PARANOIALAS
PREOCUPANTES REACCIONES DE KIRCHNER
Por Carlos Machado
"El que dice una mentira no se da cuenta del trabajo que emprende, pues tiene que inventar otras mil para sostener la primera" Alexander Pope
Aunque el tema aún se maneja con mucha delicadeza, siendo comentado por el momento entre bambalinas, ya son muchos en los círculos políticos del país, incluidos algunos sectores del propio gobierno, que están mostrando preocupación por las reacciones que el presidente Kirchner viene evidenciando desde hace varias semanas.
Estas reacciones alcanzaron su pico máximo en los últimos días, cuando el mandatario habló, en dos oportunidades seguidas y como siempre desde el refugio de sus atriles, de "atentados" y "ataques" contra su persona, y calificó poco menos que de "terroristas" a los docentes y empleados estatales que le vienen haciendo la vida imposible en su propia provincia natal, Santa Cruz. Acontecimientos que hace horas desembocaron en la renuncia del vicegobernador a cargo del Ejecutivo provincial, el inepto Carlos Sancho -a lo que se resistía obcecadamente el primer mandatario- y su reemplazo por otro firme ladero kirchnerista, el hasta ese momento interventor en Yacimientos Río Turbio, Daniel Peralta, un hombre del riñón de Julio De Vido.
Por supuesto, las palabras emitidas desde el paroxismo por el presidente encontraron el rápido coro de su séquito de alcahuetes y obsecuentes, principalmente entre los Fernández, Alberto y Aníbal -respectivamente jefe de Gabinete y ministro del Interior-, cuando especialmente este último, haciendo gala de su habitual incontinencia verbal y sobre todo de su costumbre de vomitar palabras sin antes pensarlas, atacó también con dureza a los manifestantes santacruceños y llegó a afirmar, comentando los hechos represivos que terminaron con varios de ellos en el hospital, que "se habían autoherido para dar lástima".
Lástima es la que en realidad están dando quien hace cuatro años descendió en paracaídas para conducir los destinos de todo un país, autoconvencido de que iba a ser igual que manejar su provincia, y la banda de delincuentes que lo rodea. Y precisamente los hechos de corrupción generados por esa banda -en la que se destacan, entre otros, ministros y funcionarios como Julio De Vido, Enrique Albistur, Ricardo Jaime y Ricardo Etchegaray- los cuales vienen siendo suficientemente comentados por la prensa independiente y sobre los que progresivamente se van acercando las investigaciones judiciales, son los que también están conduciendo al presidente por los tortuosos caminos de una paranoia descomunal. Además, claro, del estallido de su propia provincia.
Personajes, de hecho, que echaron por tierra tantas palabras altisonantes que Kirchner hiciera al asumir la presidencia en 2003, mostrando las limpias palmas de sus manos y asegurando que la "transparencia" iba a ser la antorcha que iluminara el camino de su gestión.
Hoy, esa declamada transparencia se ha transformado hace tiempo en un sórdido manto de oscuridad que encubre hechos delictivos y desprolijidades mayúsculas, y que conforman una larga lista.
Baste recordar por ejemplo casos como los desaparecidos fondos de Santa Cruz, sobre los que el ex gobernador Sergio Acevedo informó que ya se habían arbitrado los medios para su retorno al país -una de las cuestiones que derivó en su eyección del cargo- y que continúan sin aparecer; o el sepultado tema de las valijas-narco que viajaron a España en un vuelo de la compañía Southern Winds; o la desaparición en un gobierno democrático de Julio López, un tema que como ya se denunció -pese a que los poderes del Estado, incluso el Judicial, siguen haciéndose los distraídos-, "se les fue de las manos"; o la subsiguiente desaparición y aparición milagrosa, en momentos en que el presidente utilizó por primera vez la cadena nacional para referirse al hecho, del albañil Luis Gerez; o las escandalosas operaciones a través de la Aduana; o los exagerados subsidios que se manejan a través de la secretaría de Transportes (otras de las prolíficas "cajas", estos últimos organismos, que permiten facilitar más "robos para la Corona", de los que ya no se ocupa Horacio Verbitsky); o el escándalo de las coimas que envuelve a la empresa sueca Skanska y a altos funcionarios del gobierno, con Julio De Vido a la cabeza; o los gastos de viajes al exterior y alojamientos de la senadora Cristina Fernández de Kirchner y sus acompañantes, que persistentemente se resisten a informar a las entidades que se los requieren; y varios etcéteras más.
Miente, miente, que algo queda...
No son pocas las preocupaciones para el presidente. Y como consecuencia de las mismas, también son muchos los motivos para sus ataques de paranoia.
Además de los casos de corrupción y desprolijidades enunciadas, se le está escapando progresivamente al gobierno el control de la Justicia al que estaba demasiado mal acostumbrado. Ahora van apareciendo magistrados o cámaras penales decididos verdaderamente a actuar. El tema del control de los precios de artículos básicos quedó en la utopía, ya que aquellos se han disparado y al parecer en este invierno todo será mucho peor, al incorporarse un aumento en el gas y la cercana posibilidad de que también se incrementen los valores del transporte público. No son pocas amenazas para un año electoral que hasta poco tiempo atrás provocaba en el gobierno sólo pensamientos y expresiones triunfalistas.
Kirchner sabe, además, que el ejemplo de Santa Cruz es tan peligroso como para que en cualquier momento comience el "efecto dominó" y se extienda al resto del país, donde se están atravesando instancias, en lo que hace a reclamos salariales, bastante parecidas a las de la provincia austral.
Para colmo de males, desde hace dos meses no puede pisar su viejo terruño, hacia donde escapaba todos los fines de semana para descansar y a la vez tratarse su grave dolencia intestinal. Otra cuestión que debe aumentar su ya incontenible nerviosismo. Y no hay perspectivas de que, como están las cosas por allí, pueda volver al menos durante un largo tiempo. Sus cómodas casas de Río Gallegos y El Calafate, vacías, son hoy mudos testigos de su impotencia.
Una impotencia que va extendiéndose como un virus y que contagia además a sus, hasta ahora, fieles segundones. Esos mismos que hoy constituyen sus voceros más frecuentes y que sólo balbucean mentiras como el jefe de Gabinete o que, en el caso del ministro del Interior, ataca con su conocida prepotencia a diestra y siniestra, pretendiendo imponer como verdades absolutas más y más mentiras, rayando ya en el límite de lo ridículo.
Es el único y cínico camino que aparentemente hoy sólo saben recorrer el presidente y sus laderos, a quienes les cabe perfectamente la frase antepuesta al comienzo de esta nota.
Carlos Machado
Buenos Aires - Argentina
info@PeriodicoTribuna.com.ar
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