viernes, 29 de octubre de 2010
SIN LÁGRIMAS NI RISAS
http://www.cronicayanalisis.com.ar/opinion.asp#425
por Gabriela Pousa
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Murió Néstor Kirchner. ¿Cómo escribir sin caer en lugares comunes?. Me siento identificada con Jorge Asís quién escribió una nota cuyo equilibrio destaco, máxime cuando se escribe en el fragor de lo irremediable.
“Confesión de opositor franco. Desde hace siete años, vivo de Kirchner. Encaro el desafío de explicarlo. Para combatirlo mejor. Con suerte bastante relativa.” http://www.jorgeasisdigital.com/2010/10/27/e-absurdo-previsible-de-la-muerte/
Entre medio los extremos como puede observarse en Plaza de Mayo, y en muchos balbuceos de quienes no saben si expresar su verdadero sentir o matizar con cierta humanidad las emociones. Y es que la muerte tiene ese tinte inevitable de lograr que aflore en muchos ese percance de ser buena gente, a pesar...
Quizás, una forma de explicar la preanunciada “sorpresa” con gesto de alivio (vano en principio) que invade a tantos argentinos, radique en el odio que ha sembrado el ex mandatario.
Nunca o muy pocas veces, un presidente dividió aguas sin necesidad y con tanta artimaña. Pero la contienda permanente era su concepción de poder. Dormía con el arma desempuñada. No sacaba rédito de la soja sino de la cizaña.
Tal vez, una forma de explicar la desazón y conmoción que se avizora en el gesto adusto de otros muchos, se centre en esa peculiar idiosincrasia del argentino capaz de idolatrar, si pese al maltrato y al grito, pudo comprar un autito o veranear quince días en la costa como no lo había logrado con algún otro anterior mandatario. O, ¿por qué no? y parafraseando a Blas*, las peripecias del corazón con sus razones vedadas a la razón...
En definitiva, son todas especulaciones frente a lo inexorable que acaba de pasar. La vida sigue igual: con una semana o dos de endiosamiento (porque los muertos se convierten insólitamente siempre en buenos), y luego... luego la realidad de quienes se quedan acá con una incertidumbre que hoy, ni el más avezado de los analistas -si es sincero- puede asegurar. Viviendo en un escenario donde el protagonista puede quedar definitivamente enterrado o... puede “reencarnar”.
Lo cierto es que ha muerto, guste o no, un indiscutible constructor de poder, un líder político con capacidad de dañar en demasía, pero también de generar aquello que generan frente a lo desconocido algunos ex presidentes; escuchar en un futuro corto, mediano o largo: “Kirchner volvé”. Porque nunca creemos que puede haber algo peor que lo malo.
La pregunta a desentrañar ahora radica en quién o quienes pueden evitar que ese desatino sea casi un destino para los argentinos.
El resto es simple y complejo a la vez: el personaje principal de la novela se fue. El elenco debe acomodarse y los días, únicamente, dirán cómo lo hacen y a qué consecuencias deberemos someternos. Ahora lo mejor, estimo, es llamarse a silencio más que emitir epitafios o vulgaridades que ya abundan por todos lados.
La muerte, como decía Oscar Wilde, a veces no es el final. Siempre queda el litigio de la sucesión, y más...
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