sábado, 1 de marzo de 2008

PROFESIÓN POLÍTICA

¿Es la política una profesión para engrosar el patrimonio personal? (II)
Publicado el 29 de February, 2008 en Alejandro Olmedo Zumarán, Columnistas, Opinion
He recibido muchos comentarios sobre el artículo publicado el 22 de febrero: ¿Es la política una profesión para engrosar el patrimonio personal? que señalaba que en la Argentina hay más de 700 partidos políticos y en la que sostuvimos que “Los hechos nos demuestran que en la Argentina una de las formas de ganar dinero fácil y rápido es dedicarse a la política, por supuesto que hay excepciones”.

Uno de ellos expresa que lo que sostuvimos es cierto pero que no olvide que la cálifa de indeseables que guía nuestros destinos surgieron por nuestra absoluta responsabilidad: la indiferencia y que dirigentes de un país malolientes y crapulentos como los nuestros, son el producto de una atonía social.

En muchos escritos tratamos el tema de la responsabilidad de la sociedad en este presente que al parecer es irreversible. Por supuesto que hay honrosas excepciones pero la gran mayoría social ha apoyado a quienes desde hace décadas han llevado a la Argentina a este momento decadente donde la corrupción, el analfabetismo, la desigualdad en la distribución de la riqueza, la inseguridad, el desprecio por la vida y por los derechos humanos y la pérdida de casi todos los valores nos abruman y nos sumergen en las profundidades más oscuras y tenebrosas.

Tomemos como ejemplo las infracciones a la ley de tránsito que producen 8000 muertos por año. A pesar de esto, muchos argentinos dan preponderancia al incumplimiento de la ley poniendo en peligro la vida de terceros y la propia.

¿Cómo puede progresar una sociedad que antepone el incumplimiento de la ley al derecho a la vida?

Analicemos algunos comportamientos sociales cotidianos que nos darán una pauta del perfil de la sociedad.

1) Intentar coimear a un policía para evitar ser multado y luego contarlo como una hazaña en una reunión de amigos; 2) conducir a más velocidad que la permitida, no respetar los semáforos en rojo, no dar prioridad de cruce al peatón, abusar del uso de la bocina, estacionar o detenerse en lugar no permitido; 3) sacar la basura en horas y días que la ley lo prohíbe; 4) caminar por las calles tirando papeles en el piso y no en el cesto; 5) comer productos en las góndolas de los supermercados y luego tirar el envase en el piso o no anunciarlo a la cajera cuando abonamos; 6) no dejar el asiento a las mujeres embarazadas ni a las personas mayores en los medios de transporte público, a pesar del cartel que indica la obligación; 7) caminar con paraguas bajo los balcones cuando diluvia, no dejando pasar al transeúnte que no lo tiene; entrar en el subte y no dejar salir del vagón a quien intenta descender; 9) el afán por querer saltear a quienes nos preceden en las colas; 10) el incumplimiento del horario por parte de muchos profesionales que atienden a sus pacientes o clientes después de la hora prefijada.

Podría continuar, pero con estos diez puntos es suficiente para plantear los siguientes interrogantes:

1) ¿El olvidado pedido de “que se vayan todos” fue dejado de lado por el hecho de que la mayoría de los componentes de la sociedad no cumple las normas básicas de convivencia social y, por lo tanto, los futuros reemplazantes elegidos dentro de esta sociedad tampoco las respetarían?

2) ¿Una persona que no cumple con las normas a las que está obligado como ciudadano puede ser un funcionario honesto e idóneo en la función pública?

3) Existe la creencia de que el ejemplo debe venir de arriba hacia abajo, del padre al hijo, del maestro al alumno, del gobernante a sus gobernados.

4)¿Qué puede suceder con una sociedad donde la mayoría de sus miembros no cumple las normas básicas de convivencia social y luego, entre esos incumplidores, se elige a quienes ocuparán los cargos de jerarquía, como juez de la Nación, legislador o presidente de la Nación?

5) Puede una sociedad cuya mayoría hace del incumplimiento a las normas una regla y el respeto a ellas la excepción clamar a sus gobernantes, legisladores, jueces, ministros y funcionarios del Estado que tengan moral y honestidad?

El principal antídoto para esta patología es afianzar la educación que nunca estuvo en un nivel tan bajo y esto se refleja en los hechos que narramos más arriba y en los acontecimientos que suceden día a día. En la Argentina de hoy el concepto de autoridad ha sido eliminado, el solo hecho de mencionar la palabra autoridad convierte al interlocutor en una especie de represor, palabra favorita de la izquierda criolla utilizada para desprestigiar a quién la pronuncie, a pesar de que quienes expresan estos argumentos fueron quienes reprimieron a las instituciones democráticas en el pasado.

Cuando comprendamos el valor que significa para una Nación el cumplimiento irrestricto de la ley, que toda norma debe ser respetada sin excepción y que esto debe ser transmitido a nuestros descendientes, será el primer paso hacia la construcción de un país serio que, seguramente, tendrá, como merecemos todos, presidentes, legisladores, jueces, ministros y funcionarios probos y honestos que entenderán de una vez por todas el significado de tener el honor de servir a la Nación desempeñando un cargo público; y que ese honor no debe ser mancillado por el beneficio personal que tanto ha primado en nuestros últimos dirigentes.

Como expresara el gran novelista y dramaturgo ruso Anton P. Chejov, “los inteligentes son los que quieren aprender; los otros, enseñan”.

Autor: Alejandro Olmedo Zumarán

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