domingo, 31 de octubre de 2010

CAPILLA ARDIENTE



El triste espectáculo

Por Rubén Gioannini

Más allá de las conjeturas de que si murió o está vivo, si se suicidó o murió de muerte súbita, si el féretro era pequeño para un cuerpo tan grande, si estaban sus restos mortales o era sólo un féretro vacío, etc. etc. etc., ha quedado evidenciado que el show artístico continúa.


Contemplando a través de imágenes televisivas, se pudo comprobar el uso político de mal gusto que se hizo de la capilla ardiente; el montaje teatral organizado buscando impactar a la sociedad ha dejado muchas dudas, las que se generaron por ciertas actitudes y hechos contemplados durante los sucesos. Estamos hablando de la muerte, y por supuesto del respeto que en todo caso se le debe. Cuando estamos rindiendo una despedida póstuma a un ser querido o apreciado lo hacemos con respeto, recogimiento, en silencio y con profundo dolor; esto crea un clima especial que contagia a todos los que acompañan esos nobles y puros sentimientos humanos.



Ahora bien, cabe preguntarse ¿fue realmente una capilla ardiente? ¿Fue una despedida a alguien que supuestamente se lo aprecia? ¿Con qué respeto se acogió su muerte por parte de aquellos que supuestamente estaban para despedir sus restos? ¿Acaso a este velatorio no lo convirtieron en un carnaval político?... Comenzando por “pintarrajear” con pintadas todo el circuito adyacente inclusive hasta la sala velatoria (llámese Casa de Gobierno), ¿acaso esa es la forma de homenajear a un muerto? ¿O quizás bailando y saltando como una murga en un corso es la forma de expresar el dolor? Uno podrá equivocarse, pero evidentemente se comprueban posturas histriónicas y llantos falseados para las cámaras televisivas que desaparecían tan pronto cuanto se apagaba el enfoque de las mismas.



Los velorios hacen al respeto no al insulto y aquel que quizás con cierto grado de hipocresía va a despedir al que hasta ayer puede haber sido su adversario; a pesar de esta actitud no amerita el insulto hasta por respeto al muerto; respeto que ni muchos que se dicen amigos, encumbrados funcionarios y hasta propios familiares no tuvieron, ya que todos, amigos, familiares, dirigentes del partido, gremialistas, funcionarios, todos se movieron al compás de ese carnaval político. De los sindicalistas no nos debe extrañar, ya que vuelven a repetir lo que hicieron cuando trasladaron los restos del Gral. Perón a San Vicente; es más, quizás con Perón todo fue más denigrante e impúdico y mucho más terrible por la dimensión de quien se trataba; sólo que esta vez no hubo violencia pero sí mucho circo.



Figuras del ambiente televisivo y artístico buscando cámaras para proclamar su militancia -por supuesto que bien paga-, y resaltar los valores de quien están despidiendo, sólo que omiten decir que al otro día pasarán por el canal oficial a retirar su buen contrato que el Pueblo paga; bombas de estruendo, gritos, insultos, cánticos ofensivos, todo se juntaba en una muestra total de irrespetuosidad y mal gusto, por supuesto que este decadente espectáculo era transmitido al mundo. ¡Qué triste imagen vimos, ni siquiera mostraron respeto por la muerte!



Toda esta obra de mal gusto y de baja política instrumentada da la pauta de la decadencia de una clase dirigencial perimida. Lo primero que aprende a respetar el hombre es la muerte, y en este caso no sólo no se respetó sino que se hizo uso de ella para hacer “política”, todo con un total mal gusto.



Resumiendo, si el cajón tapado estaba vacío y todo el velatorio fue un teatro, sin duda les tomaron el pelo a muchos que inocentemente fueron a despedir los restos del ex presidente; o por el contrario, si realmente los restos de Néstor Kirchner estaban en el féretro, todos, absolutamente todos, le faltaron el respeto, comenzado por su propia esposa y familiares, que permitieron este triste espectáculo.

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