martes, 26 de octubre de 2010
PRUEBA DE AMOR
Un golpe político y una prueba
El asesinato del activista del PO significó un revés para el
kirchnerismo, que ahora debe lograr el castigo de los culpables.
Sólo así demostrará que controla al sindicalismo cegetista.
por Sergio Crivelli
La muerte de Mariano Ferreyra en un choque con matones vinculados a la Unión Ferroviaria significó otro revés político para un gobierno que parece a la defensiva y con el GPS fuera de servicio. No había terminado aún de digerir las críticas por el veto del 82% cuando la violencia callejera lo obligó nuevamente a dar explicaciones, en este caso por el asesinato de un manifestante que no cayó víctima de la policía, sino de la represión privatizada en manos de patotas gremiales.
El impacto de esa muerte resultó imposible de disimular. El gobierno apareció falto de reacción y con un problema extra: ahora está obligado a descubrir y conseguir que se castigue al culpable del asesinato, porque de lo contrario corre dos riesgos. Uno, que se lo considere encubridor; dos, que se compruebe que no controla a la corporación dirigida por Hugo Moyano, actualmente su socio político más poderoso. Si el caso de Mariano Ferreyra termina como el de "Madonna Quiroz", es decir en la impunidad, significará otra derrota.
La primera reacción oficial ante el sangriento ataque en Barracas fue la acostumbrada: declinar cualquier responsabilidad. Primero la presidenta Cristina Fernández sugirió con estilo sibilino una suerte de complot: "Hay algunos que hace mucho tiempo buscan un muerto en la Argentina". Vale decir, la víctima era a su criterio el gobierno, no el activista baleado.
Después acusó al grupo político al que pertenecía la víctima de usar la violencia como método de protesta, porque días atrás irrumpieron de la peor manera en el Ministerio de Educación. Cabe recordar que no mucho antes de esta inesperada apuesta por el pacifismo la presidenta justificó la toma de colegios por parte de alumnos que hostilizaban a Mauricio Macri. Por último la presidenta se negó a recibir a los principales dirigentes del PO que reunieron en la Plaza de Mayo más de 20 mil personas.
La escena de la plaza llena y el gobierno encerrado con sus aliados de "izquierda" -Hebe de Bonafini y personajes de la "cultura" a sueldo del Estado- no podía resultar más patética. Especialmente porque la jefa de las "Madres" se dedicaba a difundir una torpe acusación contra Eduardo Duhalde.
Algo similar intentó el aparato paraoficial de prensa conformado por "blogueros" y medios alimentados con publicidad estatal, pero el intento fracasó. No sirvió para desviar la atención y, peor todavía, puso en evidencia que el primer cuidado de la Casa Rosada era eludir, como fuera, el costo político de la muerte de Ferreyra.
Por otra parte la "izquierda K" reunida en Palacio con la presidenta, mientras la otra izquierda ocupaba la calle completaron una imagen demoledora del aislamiento cada vez mayor de los Kirchner respecto del sector político con el que en apariencia pertenecen ideológicamente.
Lo ocurrido demostró, además, el agotamiento de la estrategia de reclutar a los activistas para controlar la calle puesta en marcha desde 2003. La tranquilidad que el gobierno consiguió financiando piqueteros, sindicatos y organizaciones de izquierda mediante de subsidios para sacarlos de los cortes y bloqueos parece estar llegando a su fin.
El principal problema surgido del tiroteo no es, sin embargo, el repudio de la izquierda, sino la falta de respuesta del sindicalismo cegetista. Con el muerto en la calle la Unión Ferroviaria se desentendió del asunto y hasta habló de posibles "infiltrados".
En pocas palabras, le transfirió la responsabilidad a la presidenta. Si los Kirchner tuviesen el poder que se les atribuye, José Pedraza, el líder de la UF, hubiese ido personalmente a la Casa Rosada a comprometerse con la investigación. La última carta del gobierno es, por lo tanto, la investigación judicial, un dato elocuente sobre lo limitado de sus recursos.
En ese marco de creciente desgaste el aumento de la influencia de Hugo Moyano representa un dato negativo más. La ofensiva del camionero por ubicar candidatos en las listas "K" delatan la intención de modificar la naturaleza de su poder. No le alcanza con la capacidad de presión; quiere ingresar al aparato del Estado.
Profetiza que quienquiera gane la presidencial deberá medir fuerzas con sus "pibes" si no lo acepta por socio, porque imagina un cambio de guardia y quiere generar la ilusión de que su poder no depende de quien gane las presidenciales. Pero esa es una expresión de deseos, otra más de las que hoy abundan en la realidad paralela que se construye el kirchnerismo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario