jueves, 29 de julio de 2010

OPOSITORES CONFUNDIDOS


Río Negro - 29-Jul-10 - Opinión

Editorial
Opositores confundidos

Si los Kirchner cuentan con una carta de triunfo, ésta no tiene nada que ver con su encanto personal, que es escaso, o con los logros de su gestión conjunta. Consiste en la capacidad de los deseosos de reemplazarlos para encontrar nuevos motivos para pelearse entre ellos. Así, pues, la jefa de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, se ensañó con la estrella radical ascendente Ricardo Alfonsín por haber compartido una foto con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, lo que brindó a la diputada de Generación para un Encuentro Nacional (GEN) Margarita Stolbizer una oportunidad para reprehender a su es de suponer ex amiga afirmando que "cada vez que abre la boca divide" y acusarla de ser "funcional" al ex presidente Kirchner. Tiene razón Stolbizer, pero al hablar de tal modo ella también está ayudando al santacruceño. Asimismo, la voluntad evidente de casi todos los integrantes del arco opositor, trátese de progresistas o de peronistas de perfil más conservador, de contribuir a hundir al jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, desprestigia a todos. Tal y como están las cosas, la interna, a veces furibunda y caótica, que están celebrando aquellos opositores que esperan incidir en el futuro del país podría culminar con el suicidio político colectivo.

Lo que hemos visto hasta ahora es mucha táctica y muy poca estrategia. A los opositores les convendría bajar los decibeles por un rato para procurar llegar a un acuerdo amplio sobre la mejor forma de enfrentar el desafío planteado por un gobierno que está claramente resuelto a aferrarse al poder por los medios que fueren. Stolbizer parece entenderlo, de ahí sus esfuerzos por impulsar un "acuerdo de gobernabilidad", propuesta ésta del radical Rodolfo Terragno, no sólo con agrupaciones que son afines a su variante del radicalismo sino también con los peronistas disidentes y los partidos menores. A esta altura no podría ser cuestión de un programa de gobierno común sino más bien de un acuerdo destinado a asegurar que todos acepten respetar ciertas reglas de convivencia que, en una democracia más madura que la nuestra, serían inherentes a la cultura política.

Aunque todos los políticos coinciden en que es demasiado temprano para hablar de candidaturas, la verdad es que raramente piensan en otra cosa. Puede que estemos a más de un año de las próximas elecciones presidenciales, pero el tiempo ya está comenzando a apremiar. Mal que bien, instalar una candidatura y convencer al electorado de que la persona así privilegiada posee las cualidades necesarias para liderar el gobierno encargado de manejar la herencia que dejarán los Kirchner –siempre y cuando el matrimonio no se las arregle para prolongar su propio ciclo– no será tan fácil como muchos suponen. Por lo demás, el eventual ganador tendría que contar con el apoyo no sólo de los militantes de su propia agrupación, porque todas son muy minoritarias, sino también de otros partidos para que, reunidos, representen la mitad, o más, del electorado. Por cierto, las circunstancias no son apropiadas para el sectarismo tan típico de nuestra cultura política en que, de resultas de la fragmentación excesiva, demasiados dirigentes son proclives a hacer gala de su dogmatismo negándose a acordar con los que, en términos generales, ocupan el mismo "espacio" político.

Con todo, parecería que ya existe un consenso de que no será tan sencillo como hasta hace poco muchos imaginaban derrotar a los Kirchner que, es de prever, harán hincapié en la necesidad de garantizar "la gobernabilidad" y en la debilidad de la oferta opositora y de que los problemas que enfrentará su eventual sucesor serán mayúsculos. Quienes piensan así están en lo cierto. Además de los problemas planteados por la corrupción endémica propia del "capitalismo de los amigos" kirchnerista y las relaciones con Venezuela, el próximo gobierno tendrá que ordenar la maraña increíble de subsidios cruzados con los que el gobierno actual ha tratado de conformar a distintas partes de su clientela heterogénea, hacer frente a una crisis energética, reinventar el Indec, luchar contra la inflación, procurar convencer al resto del mundo de que la Argentina sí es un país serio, despolitizar la Justicia y hacer muchas cosas más, de suerte que los opositores no pueden darse el lujo de perder el tiempo enojándose por nimiedades.

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