viernes, 30 de julio de 2010

SEÑALES CONTRADICTORIAS




Por Susana Merlo (*)

Últimamente, la falta de protestas “fuertes” de parte del sector agropecuario en reclamo de mejores condiciones para producir (transparencia en los mercados, menos intervenciones, libertad para exportar, reglas mas claras y estables, etc.), puede llevar a muchos a la confusión de creer que los problemas del campo, como por arte de magia, desaparecieron.

La realidad es diametralmente opuesta y, en el interior, hay un malestar solapado pero cada vez menos ocultable, tanto más evidente cuanto peores son las condiciones climáticas que le impiden a los productores trabajar, tanto por exceso de agua (como por ejemplo, en algunas zonas de Entre Ríos), como por déficits como se está viviendo con la seca que afecta hoy a buena parte de la superficie productiva.

Pero la aparente calma externa confunde, de la misma forma que, seguramente, desde el sector oficial se intentará hacer ver que el movimiento turístico de las vacaciones de invierno, o el lleno de los teatros y cines infantiles en la calle Corrientes y, ni hablar, de la cantidad de público que esta asistiendo a la Rural de Palermo, es el reflejo de una espectacular salud económica del país cuando, en realidad, según los entendidos, es la resultante de una gran liquidez producto de la creciente emisión en la que cayó el Gobierno (más los fondos del Anses y otras yerbas) que, en algún momento, habrá que pagar aunque la sociedad en general, todavía no se esté dando cuenta de la encerrona.

Lo cierto es que para el campo, aunque las cotizaciones internacionales de varios de sus principales productos, por distintas razones, vuelven a estar refortalecidas y muy atractivas, al punto de compensar los crecientes costos internos de la producción (combustibles, fletes, arrendamientos, contratistas y fertilizantes, entre otros ítems), la realidad local es bastante distinta, pues las intervenciones oficiales fuerzan un recorte artificial de las cotizaciones que determinan que los productores reciban precios muy por debajo de la paridad que les correspondería. Las excepciones, claro esta, son la carne y la leche cuya caída de producción fue tan marcada, que la propia demanda interna (aunque ampliada por un poder de compra artificial) sostienen sus precios por encima, incluso, de los firmes valores internacionales. Algo similar comienza a ocurrir con el trigo, con el agravante de que lo poco que queda de la última cosecha, en gran parte no alcanza la calidad panaderil que requiere la industria, lo que complica adicionalmente a la molinería local.

Pero los mejorados precios alcanzados por estos rubros en estas condiciones, no son genuinos, ya que corresponden a una estrepitosa caída de la oferta, sumada a una demanda fortalecida artificialmente por la cantidad de circulante que se lanzó al mercado.

Pero, en algún momento el globo se va a pinchar, porque ninguno de los dos términos de la ecuación, ni la oferta ni la demanda, son genuinos.

Y de ahí la confusión. Es que más de uno puede creer, por ejemplo, que los altísimos precios de hoy de la hacienda (por encima de los U$S 2 el kilo vivo) permitirán una inmediata recuperaciones de la jaqueada ganadería local. Y, lamentablemente no va a ser así, aunque algún funcionario o legislador obsecuente con el Poder Ejecutivo intente hacer creer lo contrario.

¿O alguien seriamente cree que un productor chico, de 300 cabezas (que son alrededor del 80% del total de los ganaderos del país), que estuvo liquidando vientres a precio vil hasta hace pocos meses atrás, puede ahora reponer lo que mandó a faena cuando los valores de una vaquillona preñada superan los $ 2.000?. Es matemáticamente imposible, por más que el precio del ternero ronde los $ 2 el kilo vivo. No le alcanza y no hay crédito de fomento, ni política de recuperación de mediano y largo plazo, que posibilite que la ganadería vacuna se recupere de los golpes que recibió, especialmente en el último quinquenio, con prohibiciones de exportación incluida (tanto la formal de marzo de 2006, como la solapada, no escrita, de marzo pasado).

De ahí que los algo más de $ 200.000 que ya se pagaron por algunos reproductores bovinos en la Rural esta semana, aunque parezcan un gran precio, son unos U$S 55-60.000 que están muy lejos de los niveles que alcanzaban otrora, cuando la ganadería era una promesa al alcance de la mano. Es más, varios de los precios destacados en la Rural, los pagaron cabañeros de los países vecinos para quienes (sin retenciones ni restricciones cuantitativas para vender carne) estos valores por reproductores destacados, son más que atractivos, y muy rentables. Los vecinos vienen de “shopping” a la Argentina, usando un término que se puso muy de moda estos días, aunque no referido, exactamente, al sector ganadero…

La complejidad no es menor y sigue ampliándose, ya que a los productores ganaderos y a los frigoríficos, se agregan ahora las usinas lácteas, los molinos harineros, los productores trigueros, y así sucesivamente.

La fuerza de una cadena es la de su eslabón más débil.

A nadie le sirven estos valores extremos y a los bandazos, entre otras cosas, porque ni los mismos, supuestamente beneficiados, creen que sea posible estabilizarlos en el tiempo, o que el Gobierno acepte que se mantengan.

Es como si fuera la crónica de una muerte anunciada, aunque en general tanto el Gobierno como algunos sectores (mitad interesados y otra parte desinformados), siguen intentando hacer ver que está todo muy bien, que “aquí no ha pasado nada” y, mientras patean la pelota para adelante, sostienen que no hay problemas, sólo “sensación” de problemas…

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de la Ingeniera Agrónoma Susana Merlo por gentileza de su autora y Campo 2.0.

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