miércoles, 26 de marzo de 2008

CONTRA EL CENTRALISMO CONFISCATORIO...

Contra el centralismo confiscatorio,

una política de integración federal



por Jorge Raventos





El reclamo contra las retenciones apunta al corazón del modelo "de acumulación económica de matriz diversificada" que enarbola la familia Kirchner y que, en rigor, merecería llamarse "modelo confiscatorio centralista de matriz parasitaria", ya que su lógica reside en succionar recursos de los sectores productivos más competitivos de todos los distritos para acumularlos en la caja central y utilizarlos desde allí en la imposición y financiamiento de obediencia política, en la distribución caprichosa y descontrolada de subsidios y en la implantación de un "capitalismo de amigos".



La pelea de los productores rurales contra el régimen de retenciones genera para provincias y municipios la oportunidad de reclamar como derecho lo que se les da (o, más bien: se les mezquina) como limosna. Y ofrece al país la oportunidad de perfeccionar y equilibrar su sistema institucional, vinculando impuestos y gastos a la representació n y al control social y jurisdiccional.



Un estudio reciente de la Fundación Mediterránea corrobora que "la transferencia de ingresos que se realiza desde el interior hacia el gobierno central es extremadamente significativa" y apunta casos como el de Chaco o el de Santiago del Estero "que son provincias que muestran desfavorables indicadores en materia de desarrollo económico y humano –apunta el estudio-, y sin embargo son de las regiones que más derechos de exportación generan por cada uno de los habitantes que cada una tiene". Santiago transfiere a la caja central por ese concepto 435 dólares por habitante, Chaco, 351 dólares; Entre Ríos, 630; La Pampa, 670; Santa Fé, 675; Córdoba, 765.



La revuelta agraria recupera la bandera histórica del federalismo en las condiciones de la época. Embrionariamente, al oponerse con vigor a la exacción centralista y reclamar que los impuestos que hoy vuelan al Tesoro presidencial queden en los municipios y en las provincias, generalas bases del reflorecimiento del interior, la revitalizació n de los pueblos, la descentralizació n de las inversiones, las obras, las oportunidades de trabajo y el bienestar. Si bien se mira, ese es el envión indispensable para la revolución demográfica que la Argentina necesita, para resolver creativamente el hacinamiento y la miseria de las megalópolis, ocupar e integrar equilibradamente todo su inmenso territorio y sostener esa gran tarea con los réditos de su trabajo y su competitividad internacional.



La anacrónica propaganda oficial que disfraza de "progreso" y "desarrollo" el subsidio de actividades insostenibles e improductivas y de núcleos de parasitismo resume una concepción enemiga de la cultura del trabajo y la producción, una concepción rentística y confiscatoria. Lo que la propaganda oficialista, que huele a naftalina, designa como "sectores oligárquicos" está hoy, gracias a las imágenes de la TV que ilustran la movilización agraria, a la vista de todo el mundo: se trata de infinidad de familias campesinas que invierten y trabajan y que son castigadas económica y culturalmente por los políticos del poder central (y por sus títeres). Se trata del sector de la economía nacional que más invierte, más aporta y que da más trabajo. Un sector que, como todo el país –salvo los privilegiados del régimen K- sufre una política económica chapucera, que está conduciendo a la Argentina a la inflación, a la escasez y al aislamiento. Y sufre, además, la arbitrariedad de reglas de juego que le cierran las puertas de la exportación y le roban la porción sustancial de su trabajo.



Con su propaganda antigua y rencorosa, el gobierno insiste en una política de confrontación sistemática, sin comprender que ya no puede, como en otros momentos, "cazar en el zoológico" y maltratar a sus víctimas sin que estas resistan y sin que otros sectores alcen su voz para detener el exceso. Hoy el campo está lejos de encontrarse aislado. Es más bien el régimen K el que empieza a sentir una sonora o sorda resistencia a sus designios. La Argentina está hastiada de ineficiencia, inflación, saqueos y mandones.

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