domingo, 25 de marzo de 2012

HISTORIA COMPLETA

-24 de marzo: Por favor ¡Basta de hipocresía para construir nuestra historia completa! Por Humberto Bonanata www.notiar.com.ar “La Democracia no es un criterio de verdad; la mayoría no implica la verdad de todos” - Fernando Iglesias - Ex Diputado Nacional por la Coalición Cívica Ayer se conmemoró el 36mo. aniversario del golpe cívico militar autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” que, como todas las ilusiones argentinas culminó en un fracaso. Mi relato será el de un joven que –apasionado por la política- lo vivió a sus 17 años, en el 5to. Año de la “Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini”, que en los años de “pseudo-democracia” osó colocar un stand en el patio de la escuela bajo el lema “Balbín-De la Rúa, la lucha continúa”. Los “montos” se encargaron de corregir mi error a puntapiés y me quebraron las dorsales 11 y 12 en un descanso de escalera de la Escuela. Mi lucha era retrógrada y reaccionaria. Que tuvo que “bancarse” la visita en un recreo del “Padre” Carbone, Mario Firmenich y Norma Arrostito para jerarquizar la enseñanza universitaria-secundaria del histórico comercial porteño. Que venía de una tercera generación de radicales patrocinados por “Don Julián Sancerni Giménez”, líder del Unionismo alvearista de la Capital Federal. Que vivía la política apasionadamente desde su “bautismo de fuego” al haber `pintado su primera pared en Avda. Cabildo y Zabala en la noche del 8 de febrero de 1973, día del nacimiento de su ahijado Fernando Hipólito Bonanata, hijo de su tío Jorge. Que el 11 de marzo de 1973 padeció junto a su padre Humberto por televisión el triunfo del lacayo de Perón, Héctor Cámpora, y el 25 de mayo, con una Plaza de Mayo llena de odio y resentimiento que acompañaba el retiro de Lanusse –gran culpable de la decadente prepotencia militar de entonces- percibió cómo las hordas del resentimiento se adueñarían de su adolescencia. Esa misma noche, en el Salón Eva Perón del ex Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, el Ministro del Interior –hoy Procurador General de la Nación-, Esteban “Bebe” Righi, le redactaba “al tío” la ley de amnistía que liberaría subversivos, asesinos y presos comunes de las cárceles de las condenas del “supuesto Camarón” pro-militar de la Revolución Argentina, cáncer que instaló el despreciable Juan Carlos Onganía al derrocar al austero y honesto “Don Arturo” Illia el 28 de junio de 1966, cuando cursaba mi segundo grado en mi querida “Escuela Argentina Modelo”, con la brillante profesora Ana María Roca de Insausti, (madre sustituta de mi niñez). “Se van, se van y nunca volverán” era la música de mis oídos, como luego diría el General Perón en su último discurso del 12 de junio de 1974, durante su tercera presidencia. Y como proveniente de una familia de origen radical esperaba crecer en democracia, a pesar de la rotura de mis costillas. Lamentablemente, el hijo del médico personal de Perón, ex Canciller del kirchnerato- Jorge Taiana se encargaba de colocar bombas –como en el “Bar Ibérico” que al tratar de matar a un marino, como llegó después que el militar la depositó junto a su ex esposa (a) Inés en el baño de damas, causando la muerte de una dama y un mozo. Purgó ocho años de cárcel durante la presidencia de “Isabel” y luego se exilió en México, entonces inodoro de criminales que “defendían sus derechos humanos”. Cuando el General dio su discurso el 1 de mayo de 1974, dos meses antes de morir, ya vivía en carne propia que sus ex “jóvenes idealistas” alimentaban el horror y la muerte en el enfrentamiento entre los extremos del peronismo los echó de la laza al calificarlos como “aquellos imberbes que gritan”…..”Qué pasa General que está lleno de gorilas el gobierno popular” y ”montoneros, fuimos unos boludos, votamos una muerta, una puta y un cornudo” (sic). El líder estaba enfermo y el brujo conducía los destinos de la temible Triple A para perseguir, extorsionar y matar a todos aquellos que pensaran distinto. Otra vez la Argentina debía soportar las guerras internas del peronismo. Muerto Perón la guerra fratricida no declaraba aumentaba en sus odios frente a una sociedad inerte y temerosa. Cuando el gobierno de María Estela Martínez, ya viuda de Perón, era desbordado por la violencia y el “rodrigazo”, dictó el famoso decreto también suscripto por Luder y Ruckauf de “aniquilar la subversión”. Ella, desbordada, acusó problemas de salud y se alojó durante un mes en la Residencia de Ascochinga junto a las esposas del los tres comandantes de las fuerzas militares. Pidió licencia dejando en la primera magistratura al Presidente provisional del Senado de la nación, Ítalo Argentino Luder. Este honorable catedrático no estaba preparado para la lucha y menos aún para hacer caso los pedidos de Ricardo Balbín para que se hiciera definitivamente cargo de la Presidencia de la Nación. Como me comentaba mi amigo José María García Arecha, Ricardo Balbín junto a Ferdinando Pedrini (Presidente Bloque de Diputados P.J.) y Antonio Troccoli (Presidente de Bloque de Diputados de la U.C.R.) se encargó de juntar los votos en el Congreso de la Nación para lograr el juicio político a María Estela Martínez –viuda de Perón- y ungir a Ítalo Luder como primer mandatario para llegar a las elecciones de octubre de 1976 “aunque fuera con muletas” como pregonaba el líder radical. La “Operación Independencia” a cargo del Grl. Antonio Domingo Bussi ya había comenzado y los resultados de “recuperar la zona liberada por el E.R.P.” eran exitosos. El famoso decreto de “aniquilamiento a la subversión” se estaba aplicando en democracia. Así las cosas en diciembre de 1975 el frustrado copamiento del Comando de Arsenales Domingo Viejobueno, atrapados por operación tenaza de las fuerzas legales y el también fracasado intento de copamiento de la Base Aérea de Morón por parte del Brigadier Jesús Orlando Capellini sellaban el destino trágico que nos conduciría a los argentinos de bien a respirar el paz cuando el locutor oficial Vicente Mentesana anunciaba el “Comunicado Nro. 1 “de la Junta Militar. Recuerdo esa mañana las sabias palabras de mi padre “Por fin cayeron, por las dudas hoy no vayas al colegio porque pueden salir los guerrilleros a enfrentarse con los militares” (sic). Ése era el miedo que vivía la sociedad civil…. Se equivocó el viejo. Ese día en la Plaza de Mayo había más palomas que gente. Nadie los había votado y el 80% de nuestra adolescente sociedad asentía tácitamente a terminar con el caos y poner la casa –nuestra Patria- en orden. Pero el gobierno de facto comenzó la caza indiscriminada de brujas, evitó los juicios sumarísimos para detener y juzgar subversivos bajo la ley marcial vigente entonces y muchos inocentes –entre muchísimos responsables- pagaron con sus vidas el canibalismo de Estado que respondió al terrorismo con más terrorismo. Todo lo que pueda hacerse legalmente en la Argentina resulta más fácil ilegalizarlo. Las internas entre Videla y Massera (a) “Comandante Cero” –arrogante asesino que pretendía peronizar en su persona la salida democrática y socio de Firmenich en el “Pacto de París” por el que los montoneros garantizaban la tregua durante el Mundial de fútbol de 1978, para que los argentinos pudiéramos demostrar ante el mundo que éramos “Derechos y Humanos”, en respuesta a la molesta visita de la titular de la Comisión Interamericana de DD.HH. –Jane Kirckpatrick- la embajadora Elena Holmberg´, residente en Francia, cometió el error de denunciar ante Cancillería, a cargo del Alte. Vignes aquel acuerdo espurio entre las dos lacras. Mientras se regaba con sangre la historia argentina, por ambos demonios, la economía era una fiesta y la plata era muy dulce. El “deme dos” era lo mas escuchado por los argentinos compradores de productos electrónicos en Miami. Mientras tanto, el cierre de fábricas y el aluvión de productos importados, en su gran mayoría de poca trascendencia, la subvaluación del dólar y la bicicleta financiera en nombre de un “liberalismo intervencionista” compraba y estatizaba empresas privadas, como el bochornoso “Caso Ítalo”. Otra vez usaban al liberalismo en nombre de sus propias prebendas… Los argentinos incorporábamos al diccionario de la R.A.E. el término “desaparecido”, a quienes Videla definía catedráticamente como “aquello que no está, ni vivo ni muerto” Modificaron el Código Civil para incorporar una capítulo bajo el título “presunción de fallecimiento” – para facilitar la apertura de sucesiones- que al recordado profesor López Cabana, adjunto de la cátedra del maestro Atilio Aníbal Alterini, le costaba explicarnos a sus alumnos en 1979. Ya éramos los mejores en fútbol tanto de mayores en 1978 como en juveniles con Maradona y Ramón Díaz a la cabeza en el mundial de Japón de 1979. Antes de ello el Alte. Carlos Lacoste de había adueñado de uno de los negociados más grandes del autotitulado “proceso”. El Ente Autárquico Mundial´78 construía y reformaba estadios de fútbol, al igual que la faraónica Argentina Televisora Color (A.T.C.) por cifras siderales que eran bien recibidas por los acreedores de nuestra deuda externa, que a fines de 1983 había pasado de U$S 5.000 millones a U$S 50.000 millones. En 1980, bajo otro acuerdo espurio entre Massera y el chacal Firmenich, éste aconsejó a sus camaradas subversivos a regresar al país para realizar el contraataque montonero, habida cuenta del malestar social imperante. Muchos creyeron en él –sólo asimilable con judas- y volvieron. Habían sido entregados uno a uno y formaron parte de la larga lista de desaparecidos, jamás juzgados por juicios sumarísimos, sólo asesinados por el pacto entre dos demonios. Ya en 1981, durante el gobierno de Roberto Viola, el proceso necesitaba recomenzar el diálogo con los partidos políticos reconocidos en su legitimidad de origen. Pero Viola iba demasiado pronto con su apertura dialoguista y sufrió su histórico renunciamiento por salud, conocido popularmente como “la gran Viola”. El ex alumno de la Escuela de las Américas, Leopoldo Fortunato Galtieri tenía hambre de poder y junto con Cristino Nicolaides no dudaron con hacerlo renunciar. Ya Lorenzo Sigaut autor de la célebre frase “del que apuesta al dólar pierde” y el Presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, habían nacionalizado la deuda externa, por la que todos tuvimos que pagar la “fiesta de pocos”. El “proceso” se moría por su propio veneno, no quedaba otra salida que limpiar las urnas que el etílico Galtieri decía tener bien guardadas. Pero la locura y el miedo de abandonar el poder merecían un final históricamente trágico. En 1833 el primer dictador de nuestra historia, Juan Manuel de Rosas, dejaba entregar pacíficamente las Islas Malvinas al imperio británico…..Por algo eligió morir en esas tierras…. Dentro de 8 días, el 2 de abril, se cumplirán 30 años de la reivindicación argentina sobre nuestras irredentas tierras. El 30 de marzo, Galtieri había reprimido una movilización cegetista encabezada por Saúl Ubaldini, detenidos a quienes liberó el día de la epopeya. Lástima que la dictadura sólo lo hizo para proyectarse en el futuro sin contar con la lógica y estrategia de la guerra. El informe del Grl. Benjamín Rattenbach, así lo certifica. El 10 de abril miles de porteños concurrimos a la Plaza de Mayo para apoyar la supuesta recuperación de nuestras tierras irredentas. Nos retiramos espantados cuando el dictador etílico les propinó a los ingleses…”Si quieren venir que vengan, que les daremos batalla”. El calor popular y Johnny Walker lo hicieron sentir el nuevo Perón. Rechazó las propuestas de las tres banderas (Argentina, Inglesa y Naciones Unidas) propugnada entre otros por Alsogaray y Alfonsín, quienes eran calificados por “60 Minutos” programa conducido por el sincero José Gómez Fuentes, como pusilánimes como mínimo. “Se viene el Principito” decía el finado José, cuando la Real Army enfocaba sus buques hacia los lejanos territorios coloniales, de los pocos que aún les quedan. Miguel Ángel Zabala Ortiz, Canciller de Arturo Illia y alvearista de pura cepa, había logrado en 1965 la Resolución 2065 que obligaba a las partes (Argentina e Inglaterra) a sentarse a hablar sobre soberanía. Galtieri ni sabía inglés y no quería escuchar a “Canoro” Costa Méndez sobre la imperiosa necesidad de negociar; el etílico confiaba en la neutralidad de los Estados Unidos para con su madre Patria y que la dictadura de Pinochet se mantendría al margen del conflicto bélico. Como todo borracho se equivocó. EE.UU. acompañó al Reino Unido y Chile nos espió en connivencia con el Reino. El final era comprensible. El 14 de junio, tras 748 muertes, la Argentina debió rendirse ante Jeremy Moore, comandante de las tropas inglesas. Ese día jugaba la Selección en el Mundial de España y el canal oficial nos convocaba a la Plaza para explicarnos el por qué de la guerra. Muchos nos subimos a los colectivos, con la misma buena fe que el 10 de abril y sufrimos una feroz represión policial con gases lacrimógenos incluidos. Otra vez más nos habían forreado. Tuvimos que protegernos como delincuentes para poder respirar ya que los gases provenían desde las cuatro alas de la Plaza histórica nos atacaban sin saber por qué. El borracho huyó y le dejó la sartén hirviendo al Grl. Bignone, quien tuvo que pagar injustamente las atrocidades de sus camaradas. Además de proclamar la “ley de autoamnistía”, el último presidente de la dictadura convocaba al diálogo a las elecciones que se celebraron en 1983, con el consabido triunfo de Raúl Alfonsín. El presidente electo les dio la posibilidad a los militares de autojuzgarse por su propio Código de Justicia Militar. No lo aceptaron por espíritu de cuerpo…. En 1985 la Cámara Federal ejerció el derecho punitorio del Estado y condenó a los ex Comandantes en Jefe de las Juntas militares gobernantes durante siete años por los delitos de desaparición de personas cometidos contra culpables e inocentes…. Todos merecían un juicio previo que no tuvieron. Los asesinos de Paula Lambruschini (15 años); María Cristina Viola (3 años) y Humberto Viola –su padre- y tantos otros hoy gozan la impunidad de la historia y ocupan altos cargos en el régimen gobernante. Todo hecho faccioso que mal comienza…mal concluye. Espero que a nuestros hijos les enseñen la historia COMPLETA para que logren su memoria COMPLETA. Así como vamos, vamos muy mal. Humberto Bonanata Buenos Aires, Marzo 25 de 2012

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