ARGENTINA "ENYUYADA"
Por Susuana Merlo (*)
Hay que reconocer que los Kirchner son un matrimonio con suerte. En general, durante su administración, los grandes problemas mundiales tocaron apenas tangencialmente a la Argentina, mientras que las épocas favorables, que fueron durante casi 4 años de los 7 que lleva su mandato, favorecieron especialmente a buena parte de los productos que salían del país.
El hecho que no hayan sabido aprovechar eficientemente el espectacular “viento de cola” que hubo durante varios años, no invalida la existencia de tales beneficios.
Lo mismo se podría decir del clima que durante un largo período (excepto durante 2008 y parte de 2009), fue muy favorable para el desarrollo de las actividades agroindustriales que caracterizan al país.
Sin embargo, y a pesar de los precios internacionales espectaculares hasta mediados de 2008 (y ahora nuevamente refortalecidos, aunque no en aquellos niveles), y de las buenas condiciones climáticas, ni siquiera se creció acorde a los increíbles avances tecnológicos logrados en la última década y, más vale, se retrocedió en muchos rubros.
Dicho de otra forma, con la tecnología disponible ahora, de haberse mantenido el esquema de producción de los ´90, la Argentina agroindustrial tendría que haber superado ya holgadamente los 120-130 millones de toneladas de granos, los 14.000 millones de litros anuales de leche, y tendría que estar produciendo cerca de 4 millones de toneladas anuales de carne vacuna, sólo por mencionar algunos de los principales rubros de exportación.
Por el contrario, en la última campaña se produjo menos leche, menos trigo, menos maíz, y menos fruta que en los ´90, y sólo se produjo más carne no por un crecimiento genuino, síno por los altísimos niveles de faena, en realidad, de liquidación que hubo de la ganadería por falta de incentivo y de precio. Tanto, que se superaron los 3 millones de toneladas de carne, pero se perdieron más de 5 millones de cabezas en el período.
¿Por qué tienen suerte, entonces los Kirchner?
Porque a pesar de las políticas aplicadas, que llevaron a semejante retroceso y a no aprovechar las estupendas condiciones internacionales, como sí hicieron todos los países vecinos, recién ahora la situación comienza a complicarse internamente, con la falta inocultable (e insustituible, al menos en el corto plazo), de energía y de alimentos básicos.Aún así, solamente la soja, el “yuyo”, al decir presidencial, le aportará a las arcas oficiales este año, más de U$S 6.000 millones nada más que en concepto de retenciones (naturalmente, después están todos los otros impuestos que paga igual que el resto de las actividades productivas). Enfrentado, ninguneado, rechazado y criticado en todos los tonos por buena parte del gabinete, de todos modos el sector agroindustrial volverá a ser el principal aportante fiscal del Gobierno con cerca de U$S 8.000 millones por retenciones, y el que sacará buena parte de las castañas del fuego, aunque sin duda la estrella seguirá siendo “el yuyo”.
La incógnita surge espontáneamente. ¿Por qué el Gobierno ataca tan enfáticamente al campo, si depende tanto de el?.
A su vez, ¿por qué el campo sigue produciendo en estas condiciones?. Las respuestas no son fáciles.
Pero, lo que sí queda bien claro, es que el discurso presidencial va en una dirección y las acciones del Gobierno exactamente en el sentido opuesto:
“defendemos la mesa de los argentinos”, pero se produce menos y por lo tanto, más caro.
“El objetivo es exportar”, pero nuevamente, se produce menos y se restringen las ventas al exterior, cuando no se las prohibe directamente, como a la carne en 2006.
“El apoyo es a las pymes y a los pequeños productores”, y se provoca la mayor concentración económica de las últimas décadas, con la desaparición de miles de productores y empresarios.
“La soja es un yuyo”, pero se provoca que su participación en la agricultura de cosecha, pase de un 20%-25%, a más de un 63% esta campaña, desplazando a otros cultivos, eliminando rotaciones, haciendo desaparecer la ganadería de muchas zonas, y provocando un desbalance agronómico y ambiental difícil de magnificar hoy en sus consecuencias finales.
Y, lo más grave, es que fue la propia política oficial la que arrojó a la Argentina prácticamente a una monocultura riesgosa, en la que “el yuyo” no tiene ninguna culpa de que se dependa tanto de el...
Crónica y Análisis publica el presente artículo la Ingeniera Agrónoma Susana Merlo por gentileza de su autora y Campo 2.0.
viernes, 19 de febrero de 2010
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