sábado, 17 de marzo de 2012

HISTRIONISMO

Y UN PAÍS SIN DESTINO : LA SOLUCIÓN EN TUS MANOS . Todos locos Por Jorge Fontevecchia 16/03/12 - 09:28 La Presidenta, incluso desde que era senadora, siempre exhibió rasgos que el Manual de Trastornos de la Personalidad (DSM-IV) describiría como narcisistas e histriónicos. Estos rasgos se han pronunciado desde que se operó. Como si la medicina que le suministran para compensar la pérdida de la tiroides no estuviera correctamente balanceada, sus últimos discursos públicos reflejan un estado de alteración mayor a lo habitual en ella misma. Seguramente ésa no sea la causa, y lo es la sensación de gloria por haber ganado las elecciones con la mayor diferencia de votos en toda la historia nacional, combinada con el estrés que genera la serie de problemas reales a enfrentar que amenazan con superarla. Una de las características de estos trastornos es la pérdida de las proporciones. Por ejemplo, utilizar el mismo énfasis dramático para asuntos menores que para mayores. La persona agiganta cuestiones ordinarias a las que reviste de atributos épicos (el traspaso de los subtes a Macri) o minimiza cuestiones mayores (el accidente del tren donde murieron 51 personas). Cuentan que el ex secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, sostiene que no fue su idea decir que hubieran muerto muchas menos personas si el accidente de trenes de Once hubiera sido un feriado, o si no hubiera habido crecimiento económico. Que él tuvo que expresar lo que le mandaron decir y que la autora del libreto sería la propia Presidenta. El método de decidir por espasmos se ha irradiado a muchos ámbitos. Primero a los ministros, muchos de los cuales están al borde de un ataque de nervios, y luego a quienes soportan las presiones del Gobierno. El mejor ejemplo fue el levantamiento del programa de Marcelo Longobardi en C5N cuando hablaba Alberto Fernández, logrando para los agentes del hecho el efecto contrario al buscado. Tamaño error sólo se puede explicar porque a varios se les saltó la cadena. Al ministro De Vido que, desde el accidente del tren en Once, vive semanas de intensa presión y cada vez “se saca” con más facilidad, tanto en público (el martes en el Senado) como en privado (el mismo martes llamando a Daniel Hadad). Es una cadena de cadenas que se saltan. El clásico efecto síndrome: una rotura repercute sobre el próximo eslabón que por efecto de la mayor presión luego también se rompe. La Presidenta psicopatea al ministro, el ministro psicopatea al dueño del canal y éste, superado, aprieta el botón que termina dañando a los tres. Pero la cadena de locuras no deja inocentes ni siquiera a las víctimas. Porque en su colmo, a quien se censura no es a un opositor sino al principal responsable de la instalación misma del sistema de censura kirchnerista. El fallo de la Corte Suprema que condena al Gobierno nacional por la discriminación con la publicidad oficial corresponde a un juicio iniciado en el año 2006, cuando Alberto Fernández era el jefe de Gabinete y responsable directo de la política de medios del kirchnerismo, la que continúa hasta hoy con la línea por él fundada. Eso explica su rápida predisposición a aceptar disculpas y tomarlo con humor en los medios donde se produjo la censura. El propio Marcelo Longobardi –que tiene el mérito de una consecuente independencia del Gobierno y de la propia empresa donde trabaja– también salió herido porque quedó expuesto aceptando justificaciones que todos saben son de compromiso. Una fuente cercana a Longobardi lo justifica diciendo que él es el menos paradójico de todos los actores de esta trama porque se “come un sapo” por amistad con Hadad, a quien siente que le debe su solidaridad aun en el error. La misma fuente sostiene que una prueba de ello la tendría Clarín porque Longobardi vendría rechazando ofertas de Radio Mitre para trabajar allí por el doble del dinero que gana en Radio 10. La escuela psicológica sistémica analiza las trastornos de personalidad de un individuo en el contexto del grupo en el que interactúa. El “loco” nunca estaría solo, porque obliga a los demás a enloquecerse un poco para continuar a su lado. Y no siempre el sujeto enloquecedor del grupo es quien se brota; normalmente lo hace el más débil aunque pueda ser el más sano de todos ellos. No siempre quien aprieta el botón, el último eslabón de la cadena que se salta, es el más débil. Puede también ser el más fuerte que –consciente o inconscientemente– busca escarmentar a quien lo presiona dejándolo expuesto públicamente a sus propias consecuencias para que en el futuro presione menos. Tampoco hay que pensar que el primer eslabón de la cadena, en este caso la Presidenta, sea el más fuerte y el sujeto enloquecedor de todos los demás. La “locura” argentina precede al kirchnerismo, este Gobierno es una de las consecuencias de las crisis de 2002, a la vez consecuencia de décadas de desaciertos. Igual, el repaso de las definiciones del DSM-IV sobre los trastornos de personalidad aquí citados es elocuente: Histrionismo. “Las personas con trastorno de personalidad histriónica suelen expresar sus emociones de manera exagerada. Suelen ser vanidosas y egocéntricas, y se sienten incómodas cuando no son el centro de atención. A menudo son seductoras en apariencia y comportamiento, ya que les preocupa mucho no serlo. Buscan continuamente a alguien que las tranquilice, que apruebe lo que hacen, y pueden enfadarse cuando alguien no las atiende o halaga. Suelen ser impulsivas y poco tolerantes a la frustración. Su estilo cognitivo es extremista, tienden a ver todo en términos de blanco o negro. Su discurso a menudo carece de detalles y es exagerado.” Según el DSM-IV, quien padece el trastorno histriónico “no se siente cómodo en las situaciones en las que no es el centro de la atención, la interacción con los demás suele estar caracterizada por un comportamiento seductor o provocador, muestra una expresión emocional superficial y rápidamente cambiante, utiliza permanentemente el aspecto físico para llamar la atención sobre sí misma, tiene una forma de hablar excesivamente subjetiva y carente de matices (y) muestra autodramatización, teatralidad y exagerada expresión emocional”. Narcisismo. “La persona con trastorno de personalidad narcisista –también según el DSM-IV– tiene un grandioso sentido de autoimportancia (por ejemplo, exagera los logros y capacidades, espera ser reconocida como superior, sin unos logros proporcionados), está preocupada por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios, cree que es ‘especial’ y única, y que sólo puede ser comprendida por, o sólo puede relacionarse con, otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto estatus; exige una admiración excesiva, es muy pretenciosa, por ejemplo, tiene expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas; es interpersonalmente explotadora, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas, carece de empatía: es reacia a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás, frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás la envidian (y) presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios.” No le rezamos a Dios, rezamos para revelar la Luz de Dios que ya está dentro de nosotros.

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