martes, 30 de junio de 2009

CUBANIZACIÓN DE AMÉRICA



29 de junio de 2009
Un panorama infantil violento lo largo del continente americano que se debate entre la crisis política y la inseguridad.

Generalidades
A partir del irrefrenable proceso de violencia mundial, las condiciones de vida que trascienden la economía son cada vez más paupérrimas. Con lo cual, el reacondicionamiento de los parámetros de normalidad se complica hasta presentarse como un concepto límite funcional a la extensión de estado de excepcional.

Un escenario caótico atravesado por la anomia y la indiferencia.

Encontramos a niños pandilleros, mareros, soldados, narcos en ascenso y miembros de los ya instalados carteles de la droga. Pero también, están los menores que no forman parte de ninguna de estas agrupaciones y que son sometidos al maltrato que los lleva al despojo de la familia como célula de la sociedad.

Bogotá es uno de los principales centros urbanos que no oculta la barbarie infantil. Que informa, a través de los medios de comunicación, el horror que padecen cotidianamente niños y niñas víctimas del abandono, del abuso sexual y el maltrato al interior del seno familiar.

Niños alineados
15, 14, 13 y 12 años. De mayor a menor y desde la más temprana edad experimentan el abuso como regla, la lógica del despojo de la inocencia y la ignorancia de los Valores Perennes que no les son enseñados y transmitidos. Es por ello, que bajo estas características se forman en el resentimiento y desarrollan una mentalidad que desencadena en un sentimiento de venganza.

Buscan, a través del vínculo con el poder mafioso, ocupar un lugar. Establecer un sentimiento de pertenencia que los haga formar parte de algo que los coloque en un espacio protagónico, aunque más no sea, el narco criminal. Así se convierten en asesinos que son tomados por algunos gobiernos como víctimas del sistema y no como victimarios, colocando una vez más en la mesa de debate la institucionalización de leyes que tengan que ver con la relación entre crimen y castigo en el rango de la minoridad.

Centroamérica, fundamentalmente en su triángulo de maras (El Salvador, Guatemala y Honduras) y Latinoamérica en su triángulo embrionario marero (Argentina, Uruguay y Chile) encarna una realidad que tiene que ver, entre otras cosas, con niños que son víctimas de otros niños. Porque encontramos que en la marginalidad y en la crisis al interior de las familias se desarrollan situaciones de desamparo que son percibidas por los chicos insertos en el terrorismo y más aún, por los individuos que manejan los hilos del poder del narcotráfico, como funcionales al crecimiento y a la ramificación del tráfico de personas, droga y órganos.

Se usufructúa del riesgo social por abulia para crear nuevas células delictivas conformadas por menores impunes en sus distintos formatos bajo el común denominador de la violencia. Un escenario en el que la tragedia de la moral y los valores se profundiza a medida que las fronteras se vuelven más permeables permitiendo que las naciones se rieguen del caos que genera la penetración de los carteles de la droga.

El caso de Honduras
Honduras, como país integrante del triángulo mara encuentra jaqueada su seguridad doblemente. Por un lado, las constantes operaciones conjuntas de las maras y los narcotraficantes y por otro lado, la crisis del Gobierno de Zelaya que termina con un Golpe de Estado. No obstante, algunos especialistas internacionales residentes en dicho país hacen referencia a un auto golpe para intentar evadir la ineficacia del gobierno y el aumento de la violencia.

Sucede, que al igual que muchos países del continente, la reforma de las constituciones es una tendencia que se viene dando desde hace algunos años con el fin de renovar mandatos hasta lograr perpetuarse en el poder. Algo que Manuel Zelaya, siguiendo el modelo de Chávez en Venezuela, parece haber barajado en su círculo político más mediato.

Se busca, a través de la victimización de los oficialistas escudados bajo el velo progresista o popular, llevar el caos de arriba hacia abajo. Movilizar a los estratos sociales más bajos para enfrentarse con las fuerzas de seguridad profundizando el deterioro social y no el cambio como se pretende instalar.

Entonces, alterando ficticiamente las democracias a nivel político y consolidando la barbarie para nutrir a los grandes grupos del poder económico y político, la región se divide en materia de inseguridad en la centroamericanización latinoamericana y en materia política se la conduce a la cubanización americana.

Publicado por Laura Etcharren

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