sábado, 27 de agosto de 2016
PANORAMA
Panorama político nacional de los últimos siete días
Resistencia y reticencia
Tras sufrir en la Corte una decepción que terminó transformándose en un revés político, el gobierno de Cambiemos trabaja para reordenar sus filas, redefinir sus objetivos y contener el debate interno.
El Pro, el partido del Presidente, se congregó en San Juan, en estado de retiro espiritual. Fue una ceremonia para mantener vivo el entusiasmo. Jaime Durán Barba les aseguró a todos los presentes (su diertación fue abierta al periodismo) que la comunicación oficial es muy buena (desde la foto del perro Balcarce en el sillón de Rivadavia hasta los timbreos) y que Mauricio Macri cuenta con una imagen positiva buenísima “si se toma en cuenta las medidas que hapuesto en práctica”. Si hubo autocríticas, ellas ocurrieron a puertas cerradas. Pero una reunión de más de 300 personas no parece el ámbito más adecuado para analizar dificultades o exhibir heridas. En todo caso, es una forma de afrontarlas o soportarlas.
Hay que explicarse y explicar porqué muchas de las promesas de los primeros días no se han cumplido aún.
Recalcular las metas
La resignificación de las metas oficiales es, en rigor, una tarea que el gobierno viene ensayando desde hace semanas. El último miércoles, al rendir cuentas ante la Cámara de Diputados, el jefe de gabinete Marcos Peña se ufanó (con un sofisma) de que los índices de inflación que se habían anunciado al comenzar la gestión para “el segundo semestre” sólo se postergarán por tres meses: serán verdad para el período marzo de 2016 a marzo de 2017, el crecimiento de los precios estará entonces en 23 por ciento, dijo. En rigor, el gobierno había asegurado que en el “segundo semestre” (no “al finalizar diciembre”, como se desprendería del cálculo de Peña) la inflación no superaría el 25 por ciento. Ya promediando ese período está claro que aquel vaticinio no se cumplirá y el jefe de gabinete refuta esta constatación con una nueva promesa: refinancia un pagaré. Realidad y deseos pueden coincidir a veces, pero son dos categorías distintas. Es cierto que la inflación de agosto mostrará una caída importante, pero de allí no se deduce mecánicamente que la nueva promesa de Peña se vaya a cumplir.
Donde el gobierno está más necesitado de recalcular los plazos que se había fijado originalmente es en asuntos tan significativos como inversiones y reducción del déficit fiscal.
Inversión en pausa
Según la consultora que conduce Orlando Ferreres, la inversión bruta cayó algo más del 10 por ciento comparando julio de este año con el mismo mes de 2015. De junio a junio la caída había sido de 5 puntos. El deslizamiento acumula varios años y el cambio de gobierno no lo ha atenuado.
Los inversores potenciales siguen atraídos por las posibilidades que ofrece el país, pero las expectativas abiertas con el desplazamiento del kirchnerismo se han entibiado: la reticencia a alcanzar un acuerdo amplio y de proyección temporal con la oposición constructiva y con los sectores productivos y sociales somete al oficialismo a una marcha zigzagueante, que se sostiene cuando hay convergencias puntuales y se vuelve trabajosa o se detiene cuando prevalece la unilateralidad. Los inversores no especulativos aspiran a un futuro previsible.
La inversión se demora, la recesión se acentúa. Los problemas sociales tienden a recalentarse. Ese río revuelto pretende ser usufructuado por sectores recalcitrantes que no se resignan a que el gobierno termine normalmente su período ni a que intente cumplir con el mandato de las urnas (por ejemplo: la lucha contra la inseguridad y contra el narcotráfico). Operaciones, amenazas y ejercicios directos de violencia son armas de estos sectores.
La marcha de la bronca
La llamada “marcha de la resistencia”, que entre viernes y sábado tomó como escenario la Plaza de Mayo y se refugió bajo el paraguas de las Madres de Plaza de Mayo, expresó a los sectores del kirchnerismo más inflexible, que no consiguen digerir la derrota electoral de su marca y están ansiosos por la rendición de cuentas que la Justicia les reclama a muchos de sus líderes más distinguidos. La marcha hablaba de trabajo, pero, sin ser malpensados, muchos oían “impunidad”.
Aunque no todos los que se movilizaron en la Plaza lo proclamen abiertamente, los deseos imaginarios de esos sectores apuntan a un desastre fatal del gobierno de Cambiemos.
Desde el oficialismo especulan con la amenaza kirchnerista: la expresidente es la figura política de más alta imagen negativa y, electoralmente, no se le ve futuro. Es ideal como competidora y, según los estrategas de la Rosada, agrega la ventaja de dividir el voto peronista.
Los embates (y hasta ciertas derrotas puntuales) pueden estimular la cohesión o, por el contrario, activar reflejos defensivos de aislamiento, que dispersan la fuerza propia, ofenden a quienes podrían ser aliados, y aumentan la debilidad relativa.
Escuchar para coincidir
En el seno de la coalición oficialista se observan tensiones entre los funcionarios y corrientes que prefieren la política y la negociación y aquellos que insisten en una vía sin compromisos estables, así ello implique readecuar objetivos (como viene ocurriendo con casi todos los temas importantes, después de que los acuerdos permitieron resolver el asunto holdouts y levantar el cepo).
Los aliados actuales no se sienten suficientemente atendidos ni compensados y los aliados potenciales (u ocasionales) observan que la estrategia del oficialismo, cuando se inclina por la intransigencia exclusivista, sólo parece interesada en diseñar un escenario que en las elecciones del año próximo le permita alcanzar mayor autonomía a expensas de todo el arco político.
Falta más de un año para las elecciones y el gobierno se arriesgaría a muchas frustraciones si prevalece esta tendencia. Porque, cuando todo aconseja una política de convergencia nacional en torno a políticas de estado, estaría naturalizando el clásico reflejo según el cual cada quien atiende su juego.
Todo indica que las audiencias públicas que se avecinan para debatir la tarifa del gas serán un escenario para ese espectáculo: más tironeos facciosos que objetivo común. La meta de resolver una matriz energética sostenible, que alimente la producción y el consumo domiciliario y permita independizarse del alto costo de la importación, queda mediatizada cuando -si se juzga por las coincidencias reflejadas en las campañas por la presidencia- parecía muy alcanzable y compartida.
Hay un amplio espacio entre el presunto eficientismo que dibuja en el papel tarifas rentables (que no pueden ser cobradas) y el facilismo de quienes defienden un precio de la energía totalmente divorciado de los costos reales.
Sobre ese amplio terreno es posible alcanzar coincidencias en las que el consumo y la inversión, el presente y el futuro, no sean enemigos recíprocos.
Para llegar a ellas hay que dejar de lado el juego del Gran Bonete.
Jorge Raventos
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