domingo, 28 de junio de 2009

ESTAMOS VOTANDO


Por fin estamos votando pero ¿esto es la democracia?
POR CLQAUDIO M. CHIARUTTINI
Si estamos votando, ¿por qué no hay regocijo entre los electores? ¿Por qué hay una cierta decepción aún antes de ingresar al cuarto oscuro? ¿Por qué, aún cuando el candidato que triunfe sea aquel por quien votamos, la esperanza permanece ahuyentada? Temas sobre el que profundizó el autor durante su editorial dominical en radio América.


"Somos, más bien, nosotros, los vivos, los que debemos consagrarnos ahora a la tarea inconclusa que, aquellos que aquí lucharon, hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos ahora a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que, de estos muertos a los que honramos, tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron hasta la última medida completa de celo. Que resolvamos aquí, firmemente, que estos hombres no habrán muerto en vano.

Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad.

Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra",
Abraham Lincoln,
Discurso de Gettysburg.


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Desde hace algunas horas, algo más de 10 millones de argentinos están intentando realizar el acto más importante que tiene un sistema democrático: votar.

Sin embargo, llegamos a estas elecciones en medio de la apatía y desinterés general de los ciudadanos, con polémica por la seguridad y transparencia de la votación y con la necesidad de colocar cámaras en los recintos de recuentos de votos para asegurar resultados limpios.

Llegamos a estas elecciones con hacker violando el sitio del Ministerio de Justicia donde se le informa el ciudadano dónde votar, con más de 300.000 documentos de identidad sin entregar y con DNI incluidos en los padrones con número inicial 40 millones, lo que implica que pueden votar menores de 2 años (ni que fuera una elección en un jardín de infantes).

Llegamos a estas elecciones con padrones realizados por adjudicación directa por 14 millones de pesos y, pese a ello, tienen 3 millones de errores, no están actualizados ni depurados y con nmbres de votantes nacidos en el Siglo XIX contemporáneos de Carlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña, Leandro Nicéforo Alem y Lisandro de la Torre.

Llegamos a estas elecciones con listas cargadas de familiares, con más candidatos del campo que de organizaciones sociales, con más gremialistas lejanos Hugo Moyano que aliados del camionero, con cientos de listas acostadas o barridas a último momento y con un estreno: las llamadas listas espejos, una nueva forma de confundir al ciudadano.

Llegamos a estas elecciones con boletas múltiples y falsas, con candidatos impugnados, con listas colectoras, con candidatos homónimos, con el fantasma del corte de boleta y con la realidad del voto en blanco.

Llegamos a estas elecciones en Buenos Aires con 1.480 listas, 25.253 candidatos, con 30.792 mesas, con algunos distritos con hasta 60 listas diferentes y, en la mayoría de los casos, las autoridades de mesas que no están preparadas para una votación de esta envergadura y dificultad.

Llegamos a estas elecciones con el miedo por el voto migrante, con el miedo del voto cadena, con el miedo del voto fantasma, con el miedo del voto cambiado, en el fondo, con el miedo de que nuestra expresión de libre elección sea presa de las bestias que conforman algunos aparatos políticos que sólo piensan la forma de impugnarlos, romperlos, cambiarlos.

Llegamos a estas elecciones reemplazando a 36.000 autoridades de mesas por empleados públicos –como si eso fuera garantía de independencia-dado que más del 20% de las autoridades citadas no pudieron ser notificadas y, una cantidad indeterminada, no se presentó esta mañana a cumplir esa función. ¿Dónde quedó el orgullo de ser “autoridad de mesa!” que contaban nuestros mayores cuando estábamos por votar por primera vez, hace 25 años, allá en 1983?

Llegamos a estas elecciones con 3.600 mesas más que hace dos años, dado que la Justicia tuvo que reducir de 390 a 350 los votantes por mesa, para que no produzcan las aglomeraciones, largas colas, pésimas condiciones de votación y problemas en el recuento de votos que sufrimos en octubre del 2007 y casi deslegitimó a muchas de las autoridades electas.

Llegamos a estas elecciones con menos de 20 mesas mixtas, manteniendo una diferenciación de sexos que no parece lógica en el Siglo XXI, pese a que la Justicia reconocer la identidad y los documentos otorgados a transexuales, combinando lo más selecto del sexismo de hace 200 años con la aplicación plena de los derechos humanos.

Llegamos a estas elecciones con dos intendentes depuestos que buscan volver a sus cargos (Juan Carlos Tierno en Santa Rosa, La Pampa; y Roberto Porreti, en Pinamar), con lo cual, se vuelven a jugar internas abiertas dentro de las elecciones externas, convirtiéndonos a todos los argentinos en afiliados, al mismo tiempo, de casi todos los partidos políticos.

Llegamos a estas elecciones con mandatos incumplidos, renuncias anticipadas, con el clientelismo a pleno, con personas que heredan cargos por las que nunca hicieron campaña y con una segunda gran estafa hacia el votante aprobada por la Justicia Electoral: las candidaturas testimoniales.

Llegamos a estas elecciones con 42% de candidatas mujeres, con postulantes que han saltado de un distrito a otro, con nombres impuestos a dedo, con organizaciones no gubernamentales suplantando a los partidos partidos en sus demandas de transparencia, con candidatos que nunca han dado la cara, a los que no se les conoce la voz, pero que asumirán gracias a las falaces candidaturas testimoniales.

Llegamos a estas elecciones con una intervención pocas veces vista de la Justicia electoral que aceptó e impugnó candidatos, que aprobó y derribó listas, confirmando estafas electorales y, cosa curiosa, deslindando responsabilidades ante el recuento de los votos. Es más, la Justicia electoral llamó a los veedores internacionales para tratar de borrar con el codo, lo que escribió en sus fallos.

Llegamos a estas elecciones con campañas encubiertas, con campañas sucias, con campañas engañosas, con campañas con falacias, con campañas demagógicas, con campañas negativas. Sin embargo, estamos votando sin saber cuánto costó, en realidad, la campaña que acabamos de presenciar.

Llegamos a estas elecciones sin saber muy bien cómo se contarán los votos, dado que –como destaca Rosendro Fraga- el Frente para la Victoria se presenta sólo en 9 de 24 distritos, no se presenta en 2, junto con el PJ lo hace en 11. A su vez, la UCR está en los 24 distritos, pero en 10 aparece como Acuerdo Cívico y Social, como UCR a secas en 5 y con alianzas en el resto. El PRO va sólo en 1 distrito y en otros 9 va con alianzas. El ARI aparece, sin Elisa Carrió y con Elisa Carrió. El socialismo va sólo en algunos distritos, dividido en otros y en alianza en el resto.

Llegamos a estas elecciones casi sin debate. Pobre fue en la Capital Federal, casi a las trompadas terminó en Córdoba y en Tierra del Fuego presentaron un proyecto de Ley para que sean obligatorios.

Sin embargo, el secretario de Redacción de Ámbito Financiero, Ignacio Zuleta, escribió que ésta fue la elección donde hubo más debate desde el regreso de la democracia, aunque fue un debate indirecto, mediatizado.

Así, desde este punto de vista, llegamos a estas elecciones con un candidato que dice algo mientras camina por un centro comercial barrial, otro le contesta mientras besa un bebe, otro interviene desde una fábrica, otro da su opinión desde un sketch de televisión, otro más se suma desde un canal de cable y se cierra con otro que les responde a todos desde una entrevista radial. La verdad, no le falta razón al jefe de Política de Ámbito Financiero.

Entonces, desde esta visión, llegamos a estas elecciones luego de haber escuchado propuesta sobre seguridad, economía, distribución de la riqueza, desempleo, valor del dólar, forma de gobernar, forma de ser oposición y si un adinerado puede o no ser candidato.

En el camino se habló de estatizaciones y privatizaciones, del dengue y la Gripe A, de la educación, de la deuda externa, de los problemas del campo, de quién está mas cercano al tráfico de efedrina, de quién manipula a la Justicia.

Sin embargo, si hablamos de tantos temas, ¿por qué llegamos a estas elecciones en medio de la apatía y desinterés general de los ciudadanos, con polémica por la seguridad y transparencia de la votación y con la necesidad de colocar cámaras en los lugares de recuentos de votos para asegurar resultados limpios?

Después de que decanten los resultado de las elecciones, después que unos digan que tuvieron la mayor cantidad de votos, que otros digan que ganaron más diputados o que otros sostengan que fueron la sorpresa de la elección, el tema a tratar es el sistema político, el sistema electoral, la forma de representación del ciudadano.

Después de que decanten los resultados de las elecciones la reforma política prometida se debe llevar a la práctica. Los padrones deben estar actualizados y depurados, las listas deben presentarse en forma prolija, con candidatos que no renuncien a sus cargos para buscar otros o que anticipen que no jurarán en los cargos que serán votados.

Después de que decanten los resultados de las elecciones tenemos que tener elecciones con autoridades de mesa pagas, entrenadas, cuidadas por la Justicia electoral. Los recuentos de los votos deben ser claros y la transparencia y seguridad no se debe discutir más. Debemos conformar un un sistema a prueba de clientelismo, en donde el único miedo sea el miedo al voto castigo, a la sanción del ciudadano por un mal gobierno.

Después de que decanten los resultados de las elecciones debemos asegurar un sistema electoral que permita conocer todos los candidatos, que salgan de internas de partidos políticos, con plataformas claras y de fácil consulta, con candidatos que se votarán en forma uninominal por cargo.

Abraham Lincoln, dijo que la democracia era el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo. Eso, todavía, en la Argentina, no está asegurado.

Quizás, cuando votemos, estemos dando el primer paso para cumplir esa sencilla definición: que la democracia sea el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo y no un rosario de lamentos, pesares, dolores, estafas, engaños y trampas.

Aunque parezca mentira, como país, como ciudadanos, nos los debemos y lo merecemos.

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