viernes, 29 de octubre de 2010
UNA CARTA
Queridos amigos:
Para un católico no es bueno desear el mal a nadie, pero para un soldado no hay mejor trinchera que el cadáver del enemigo. Hoy murió el principal enemigo visible de los militares argentinos, de los productores del campo, de la Iglesia argentina, de los católicos, de los ciudadanos que desean un país organizado, de los políticos honestos. Quien llevó adelante la más ominosa acción en contra de la patria, entregando el poder político a los guerrilleros terroristas que atentaron y atentan contra la continuidad histórica de la nación, quien ha desarrollado la más feroz acción corrupta en todo el quehacer institucional; anulando valores y despreciando virtudes necesarias para una mejor convivencia y cultura nacional.
Desde hace tiempo he escrito en varias oportunidades, contra distintas acciones llevadas a cabo por este personaje, del cual solo Dios sabrá dar su veredicto final. De algo estoy seguro y como ya lo dije otra vez, de El nadie se burla. La pauta está en que quizás no le ha dado la posibilidad de expresar con su último suspiro la palabra milagrosa que en el Creador, todo lo puede:"Perdón, Dios mio".
Mucho mal ha hecho y generado. Teniendo la oportunidad de gobernar, no aprovechó el momento de ni siquiera intentar unir y pacificar una nación tan doliente, necesitada de comprensión y concordia. ¿Su odio y resentimiento seguirán en quienes quedan en su lugar? Quiera Dios que esta situación permita producir un cambio, que nos devuelva una sociedad mejor. Las experiencias de los pueblos y sus destacados ciudadanos (por los aspectos que fueran) deben ser aprovechados y servir para mejorar día a día. Solo así creceremos, maduraremos y los sufrimientos vividos no habrán sido en vano.
Hago votos para que la memoria de la historia sea justa con la figura de Néstor Kirchner y no nos pase con tantas distorsiones que hacen con la nuestra, una nueva mentira. Creo que los argentinos nos merecemos otra cosa, para aspirar a ser un pueblo en el que todos nos podamos mirar de frente, solidariamente, sin bajezas, rencores o resentimientos innecesarios que nos mantengan en el atraso cultural y lesivo a las próximas generaciones.
Ojalá se eviten estos días la hipocresía o falsedad, en la búsqueda de una autenticidad, honestidad y verdadera actitud de nobleza intelectual, que hoy adolecen.
Propongo finalmente que sus restos sean enterrados en Santa Cruz, Buenos Aires o cualquier otro lugar menos en Jerusalem, lugar en el que hay antecedentes bíblicos de haberse producido alguna resurrección.
Enrique Treglia
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