miércoles, 28 de julio de 2010
DOS CUCHARITAS
Argentina: Promesa económica y ceguera política
atlas.org.ar
por José Brechner
Los números solos no hacen que un país avance, sino que es la política económica la que determina la riqueza o postración de una nación. Por más dinero que se tenga, si éste es mal utilizado, no sirve para nada.
No importa que los vientos económicos que soplan hacia Sudamérica sean halagüeños. Si sus políticos no encaminan su pensamiento hacia la libertad económica irrestricta, y dejan de lado su tozudez de alentar los estados paternalistas, los beneficios de la demanda mundial de materias primas no servirán más que para llenar los bolsillos de los burócratas.
De los países latinoamericanos, la Argentina es el que goza de mejores posibilidades de enriquecimiento debido a su descomunal superficie apta para el agro. Pero eso no es de ahora, fue de siempre.
El mayor error que comete el gobierno y el público argentino es darle preponderancia a la economía en vez de a la política. En este asunto el orden de los factores altera el producto.
Desde que el populismo progresista se institucionalizó hace cien años, el Ministro de Economía pasó a ser la figura más relevante, y ha sido el chivo expiatorio, muchas veces justificadamente, de los errores que se cometieron.
El ministro obedece a una ideología que es dictada por el presidente. Si el primer mandatario no tiene ideas claras y usa del erario público sólo para granjearse popularidad, en vez de utilizarlo en el beneficio general, difícilmente sus dependientes pueden responderle inteligentemente.
Ese comportamiento errático ha sido norma de todos los gobiernos, civiles y militares.
Hoy la Argentina tiene una demanda formidable de alimentos y de productos industrializados. Brasil consume 80% de la producción automotriz argentina. India y China quieren comida.
La tendencia del país es izquierdista. El poderoso señor industrial por conveniencia, y el ignorante snob por snob e ignorante, se califican de progres. La derecha democrática es desconocida para las masas.
El crecimiento económico es auspicioso y pese a la hormonal y deficiente administración gubernamental, el país tendrá para 2010 un superávit comercial estimado en más de 9.000 millones de dólares con un PIB de 6% que será usado en financiar la burocracia estatal.
La función de un gobierno es proteger a sus ciudadanos y crear la infraestructura para modernizar la nación, sin inmiscuirse en los negocios de las personas.
En la Argentina la ecuación es a la inversa. El Estado se mete en todo lo que no debe, compite con la empresa privada, poniéndole trabas donde puede y no protege a nadie. Cuatro de diez ciudadanos dicen haberse sentido vulnerados en su seguridad física.
Argentina tiene potencialmente un mercado de exportación formidable para los próximos 20 o 30 años, con un crecimiento que puede llegar a los dos dígitos, pero sólo si cambia su rumbo político.
El principal contratista es el Estado, que no produce nada. No se hizo una sola autopista o avenida nueva en Buenos Aires en los últimos 40 años. Los trenes y subtes siguen igual que cuando los construyeron. Pero el Estado da trabajo...
Una vez Milton Friedman viajaba por un país del tercer mundo. Transitaba acompañado de un ministro por una carretera donde a ambos lados del camino se veían cientos de obreros con palas, cavando zanjas.
Friedman preguntó: ¿Qué ocurre?
El ministro le respondió: Hay que darles trabajo.
Friedman replicó: ¿Por qué no les dan cucharitas?
Por cada dólar que gana un argentino, debe darle 35 centavos al Estado, que los redistribuye entre sus funcionarios. Como consecuencia, gran parte de la economía se maneja en negro. Nadie quiere pagar impuestos para alimentar a oportunistas improductivos.
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