miércoles, 26 de octubre de 2011

REPÚBLICA PERDIDA


Se ha perdido a la República.







Por Jorge Omar Alonso





Argen­tina no será el lugar en que las mayo­rías y las mino­rías inter­ac­túen democráticamente.

Y no es este régi­men de raí­ces des­pó­ti­cas pre­ci­sa­mente, el que no vaya a apli­car bru­tal­mente el modelo hege­mó­nico para hacer sen­tir el peso de su aplas­tante vic­to­ria. Vamos a com­pro­bar que se ha de lle­var a lími­tes inso­por­ta­bles, la pro­fun­di­za­ción del “modelo” de con­cen­tra­ción política.
El que legi­timó más del 50%.

“Modelo” que sig­ni­fica la infla­ción que ha comen­zado a car­co­mer los bol­si­llos de la pobla­ción; la pre­po­ten­cia de la bes­tia de Moreno; los ata­ques a los medios y perio­dis­tas, inde­pen­dien­tes del dis­curso ofi­cial; la corrup­ción guber­na­men­tal gene­ra­li­zada con el apoyo de la jus­ti­cia que le cubre las espaldas.

Se ha apo­yado a un régi­men que pre­fi­rió sub­si­diar desocu­pa­dos sin tra­ba­jar, para man­te­ner­los como “ejér­cito de reserva” para espu­rios fines polí­ti­cos, en vez de pro­mo­ver el tra­bajo genuino.

Nunca como ahora se ha puesto en juego la des­con­fianza ante esos valo­res de la racio­na­li­dad polí­tica como “estado de dere­cho”, “tole­ran­cia”, “res­peto”, ”con­senso” y “verdad”.

Es posi­ble que los ciu­da­da­nos des­con­fíen de aque­llos con­cep­tos, a los cua­les observa como idea­les abstractos.

Muy posi­ble­mente les cueste creer en aque­llos como valo­res intrín­se­cos, que pue­dan modi­fi­carle la vida.

¿O es enton­ces que a este pue­blo le gusta la men­tira, el saqueo, la corrup­ción, la divi­sión, la des­ca­li­fi­ca­ción del otro por no pen­sar igual?

A nadie le gus­tan los pre­di­ca­do­res que pon­ti­fi­can en nom­bre de la ver­dad, pero resulta preo­cu­pante no escu­char lo ver­da­dero como valor ins­tru­men­tal, que nos ha de lle­var a recha­zar las fal­se­da­des de la demagogia.

Incli­na­ción paté­tica de este pue­blo de no que­rer darse cuenta de cómo es saqueado y enga­ñado bru­tal­mente; de cómo el logro de toda jus­ti­cia se le ha prescripto.

La idea de que la injus­ti­cia social, el des­po­tismo, la men­tira, la corrup­ción se puede resis­tir por medio de fuer­zas pura­mente éticas y racio­na­les, se ha des­va­ne­cido y así hemos per­dido a la República.-

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