martes, 26 de octubre de 2010
CRISIS Y HUMOR
MIDACHI: Crisis y humor
Posted by Laura Etcharren
La importancia del humor en tiempos de crisis. La reacción social. Y el talento después de 27 años juntos.
En momentos de crisis -cuando lo que predomina es la violencia en las distintas esferas de la vida y la sociedad colapsa por hartazgo así como por antagonismos culturales, políticos y económicos- el humor aparece como una vía de escape. La tercera vía para mitigar los miedos que nos abruman dentro de un espacio atravesado, como sostengo, por la anomia.
Buscar, dentro de las alternativas, la recreación. Un divertimento que escape a la televisión, a la lectura, la radio o el cine. Darse una cita en el teatro. Lugar en el cual, las emociones, cobran otro significado porque es un ida y vuelta. Un feedback. Tal como sucede en MIDACHI Circus.
Las emociones implosionan hasta llegar, de inmediato, a la explosión. Casi instantáneamente, ya que el público recibe genuinas interpretaciones de quienes aman la cultura del teatro. Porque así lo es: Una cultura, una filosofía y un ejercicio de rigurosa disciplina y profunda celebración artística reconocida en la fundición del aplauso que convierte a los espectadores en uno.
El teatro como instrumento de terapia. En el caso de MIDACHI Circus, terapia de la risa para canalizar, por casi dos horas, todos aquellos malestares cotidianos. Esos que nos aquejan frente a la presencia de éste tsunami desgraciado que nos encuentra atentos a las noticias. Esperando que lo peor, llegue.
Sucede que con su obra, MIDACHI, nos encierra en un mundo en el cual se comprueba que el humor, recompone. Nos transporta a un blanco mental, sacando aquello que no sabemos que tenemos dentro. Carcajadas que irrumpen cuando Miguel, Dady y el Chino descorren el telón para dar lugar a un Circo que no tiene desperdicio alguno.
Magia, efectos especiales, animaciones desopilantes, canciones, sketchs y una dinámica de permanente recreación visual y auditiva. Todo ello, reconocido por el público que encuentra, claramente, lo que va a buscar. Diversión.
Son tres hombres que no interpretan únicamente un papel arriba del escenario. Al contrario. Es un trío que -bajo un libreto que muta de acuerdo al día, los ánimos y el público- muestra su costado “atorrante”. Muestran, en el confort de las tablas, la mutación del Arte.
Es que los MIDACHI del día a día, son los mismos pícaros “atorrantes” que involucrados en sus papeles aparecen cantando y bailando amparados por una colorida escenografía. Así es como los sinsabores de la realidad se conjugan para darle paso a la comicidad que acusa “orillerismo” en el momento justo. A tiempo. No como recurso principal de complacencia o disparador de la risa. Un lenguaje ligero o soez como complemento medido del talento de éstos actores que se mueven mostrando sus dotes. Sus atributos. Sus textos, a veces improvisados, cuando la tentación entre ellos es percibida por los espectadores cómplices. Entonces, llegan las más coloridas pinceladas. Las espontaneas. Aquellas que ponderan el código de barrio.
Miguel
Miguel es, de los MIDACHI, el que más se relaciona con la platea. El que busca el punto para el chiste. Viste de mujer con absoluta naturalidad. Estilo. Interpreta sorprendentemente a la típica conductora de remoto canal de Cable en su ya emblemático personaje de “La Tota”. Se desliza por el amplio escenario del Teatro Astral con grandilocuencia al compás de diferentes ritmos musicales que invitan al acompañamiento con palmas, creando una cosmovisión que lo pondera en cada una de sus interpretaciones.
Dady
Intensidad de un primer monólogo, el de Dady, que bajo condimentos cómicos e irónicos, refleja escenas de la vida cotidiana. De antes y ahora. Usos y costumbres que se fueron perdiendo. Una apelación a la memoria emotiva. A los recuerdos de su infancia. De urgente juventud sexual. Su padre como Ley. Como ejemplo a seguir.
Y el nuevo paradigma de la vida en familia.
El Chino
Todos atentos a la mesura del Chino, quien en su aparente moderación, dispara bocadillos que cambian, en segundos, el discurso. El armador del Circo. El que quiere rescatar la esencia del mismo hasta que irrumpen, desaforadamente, Miguel y Dady.
El Chino, sentado en una tarima sobre el final, conmueve en la tenacidad de su intento. Combinando la melancolía con el eclecticismo obtenido.
Me duele la cara
Completos artistas salen a danzar mientras en la pantalla gigante, Johnny Allon los presenta. Y en cada danza, se desprende el comportamiento social que marca, en el caso de la cumbia villera, una nueva representación social.
Un espectáculo matizado desde todos los lugares. Que no deja de sorprender. Que ancla, en uno de los pasajes, en un maravilloso sketch de tango que los reúne.
MIDACHI Circus es la renovación de 27 años de trayectoria que los encuentra unidos e impecables. Un espectáculo teatral rítmico que no solo se lo recuerda por diálogos e imágenes sino también, por una cara, la del espectador, que duele de tantas risas.
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