lunes, 25 de octubre de 2010

KIRCHNERISMO ACABADO


Reflexiones políticas

por Guillermo Lascano Quintana

Mi impresión es que la Argentina ha ingresado en la etapa liquidatoria de un gobierno que se desmorona. Ello no debe ser interpretado como un final abrupto o un cambio inminente, sino como el lento desgajamiento de un aparato montado sobre la mentira, la corrupción, la vulneración del Estado de Derecho, el enfrentamiento salvaje entre sectores políticos y sociales, que poco a poco va perdiendo peso y recurriendo, por ello, a acciones cada vez más disparatadas. Pero no estamos, sólo, en las vísperas de un simple cambio de gobierno, sino ante el de un estilo y de propósitos, nocivos para la sociedad argentina. Han sido tanto los desatinos, los engaños, la demagogia, el latrocinio, la vulneración de las normas jurídicas y morales, que comenzaron el 25 de mayo de 2003, que la sociedad está reaccionando.

Eso sólo es la descripción de lo que está aconteciendo y acontecerá en los próximos meses con el gobierno y sus aliados, que enredados en sus contradicciones continuarán en la pendiente en que ahora se hallan, hasta el fondo. Habrá, sin duda, intentos de revertir ese declive y hasta pueden aparecer destellos de sensatez en algunos, pero el destino está marcado: el así llamado “kirchnerismo” está acabado.

Sin embargo la reacción de la sociedad aún es confusa y más todavía la de las clases dirigentes, aquellas que tienen la obligación de orientar, proponer y conducir los procesos políticos. Esto es, a mi juicio, lo más trascendente; lo que, si tiene éxito nos acercará al crecimiento y al progreso y si fracasa ahondará nuestra decadencia.

Para que los dirigentes asuman el papel que les corresponde, lo primero que deben hacer es decir “las cosas por su nombre”, con coraje y decisión. “Al pan, pan y al vino, vino”. Sin especulaciones minúsculas; con grandeza y magnanimidad.

Hay que decir, por ejemplo, que los jueces no deben ser presionados por nadie y mucho menos por hordas de desaforados aullantes; que las decisiones de la Corte Suprema de Justicia de la Nación deben ser cumplidas por todos, pero especialmente por otros órganos públicos; que la historia no debe ser tergiversada; que el enfrentamiento salvaje y permanente no conduce más que a la división y al caos; que los derechos deben ser ejercidos responsablemente y que las obligaciones con la sociedad son sagradas, pues está en juego nada menos que su subsistencia.

Y así como el “kirchnerismo” y sus seguidores tienen persistencia en sus planteos y apoyo de activistas e intelectuales, quienes quieran ser líderes opositores deben ser claros y terminantes en sus declaraciones y en sus conductas. Habrá que ser “políticamente incorrectos” y bregar por el irrestricto cumplimiento de las leyes y hablar de “las cosas” y no de “peces de colores”.

Entre las “cosas” a tratar no sólo deben estar las declaraciones grandilocuentes, sino, principalmente, proyectos y planes concretos y viables, sobre qué hacer con el educación y la salud públicas; qué hacer con el transporte, con la industria, con la actividad agropecuaria, con el turismo; de qué lado del mundo nos ponemos, es decir del lado de la libertad y el progreso o del lado de la tiranía y el atraso; y ser consecuentes con ello.

Si queremos crecer, mejorar el nivel de vida de nuestros compatriotas, brindarles oportunidades de trabajo, debemos hacerlo sin ambages, del lado de las auténticas democracias desarrolladas y no a la saga de pequeños dictadores de pacotilla.

Los responsables del futuro son los líderes políticos y sociales que tienen la obligación -si quieren ser dirigentes- de hablar claro y de aglutinar voluntades en torno de partidos organizados, que sean difusores de ideas y escuela de civismo. De lo contrario el inevitable fracaso de la oportunidad que se abre frente al fracaso del populismo autoritario y la consecuente decadencia, caerá sobre sus hombros.

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