprobación empírica de que ambos temas no constituyeron parte de sus desvelos durante unas cuantas décadas de sus respectivas militancias políticas. Ojo, nadie dice que las personas no puedan cambiar. De hecho el súbito delirio por la causa de Hebe de Bonafini que demostró Kirchner después de ser elegido presidente puede equipararse al de Cristina por la soberanía de las Malvinas. Y sus tardíos intereses hasta podrían ser legítimos. Pero que nadie intente negar que, hasta entonces, ninguno de los dos se había desvelado por esas cuestiones.

En los miles de análisis que se leen sobre el devenir político argentino suele olvidarse el componente filosófico que inspira al kirchnerismo: "una sociedad sin antagonismos es imposible" dice Ernesto Laclau, su autor de cabecera. Para él (fundador del post-marxismo) como para ellos, la confrontación es una necesidad; entonces, considerar un problema la cantidad de frentes que el Gobierno abre, es un error. Es más, están más fuertes que nunca.

Existe otra comprobación casi infantil por lo sencilla, y es reconocer que cada uno de los conflictos en curso eran evitables o, lo que es lo mismo decir, pudieron no ocurrir por lo que cabe deducir que fueron provocados.

Tanto la soberanía de las islas Malvinas como el tire y afloje entre gobierno y sindicatos son temas de larguísima data. Transformar ese status en una coyuntura súbitamente confrontativa es una elección política de la actual administración cuyas intenciones trataremos de develar.

El primer caso se inscribe dentro del complejo de inferioridad que carga la presidente sobre sus hombros y que se relaciona con aspectos mitad personales, mitad políticos. El abuso de las marcas como la necesidad de ostentación económica (convertidos los Kirchner en verdaderos coleccionistas de propiedad horizontal), la enojosa costumbre de mostrar el poder (además de ejercerlo), su tic abrumadoramente autorreferencial y las demostraciones de rencor hacia determinados grupos sociales coinciden con el estereotipo de quien está incómodo dentro de la piel que le tocó en el reparto. Porque uno puede cambiar de saco pero no el pellejo.

El rencor por el Reino Unido y su pomposa monarquía imperial como la bronquita por el alucine que provoca Manhattan a todo individuo que tiene la dicha de contemplar el Hudson de cerca son reacciones incontrolables y mucho más fuertes que la racionalización política de un despojo territorial. Para colmo y por el mismo precio, las muestras de desdén por nuestra presidente y sus opiniones vienen han llegado en idioma inglés y conservador, dos cualidades culturales que le son ajenas. Es demasiado para aquella muchacha de Tolosa, hija de un modesto conductor de transporte público.

La suerte (¡!) es que entre entre los peronistas de las últimas décadas, los aliados Menem y Kirchner, han destruido las Fuerzas Armadas argentinas, así que la posibilidad de enfrentar a Inglaterra queda limitada a Twitter.

Conclusión: las Malvinas son un tema nacional que está siendo usado, como en otros casos, como coto de caza de una camorra personal para distracción de la plebe. Laclau estará al menos un poquito incómodo de ver que su alumnado aplica la receta de la confrontación contra el país que le dio a él cabida hace más de treinta años pero todo sea para distraer a la gilada de los cortes de luz y de los brutales aumentos en los servicios públicos que dejan al descubierto la maniobra: estaban pensados y listos para aplicarse luego de asegurarse cuatro años más de continuidad política. Las Malvinas son un sonajero para evadir la mirada del rumbo sin rumbo de este barco que comanda Cristina.

Lo de Moyano es infinitamente más preocupante. Ahí también hay una cuenta personal pendiente pero en este caso sí hay con qué presentar batalla, hay intención de hacerlo y, acá viene nuestro problema: después de eso todo será aún peor. Y a su pregunta, le respondo sin vueltas: Sí, podemos estar peor.

Cuando hace prácticamente un año, en marzo de 2011 escribí "Hay que bancar a Moyano" (http://maria-zaldivar.blogspot.com/2011/03/hay-que-bancar-moyano.html) muchas voces críticas se levantaron. Dócilmente les expliqué que uno no elige las alternativas sino entre las alternativas que la realidad nos ofrece y que, como la opción Moyano o Churchill no existía, íbamos a tener que elegir entre el sindicalismo que tanto conocemos y el peronismo terrorista que tanto deberíamos recordar. También dije por entonces y lo mantengo ahora que el "no me quedo con ninguno" es como hacer trampa porque la opción "Otros" en la que entraría la posibilidad de abstenerse, tampoco existe.

Me cansé de repetir que quienes achacan la responsabilidad de lo que nos pasa a la oposición estaban equivocados porque que no haya buenos candidatos no mejora la performance del kirchnerismo ni lo convierte en una opción votable. No hay una oposición interesante ni digna. Es verdad. Pero el kirchnerismo sigue siendo una calamidad; entonces, ¿cuál puede ser la proporción de votantes que, sin candidato preferido, apoyaron a Cristina y por qué habrían de hacerlo? Es como suponer que un hombre se va a casar con otro hombre porque no encuentra la mujer de su agrado. Ridículo o es kirchnerismo vergonzante (como hay homosexualidad vergonzante).

Volviendo a las elecciones que la realidad nos impone, en la vida casi todo es una cuestión de timing pero en la política, mucho más. Scioli ha sido un sobreviviente, un monje tibetano de la paciencia, un tolerante hasta la humillación, un vivo argentino que se bancó iniquidades por permanecer. Y permaneció; brillante para su objetivo de estar; haciendo la plancha pasó de heredero de una empresa en quiebra a vicepresidente de la nación y dos veces gobernador del principal distrito argentino. Sólo descuidó la evaluación del timing. Las variables no eran muchas: que los k no lo quisieron nunca y que Cristina se la tenía jurada, detalle del que Scioli tuvo un adelanto cuando lo vapuleó desde su banca de senadora. Pero como a diferencia del gobernador, Cristina tiene una gran habilidad para manejar los tiempos, lo toleró hasta sacarle todo el jugo que necesitaba de él. Fue así que lo puso a encabezar la fórmula de la victoria: la presidente sabía que los votos del conurbano la volverían a sentar en el sillón de Rivadavia y hasta 2010 Scioli y su buena relación con el sindicalismo le garantizaban ese caudal.

Ese fue el momento de Scioli y de Moyano. Ambos tuvieron en ese instante la posibilidad del portazo ya que las desinteligencias de la muchachada K con ellos eran un secreto a voces. Y ellos optaron. Colaboraron en el triunfo del Frente para la Victoria y se jugaron su última carta. Hoy, cercados y debilitados, atraviesan el procedimiento peronista clásico de la termita humana. Se los están comiendo a mordiscones, aislándolos de sus ex aliados y llamando al juego de las deslealtades que tan bien juega el peronismo. No por nada con Néstor se dejó de festejar el 17 de octubre.

Hoy el kirchnerismo los empuja a los dos y los pone en una disyuntiva de final infeliz cualquiera sea el camino que tomen. Si se juntan frente al enemigo común, pierden y si se quedan uno en cada rincón, también porque es el juego de las debilidades. A la dupla Moyano-Scioli padece en política interna lo que le pasa a la Argentina en política exterior: sus aliados son puros cuatro de copas.

Por eso mientras unos velan sus armas, otros consiguen la SUBE y otros escuchan la cadena nacional, usted asegúrese de tener el pasaporte al día.

No hay comentarios: