sábado, 31 de marzo de 2012
EL RELATO OFICIAL
El relato oficial
por Enrique Liberati
Sólo a los efectos explicativos de este artículo voy a clasificar tres planos del uso del lenguaje: la descripción (exposición que pretende mostrar un estado de cosas sin realizar juicios de valor), el relato (mostrar estado de cosas según los valores e intereses selectivos del orador) y el cuento (construcción lingüística de un estado de cosas donde se entrecruzan la realidad y la ficción).
Con demasiada frecuencia la presidenta, mediante la transmisión por cadena nacional, se dirige a todos los argentinos utilizando un discurso emotivo sobre el modelo y su brillante gestión gubernamental. También demoniza enemigos, a quienes responsabiliza de los fracasos del gobierno, y señala los obstáculos que debe superar para llevar adelante su plan. Ellos son: los medios independientes, Mauricio Macri, YPF y Malvinas. Esta última cuestión basada en la teoría de la agenda-setting, para distracción del pueblo.
Existen sobradas razones para registrar, con cierta efectividad, la retórica presidencial utilizada para imponer su relato como verdadero y orientado al beneficio de los 40 millones. Para demostrarlo debo centrarme en algunos recursos que le permiten a la presidenta mantener anestesiada a gran parte de la ciudadanía. Son recursos vinculados con las definiciones visuales, el razonamiento entimemático, las constantes referencias a la profecía autocumplida y al séquito de obsecuentes camaleónicos que aplauden frente a la tevé cualquier manifestación verbal pronunciada desde el atril presidencial. De este modo, el escenario y el monólogo demagógico influyen con alguna eficacia sobre toda la población y con mucha eficacia sobre los ciudadanos que prestaron consenso en las últimas elecciones.
La manipulación del relato
Los argentinos que vivimos la época oprobiosa (1976 a 1983) debimos soportar la historia oficial que mostraba una realidad inexistente. "Los argentinos somos derechos y humanos" era el eslogan para tapar los actos de terrorismo de Estado. El relato construía la realidad, era la imagen de una "intervención militar necesaria para restablecer los valores debilitados por la guerrilla que azotaba al país". El ejercicio del poder sin límites era explicado por todos los medios de comunicación intervenidos, que utilizaban el discurso oficial para difundir la única verdad.
Han pasado 36 años y hoy la manipulación de la realidad, con sintonía fina, ha superado el primitivo discurso de aquella época. Ahora el poder se legitima (como corresponde) por consenso mayoritario y la historia oficial se construye a través del relato presidencial y los medios sostenidos por el Estado, es decir los medios controlados por el grupo político que gobierna, malversando los fondos públicos en beneficio de aquellos que detentan el poder. Ahora explicaré un caso de razonamiento entimemático con premisas dispersas. Cuando la presidenta habló por cadena nacional unos pocos días después de la tragedia de Once, en un pasaje del discurso sostuvo como premisa mayor que "gobernaba para todos los argentinos". Continuó su alocución omitiendo referirse expresamente a las víctimas. "Los 51 muertos son una mínima cantidad" (esta circunstancia no la expresó, se trata de una premisa sobreentendida) y en dos ocasiones menciona que (a modo de conclusión) "gobierna para los 40 millones de argentinos". También, con una imagen muy sensible, pidió a la Justicia los peritajes dentro de los próximos 15 días. En un discurso posterior y en presencia de una enfermera que viajaba en el tren y que socorrió a los heridos, desplegó una actuación lacrimógena exaltando la solidaridad de la compañera, aunque nada dijo del sufrimiento y comunicado de la familia de Lucas Menghini Rey. Los familiares de todos los damnificados todavía esperan para ser recibidos oficialmente por la presidenta, en audiencia pública. No es una reina a la que hay que pedirle audiencia sino una servidora del pueblo que debe convocar o visitar a las familias de los afectados.
Otros detalles significativos son las imágenes televisivas detrás de la figura presidencial. En varias ocasiones, en un escenario cuidadosamente armado (a modo de definición visual), aparecen Perón y Evita o bien sólo Evita, y no se retacea la foto de Él. No menos importante es la reiterada práctica pública de la profecía autocumplida: "Si el hombre define situaciones como (si fueran) reales, ellas son reales en sus consecuencias". Muchas de sus afirmaciones sobre "el modelo" son falsas pero, con la reiteración, hasta ella misma cree que el gobierno sigue un "modelo" inexistente. Va acomodando su lenguaje, construyendo realidades con la omisión de los hechos que no favorecen su gestión. Por ejemplo, el tema de la corrupción, la inflación, las denuncias contra Amado Boudou, las protestas contra la llamada megaminería, el escándalo Schoklender, el conflicto salarial con los docentes y otros casos ocultados u olvidados con arreglo a una táctica premeditada. Se trata de ignorar esas realidades, no hablar y aplicar aquello de "no aclares que oscurece".
Es aceptable, y no es novedad, que cada gobierno construye su relato de acuerdo con sus intereses políticos. Sin embargo, aquí lo significativo es la utilización del aparato estatal para desconocer los principios elementales de la democracia y destruir las instituciones que garantizan los derechos constitucionales. No alcanzaría un tratado para mostrar los atropellos y desaciertos de una gestión destacada por el ejercicio autoritario del poder, que acusa de vagos a los maestros, nazis a los periodistas, no acata algunas sentencias de la Corte Suprema e impide el ingreso de libros y de insumos indispensables para la subsistencia saludable de la población y la industria nacional.
Reflexiones finales
Fomentar el consumo como nunca antes, distribuir papeles pintados (dinero) para acrecentar su poder atrayendo adherentes en proporciones asombrosas (54% del electorado) y disciplinar a los gobernadores con la billetera estatal conllevan un peligro latente. Estimo que la mayoría de los ciudadanos votaron el "modelo" porque encontraron que se habían satisfecho sus intereses, que emocionalmente no la podían abandonar, que las alternativas políticas eran muy pobres, vacías de propuestas y sin liderazgos sobresalientes.
Con Francisco de Quevedo apuntamos: "Poderoso caballero es don Dinero" y ésa es la matriz ideológica que respaldó la gestión de la presidenta; entonces, no deberá sorprendernos el cambio del humor social cuando la ciudadanía descubra –en proceso gradual y antes de fin de año– el juego diabólico del sector que gobierna que, con relatos engañosos, pretende sostener la cultura del consumismo esgrimida para ganar las elecciones. Disminuye en forma creciente el actual apoyo popular, por consiguiente es posible que transitemos un período de legalidad sin legitimidad. Ello ocurre si el gobierno abusa de las mayorías parlamentarias para dictar leyes confiscatorias que apunten a la división y odio de clases, como una forma de patear el tablero y atribuir culpas ajenas. La realidad supera la imaginación y debemos estar preparados para los próximos atropellos gestados por el grupo que entiende el poder como una propiedad privada.
Cierro con una cita de Francisco Rubiales en "Democracia secuestrada", quien resume críticas que comparto: "La experiencia ha demostrado suficientemente que nuestros líderes no han sabido preservar la sociedad de la crisis económica, de la injusticia, de la violencia, de la desigualdad, del desempleo masivo, de la drogadicción y de otras muchas lacras que nos afectan".
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