lunes, 3 de marzo de 2008

PROTEGERSE

EDITORIAL
Protegerse



Algún día tenía que suceder. Más tarde o más temprano, y para bien o para mal, la ineptitud del Estado argentino en proteger y salvaguardar a su gente iba a quedar evidenciada en la desesperación de un funcionario.
Fue en la del ministro de Seguridad de Mendoza (pero pudo haber sido en la de cualquier otro hombre público con la honestidad suficiente como para no mentirse ni mentir), quien pidió que cada uno vele por sí mismo y por sus bienes, y que responda a la violencia armada que quiera ejercerse sobre él con otra fuerza idéntica en sentido opuesto.
No es, claro está, el ideal de civilización. Pero es que ésta comienza y sólo es viable cuando un poder que representa a todos garantiza seguridad de cuerpo y de bienes. Basta que abjure, como hoy abjura, de dicha tarea, para que el derecho a protegerse, hasta allí delegado al arbitrio estatal, refluya a sus delegadores.
Porque civilizado no es el que no se defiende, sino aquel a quien defiende la ley.
LA NUEVA PROVINCIA

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