martes, 7 de febrero de 2012

LA BATALLA




Por: Luis Tarullo

(Fuente: El Liberal)



Las lides entre la CGT de Hugo Moyano y el Gobierno son cada vez más frecuentes y, de continuar a este ritmo, no hay dudas de que podría gestarse la madre de las batallas.


Moyano y sus más fieles seguidores ya no tienen empacho en señalar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como la responsable de sus males, aunque públicamente muchos de ellos no lo mencionen directamente.



Así, después de fustigar a algunos espadachines de la administración que lo hicieron blanco de sus críticas calificándolos de "che pibe" y "Chirolitas", Moyano decidió enfocar sus cañones a la rival de mayor fuste en el firmamento político local.

Esa resolución y el hecho de que la Presidenta también haya aludido directamente a su persona en más de una ocasión, permiten el jefe de los camioneros y de la CGT competir en la liga mayor y a la altura de, nada menos, un jefe de Estado.

Estos días la metralla gremial tuvo una intensidad jamás vista en la etapa post Néstor Kirchner, y Moyano, en apenas un puñado de horas, decidió entrar al territorio del todo o nada.

Primero desgranó una serie de duras críticas que coronó comparando al Gobierno con el menemismo al aludir el nuevo concepto acuñado por el oficialismo (en rigor por la propia Presidenta), la "sintonía fina", que en realidad hasta ahora aparece como un ropaje semántico para el ajuste.

Haber equiparado a la administración nacional con la etapa de Carlos Menem surte en el kirchnerismo y el cristinismo más rancio el mismo efecto que el ácido en la piel.

En algunos casos porque militantes noveles, los de 2003 a esta parte, prácticamente odian a esa etapa de la historia del país, pero en muchos otros porque les provoca la reapertura de las "heridas" que están tratando de cicatrizar después de su militancia y participación en el período en que Menem gobernó la Argentina, inclusive avalando sus acciones políticas ahora vituperadas, como las privatizaciones.

Además, también incomoda esa comparación cuando el ex presidente, actual senador nacional, es un aliado del Gobierno, dato que seguramente el líder gremial supo tener en cuenta a la hora de lanzar la frase que sabía que iba a ser como nombrar la soga en la casa del ahorcado.

Ya Pablo Moyano había dado un anticipo de lo que ratificaría su padre, cuando recordó que Kirchner, en su etapa de gobernador, había catalogado a Menem como el mejor presidente que había tenido el país.

Trascartón, Moyano padre organizó un asado para el cual convocó a lo más granado del moyanismo. La excusa era repasar lo ocurrido hasta ahora y evaluar lo por venir.

El tono de lo dicho entre costilla y costilla -sobre todo las palabras de Moyano- estuvieron en sintonía con lo escuchado hasta ahora de parte de ese sector.

Las sorpresas iban a venir por otro lado. Primero se especuló con que se preveía una reunión de un puñado de dirigentes que iban a entrar en una cabina telefónica, pero después se supo que fueron muchos más de los conocidos inicialmente. Y además de los moyanistas puros y duros hubo jefes o representantes de jefes de organizaciones de peso.

Y a los postres los periodistas recibieron dos cartas de la CGT dirigidas a la primera mandataria, ambas con reproches y reclamos. Falta de diálogo por parte del Gobierno, Impuesto a las Ganancias, asignaciones familiares, trabajo en negro y deudas con las obras sociales estuvieron plasmados en las misivas dirigidas a la jefa de Estado en persona.

Y como si ello fuera poco, también se supo que Moyano se atreve a un nuevo desafío: intentar quedarse en la CGT otro período, con lo cual, de conseguirlo, estará más allá de la finalización del segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Por supuesto, si la Presidenta no consigue la reelección, objetivo para el cual ya están trabajando las usinas oficiales.

En este marco, y con reclamos comunes como estandarte -incluidas las pretensiones en materia de aumento de sueldos- muchos gremios van alineándose y parece haber un acuerdo, por ahora tácito, de "unidad en la acción", como calificó el dirigente estatal Pablo Micheli, quien sigue reivindicando sus coincidencias con Moyano.

Las palabras de Micheli explican que hay unidades que no irán más allá de una serie de demandas comunes, pero por otra parte hay reunificaciones que están mucho más cerca que en otros tiempos no muy viejos. Por ejemplo, sin ir más lejos, el acercamiento de Moyano y Luis Barrionuevo.

Y tampoco hay que descartar que Moyano pueda jugar alguna carta que nunca sacó, como la demanda del otorgamiento de la personería gremial a la CTA, reconocimiento que el Gobierno le viene negando sistemáticamente a la central alternativa. De esa manera, el camionero se anticiparía a una eventual jugada oficial, que justamente podría ser tentar a la CTA con ese elemento para desactivar cualquier rebelión y dividir.

En medio de este panorama no hay que perder de vista también que en su pelea la CGT -y los que se sumen- y el Gobierno están usando armas diferentes. Los gremios, salvo casos aislados, aún no han desplegado una lucha colectiva con medidas de acción directa.

En cambio, el Gobierno, por acción u omisión, continúa manteniendo los pilares de una política que duele a los sindicatos, pero que también cada vez afecta más a los asalariados. Esa línea está signada hasta ahora, por ejemplo, por su negativa a la actualización del haber mínimo no imponible para la deducción de Ganancias, a la universalización de las asignaciones familiares, a la cobertura de las deudas de las obras sociales y a la aceptación de aumentos salariales que a su criterio son excesivos.

Además sigue apostando a una estrategia que en nada se diferencia de la de la gestión de Carlos Menem: mantener dividido al sindicalismo para domesticarlo. Y al mismo tiempo confía en que el rechazo a la figura de Moyano de parte de algunos sectores de la sociedad favorece sus objetivos.

Pero el mantenimiento de planes restrictivos que afectan a los bolsillos de los trabajadores, a los que ahora se suman los ajustes en los servicios públicos, parecen generar un doble efecto que terminaría beneficiando al sindicalismo y especialmente a Moyano.

Más allá de simpatías o antipatías, se suman los reconocimientos de sectores medios a los reclamos que verbaliza el jefe camionero-cegetista y las organizaciones gremiales de cuño peronista ya vuelven a ver más cerca un posible camino común.

De mantenerse estas situaciones y tendencias, seguramente llegará el momento en que las hostilidades se trasladarán al campo de batalla, a la que los dos principales contendientes -la Presidenta y Moyano- parecen adjudicarle ribetes épicos.

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