domingo, 30 de marzo de 2008

ALGO PERSONAL

Por Federico Storani



Mientras en todo el país crecía la adhesión a la protesta del campo y se multiplicaban los cortes de rutas de los chacareros, el gobierno no tuvo mejor idea que inducir a las patotas que les son afines a atacar la protesta agraria estimulados por la intempestiva e intolerante intervención de la presidente Fernández de Kirchner del día martes 25 de marzo.

No se trató de un error de apreciación o de un discurso pronunciado bajo los efectos de la tensión que puede provocar el desarrollo de un conflicto al que el gobierno no puede ni quiere encontrarle la salida.

Se trató de una nueva manifestación de un estilo que tan bien definiera el cantautor catalán. Decía Serrat en aquellos versos en los que describía a los burócratas que entorpecían la transición española defendiendo los intereses del régimen franquista. Se trata de ver “quien es el que la tiene más grande”.

Desde la instauración de la democracia y aun en las peores coyunturas, la política ha transitado en la Argentina por los carriles de la búsqueda de los consensos en una rutina que muchas veces resulta desgastante y en la que, generalmente, quien gobierna paga los mayores costos. No se trata de otra cosa. Ningún sector de la sociedad, de la producción o de la actividad política tiene porque sufrir la amarga sensación de tener que soportar una injusticia frente a quien gobierna solo porque éste es mas poderoso, porque tiene la fuerza, porque no es ecuánime, porque lo somete, porque le aplica la regla de “las jinetas”.

Los esbirros del kirchnerismo han dejado en claro que una de las más nefastas tradiciones políticas de los años 70 está de regreso. Porque, bueno es recordarlo, no todo lo que sucedió durante la década del 70 fue fantástico. Esa tradición indica que ningún hombre del oficialismo se plantea jamás la necesidad de alcanzar el consenso.

Creen no cometer ningún error cuando avanzan a marcha forzada sobre la cuestión que sea sin evaluar alternativas, sin tener nada para contra ofertar, sin plantearse ni siquiera por un momento el hecho de que someter permanentemente a sus ocasionales interlocutores, que siempre terminan transformados en adversarios, es igual a sembrar vientos. No es así. Siempre van por todo. Y están convencidos de que son protagonistas de una epopeya histórica en la que se reivindica no se sabe bien qué.

Y se alejan de la realidad. Es probable que muchos caceroleros no conozcan en profundidad la actividad rural, de hecho la propia Presidente quiso realizar una demostración de conocimiento de las zonas agrarias y al rato nomás recibió una clase de geografía argentina, porque ella tampoco tenía muy claro de qué estaba hablando. Muchos caceroleros tal vez no conozcan los detalles de la actividad agropecuaria. Pero quizá comiencen a cansarse de las valijas con dineros de origen desconocido que circulan en la Casa Rosada; quizá la clase media ilustrada que tanto le molesta a la Presidente, a la que al fin y al cabo ella pertenece, deteste la infinita soberbia de los Fernández, o de Julio De Vido; quizá los caceroleros estén cansados de las mentiras del INDEC y sufran los constantes aumentos de precios; quizá haya caceroleros a los que no les guste sufrir los atropellos permanentes de Hugo Moyano; quizá los caceroleros estén hartos de esperar que se resuelva de una vez, y por medios legales y civilizados, la cuestión de la seguridad en la Argentina. Quizá haya caceroleros que se pregunten por la suerte de Julio López.

Y entonces estallaron y se manifestaron de la manera que lo hicieron y en el momento en que decidieron hacerlo. No hay más conspiración detrás de este pronunciamiento de vastos sectores de la sociedad que la torpeza y la prepotencia de funcionarios como Guillermo Moreno.

El oficialismo kirchnerista se aleja de la realidad cuando entiende que un resultado electoral es un cheque en blanco. Y que además es una suerte de victoria definitiva. Su plan de Gobierno no es más que el de la recaudación, al fin y al cabo el kirchnerismo solo parece ser un mediocre elenco de gobierno que está sentado sobre un enorme cofre repleto de dinero con el que creen que podrán ir apagando incendios allí donde la realidad les choque de frente en el rostro.

El novel ministro de economía, que tolera la intervención permanente de su cartera, calla que la mentada solidez de nuestra economía no sería tal si llegara a profundizarse la crisis de desconfianza que azota a los mercados internacionales y si continua cayendo el precio internacional de la soja.

El oficialismo kirchnerista se aleja de la realidad de tal modo que en más de una localidad del interior los que acompañan y ayudan a sostener la protesta agraria son precisamente… los trabajadores camioneros.

La desconexión es tal que luego de 14 días de silencio solo se atinó a decir que el paro del campo se hacía en contra de la sociedad, la respuesta se hizo escuchar esa misma noche y solo fue disuelta cuando apareció la patota. La causa es justa pero nadie quiere arriesgar su cabeza para que los esbirros de D´Elía, Moyano, Pérsico o el patotero de turno se la rompan de un garrotazo.

La actividad política siempre ofrece una salida. Pero para encontrarla el Gobierno de los Kirchner debe volver a la política, es decir debe volver al diálogo y a la construcción de consensos. No tienen por qué suponer que consensuar medidas con los sectores involucrados signifique una debilidad. El Gobierno debe volver a la política contra la que despotricó de manera irresponsable. Debe ofrecer una alternativa que contemple a la actividad agropecuaria como una actividad viable para que esta siga siendo un puntal de la economía nacional como lo fue cuando resultó decisiva en la salida de la crisis económica de los años 2001 y 2002.

Contra lo que supone el ministro que pierde su tiempo jugando con la Play Station, éste nivel de retenciones solo reconcentrará la riqueza y las tierras en aquellos pooles y grupos económicos mas poderosos. Es decir, los grandes grupos económicos que podrán resistir éste nivel de exacción impositiva, luego de la crisis saldrán al mercado para quedarse con todo y ya no habrá pequeños ni medianos. Serán solo los grandes. La riqueza se reconcentrará cada vez más a pesar de lo que diga el discurso fogoso de antaño.

Hay pocas esperanzas de que el Gobierno reflexione. El kirchnerismo solo retrocederá ante la evidencia manifiesta. El Gobierno no se quedó sin alternativas para la negociación por una torpeza o por un mal diagnóstico de la crisis. El Gobierno no tiene alternativas para la negociación porque no quiere ceder en nada.

El kirchnerismo no negocia. Está lleno de tipos que ni siquiera quieren parecerse a “cachorros de buenas personas” ni tampoco les “dan de comer a las palomas” .
FTE. CRÓNICA Y ANÁLISIS

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