jueves, 6 de octubre de 2011

LOS VIOLENTOS


Bienaventurados los violentos, porque ellos no serán castigados


No hace mucho tiempo atrás nos referíamos a una maestra de la Escuela República de Bolivia, de la ciudad de Rosario, agredida por la madre de un alumno, la cual debió ser hospitalizada y estaba en una situación difícil ya que el ministerio no cambiaría al alumno ni de grado ni de establecimiento y ella quedaría en situación de verse nuevamente con su agresora que le había prometido nada menos que la muerte.

Si la violencia no es un tema nuevo, la violencia escolar no le va a la zaga. El director de la Escuela Secundaria Básica (ESB) 11, de Pergamino fue golpeado por un alumno y su madre, a lo que hay que agregar poco después dos casos más en otras localidades bonaerenses de Villa Luzuriaga y Tres Arroyos. Allí fueron atacadas una maestra de primer grado y la directora de otra escuela, también por familiares de alumnos.

La situación no es precisamente una “sensación” como oficialmente llaman a la inseguridad, sino una realidad constante y habitual en los ámbitos educativos desde hace mucho tiempo.

Aunque podríamos señalar mil explicaciones de psicólogos y sociólogos, todo pasa por haber terminado con un sistema de premios y castigos. La concepción unificadora es la de meter a todos en la misma bolsa, buenos, porque también los hay, y malos, que no sólo lo son sino que ostentan su condición en la seguridad de que no serán castigados.

Hemos dicho al tratar el caso de Rosario que no se puede aprender de quien no se respeta. Aunque son muchas las razones por las que un alumno debiera respetar a sus educadores y no se tienen en cuenta, al menos ésta -por un criterio práctico- debiera ser contemplada porque no tiene sentido asistir a clases para no aprender nada.

En los establecimientos se está viviendo un modelo trasgresor y conflictivo con la autoridad, que tampoco reacciona como debiera por no ser “políticamente correcto”, donde a muchos padres les parece inadmisible que le pongan límites a su hijo, y su reacción no se da sino por las vías de hecho, a sabiendas de que no habrá castigo alguno.

Si a escuelas que no ponen límites hay que sumar familias que no sólo no ponen límites sino que trasgreden cualquier normativa escolar que lo intente, nos encontramos ante la manera cómo se generan las futuras generaciones “ni – ni”, es decir: los que ni trabajan, ni estudian, producto de los fracasos escolares en el país, por los cuales sólo un número menor de los chicos termina el colegio.

Los límites no son represión ni fascismo, los límites son la forma de encauzar personalidades jóvenes que deben aprender que la vida es respeto o agresión. Pero es muy difícil hacerlo en un modelo permisivo que juega a la libertad sin límites. Una demagogia barata que pagan los que tienen menos fuerzas, medios o las manos atadas para reaccionar.

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