martes, 6 de marzo de 2012

TILINGA

Pensamientos incorrectos Martes 06 de marzo de 2012 | 02:29 Una tilinga de aquellas Por Rolando Hanglin | Para LA NACION En el año 1806 se produce la primera invasión inglesa del Río de la Plata, comprendiendo Buenos Aires, Montevideo y Maldonado, que es como decir Punta del Este. Hoy día, los turistas pueden visitar la Torre del Vigía en Maldonado, reliquia de aquellos tiempos de piratas. En ese entonces, todos los de acá éramos españoles de ultramar, conocidos como "indianos" o "americanos". Así describía lo que veía desde el balcón, en la calle del Empedrado (hoy Florida) una señora de su casa, llamada María: "Sobre las milicias de Buenos Aires, es preciso confesar que nuestra gente del campo no es linda. Es fuerte y robusta, pero negra. Las cabezas como un redondel, sucios; unos con chaqueta, otros sin ella; unos sombreritos chiquitos encima de un pañuelo atado en la cabeza. Cada uno de un color, unos amarillos, otros punzó; todos rotos, en caballos sucios, mal cuidados; todo lo más miserable y más feo. Las armas sucias. Es imposible dar ahora una idea de esas tropas. Al verlas, aquel día tremendo, dije a una persona de mi intimidad: si no se asustan los ingleses de ver esto, no hay esperanza". Luego describe María la avanzada de los británicos, que habían desembarcado en Ensenada: "El regimiento escocés 71, mandado por el general Dennis Pack, las más lindas tropas que se podían ver: el uniforme más poético, botines de cintas punzó cruzadas, una parte de la pierna desnuda, una pollerita corta (se refiere al kilt) una gorra de una tercia de alto, toda hecha de plumas negras, y una cinta escocesa que formaba el cintillo: un chal escocés, como banda, sobre una casaquita corta punzó. Este lindo uniforme sobre la más bella juventud, sobre caras de nieve, la limpieza de estas tropas admirables. ¡Qué contraste tan grande! El Regimiento del Fijo conservaba aún en Buenos Aires toda la vieja costumbre de coleta larga, casaca azul. Todo esto ya muy usado. El Regimiento de Dragones era más a la moda, pero todo un gran contraste, sobre todo en la frescura de los uniformes y en la limpieza de las armas. Todo el mundo estaba aturdido, mirando a los lindos enemigos, y llorando por ver que eran judíos (en realidad: protestantes) y que perdiera el rey de España esta joya de su corona. Esta era la frase: nadie lloraba por sí, sino por el rey y la Religión". Buenos Aires se rinde a las tropas inglesas provenientes de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y el nuevo gobernador, William Carr Beresford, es aclamado En pocas horas, Buenos Aires se rinde a las tropas inglesas provenientes de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y el nuevo gobernador, William Carr Beresford, es aclamado. Así lo describe María: "Beresford era un hombre de alta capacidad y fina educación. Trató al obispo con el mayor respeto, y le aseguró que serían permitidos el culto y sus ministros, cosa que le ganó los corazones, y todos empezaron aún a creer que era católico". El lector pensará, seguramente, que esta María de Buenos Aires era una terrible tilinga. Pero atención: estamos hablando de María de los Santos Sánchez de Thompson, en cuya casa de San Isidro se cantó por primera vez el himno nacional. Mariquita fue una prefiguración de la mujer moderna: casada dos veces, madre de ocho hijos, amiga de San Martín, Belgrano, Rosas, Lavalle, Sarmiento, Alberdi, Florencio Varela, Esteban Echeverría, se carteó con hombres y expresó sus ideas mediante una gran correspondencia. Conviene aclarar que fue amiga de Rosas en su infancia, y de Sarmiento ya en la madurez: de estos últimos tiempos data la confesión del gran sanjuanino, quien reconoce que, en presencia de la encantadora Mariquita (ya sexagenaria) sufrió una erección inoportuna. Está escrito. Pero en fin, por algo lo llamaban "el loco". Mariquita nació en Buenos Aires, en 1786. Murió en 1868, con casi 82 años, cuando el presidente era, precisamente, Sarmiento. Siempre soñó con París, pero no llegó a conocer Europa. No pasó de Montevideo (donde vivió 13 años durante el rosismo) y Río de Janeiro. Su padre fue don Ramón Sánchez Ximénez de Velazco, oriundo de Granada, llegado a estas tierras en 1771, al mismo tiempo que los ingleses tomaban el Peñón de Gibraltar. Su madre fue Magdalena Trillo y Cárdenas, criolla de prosapia. Se casó por primera vez con su primo, Martín Jacobo José Thompson y López Cárdenas, en 1805. Tuvo con él cinco hijos: Clementina (1807) Juan (1809), Magdalena (1811). Florencia (1812) y Albina (1815). Ya viuda, volvió a casarse el 25 de febrero de 1819 con Jean Baptiste Washington de Mendeville. Tuvo con él tres hijos: Julio (1820), Carlos (1824) y Enrique, nacido en 1825, que moriría a los doce años. Estamos hablando de María de los Santos Sánchez de Thompson, en cuya casa de San Isidro se cantó por primera vez el himno nacional O sea que, nos guste o no, Mariquita fue una mujer experimentada. Inteligente, informada, escritora, aficionada al piano y a la buena conversación, esencialmente libre y madre (a todos les decía "hijo", incluidos Belgrano y Lavalle) tenía un palco en el teatro donde se ventilaban todos los asuntos públicos. Fue corresponsal de los virreyes y los oficiales de San Martín. Mariquita estuvo siempre llena de contradicciones. Por ejemplo, le escribió a su hija Florencia: "Más veo a las gentes de estos países, más veo que nosotras no somos de ellos; nada te encargo más que procures que tus hijas no sean "niñitas del país". Y sin embargo, escribe pocos meses después a su nieto Enrique (el hijo de Florencia) empeñado en traer colonos ingleses, alemanes o nórdicos a nuestro país: "¡Dale con traer inmigración y matar lo nuestro!". ¿En qué quedamos? Esta mujer ha sido llamada la Madre de la Patria. En su lapso de vida pasaron una amistad infantil con Rosas (vecino) y muchas otras relaciones de política patricia. Fue educadora y presidente de la primera Sociedad de Beneficencia. Hoy queda una calle que la nombra. También la evoca una chapa en Florida 273, donde nació. Y un epitafio en el monumento de la Recoleta: "Amó la Caridad- María Sánchez de Mendeville- Requiescat in pacem". Originariamente, había sido enterrada en la bóveda de su yerno Lezica. Su discurso de despedida lo pronunció José Tomás Guido. Granadinos, británicos, italianos, fueron partícipes de esta Historia en la que Mariquita Sánchez jugó algo más que el papel de una cholula de palco. John Parish Robertson, aquel escocés que estuvo presente en la batalla de San Lorenzo y conversó con San Martín (para después levantar una estancia allí mismo, en San Lorenzo, provincia de Santa Fe, que posteriormente vendió a los parientes de Rosas) dijo en su momento que Mariquita era algo entre una "marquesa francesa y una condesa inglesa", con todos los adjetivos que han merecido las señoras argentinas desde siempre: distinguidas, sensuales, elegantes, vivaces, frívolas. Esta mujer ha sido llamada la Madre de la Patria. En su lapso de vida pasaron una amistad infantil con Rosas y muchas otras relaciones de política patricia Mariquita tiene un marcado tono internacional. Una atrevida intimidad con los hombres de poder, esa que hoy sólo podrían mostrar "China" Zorrilla o Silvina Bullrich, si viviera. Ciertas señoras (esto es privilegio de las mujeres; un hombre no se lo permite, ni se lo consienten) hablan con soltura a los poderosos de su tiempo, porque los conocen a todos desde chicos, saben sus sobrenombres y han frecuentado a sus familias. Pero sobre todo: saben que todos son hombres. Por ejemplo, escribe en 1836: "Querido Juan Manuel: mil gracias por tu carta. El hecho de que me hayas contestado, en medio de tantas ocupaciones, es un detalle que siempre te agradeceré. No quiero dejarte en la duda de si quien te escribía era una americana o una francesa. Te diré que, desde que estoy casada con un francés, he servido a mi país con más celo que nunca. Y lo haré siempre, a menos que sea en oposición de Francia, pues en ese caso seré francesa. Tú pondrías a Encarnación en el cepo, si no llevara la divisa punzó. ¿Qué harías si se te vuelve unitaria? Yo sé lo que harías. Así que, mi amigo, en tu mano está que yo sea americana o francesa. Te quiero como a un hermano y sentiría me declararas las guerra. Hasta entonces, permíteme que te hable con la franqueza de nuestra amistad de la infancia, y créeme tu amiga, Mariquita. Así era el coraje de aquella mujer para dirigirse a hombres temidos y temibles. Mariquita perteneció sin disimulos al bando unitario, con la impunidad que le daba su antiguo trato con Gervasio o Prudencio Rosas. La primera carta suya que se ha publicado es la que dirigió al Virrey Sobremonte en 1804, teniendo 18 años. Como se había enamorado del alférez español Martín Thompson, y ante la oposición de sus padres, pidió el visto bueno del Virrey para casarse, en un gesto de rebeldía inaudito para la época. Incluso le indica al señor Virrey: "No haga caso de ningún papel que le acerquen otras personas (presumiblemente, sus padres) asegurando que es de mi firma: sólo aquello que le entregue en mano el alférez Thompson". Siendo directora de un asilo de huérfanas y un liceo de señoritas, muchos años después, su afán por la educación la llevó a cartearse con Sarmiento. Este se mostró, como siempre, impaciente por la "frivolidad" de Mariquita, que proponía programas de estudios para las muchachitas, incluyendo piano y francés. Comentó Sarmiento: "¡De qué les servirán a las huérfanas el piano y el francés!". Respondió Mariquita: "Usted es un injusto. No se contenta con la política y los hombres, y quiere pelearse con las mujeres. ¡No sabe usted qué malas enemigas somos! ¡No nos haga la guerra, que podemos hacer mucho bien si estamos de acuerdo!". Así era el coraje de aquella mujer para dirigirse a hombres temidos y temibles. Mariquita perteneció sin disimulos al bando unitario Para mayor información sobre Mariquita. Existe un libro de Clara Vilaseca, editado en 1952 por Peuser. Su título fue: "Cartas de Mariquita Sánchez, biografía de una época". Esta recopilación suma 428 páginas y hoy es inhallable. Hay una segunda obra, "Recuerdos del Buenos Ayres virreinal", de 80 páginas, donde se incluyen algunas cartas, con apuntes de Liniers de Estrada, y en otra versión el mismo contenido, o similar, con notas de Jorge Zavalía Lagos, se difundió a principios de siglo. Hoy no se encuentra ninguna de las dos obras. Lo más actual es "Mariquita Sánchez de Thompson, Intimidad y Política", con edición crítica de María Gabriela Mizraje. A esta altura de la vida, es difícil decir si Mariquita fue una versión adelantada de Evita Duarte, Amalita Lacroze de Fortabat, Manuelita Rosas o la Doctora Alicia Moreau de Justo, que nunca soportó un diminutivo. Veamos la historia de los dos maridos. Martín Jacobo Thompson nació en Buenos Aires el 4 de mayo de 1771, hijo de don Pablo Guillermo Thompson, nacido en Londres en 1721 y de doña Tiburcia López y Cárdenas, nacida en Buenos Aires en 1750. Estudió en el Colegio de Nobles de Londres y luego pasó al Ferrol (España) donde estudió la carrera de marino hasta alcanzar el grado de guardiamarina. Llegó a Buenos Aires en 1801. Luego de una breve estadía en Cádiz (que era la antigua cabecera de las América y el semillero del pensamiento liberal revolucionario de entonces) se casó con María Sánchez de Velasco, en 1804. Este idilio inspiró al escritor Moratín su famosa pieza "El sí de las niñas". En 1806 intervino en la Reconquista de Buenos Aires. En 1807 combatió contra varios buques ingleses. En su casa se realizaban reuniones precursoras de la gesta de mayo. Dicen que inspiró la música del himno nacional. En su casa se ensayaron y adaptaron la melodía y los versos. Mariquita fue obsequiada con un abanico donde estaba inscripto el himno completo. Thompson fue embajador en los Estados Unidos. Volviendo de un viaje a Nueva York, en 1819, murió a bordo y su cadáver fue arrojado al mar. Para mayor información sobre Mariquita, existe un libro que es "Cartas de Mariquita Sánchez, biografía de una época" Tuvo un hermano, llamado Isaac Thompson: nació en 1783, en Buenos Aires, siguió la carrera militar ingresando al Ejército de Lavalle. Se casó con Isabel Ojeda. Washington de Mendeville, nacido en Paris, joven cónsul general francés en Buenos Aires. Se casaron en 1820. Dicen que era amigo de la buena vida, de costumbres libres y mala salud. En 1835, Mendeville volvió a Francia para no volver más. Mariquita quedó aquí, pasando estrecheces de las que se quejaba en sus cartas. Fue muy desdichada en el amor. Algunas frases suyas: "¡Para maridos perversos, no me gana nadie!". Otra: "¿Matrimonio indisoluble? No creo que sea cosa de Dios mantener a las personas en el tormento indefinido". Gran anfitriona de mayo, testigo íntima del proceso que va de 1800 a 1860, vivió sus últimos años en la quinta de San Isidro, que ahora es un museo. Mariquita loteó la chacra y donó las principales calles del partido. Fue una gran argentina, a su pesar: "¡Qué no daría yo por irme a Europa!" escribió más de una vez. Lamentaba infinitamente la escasez de gente fina. Superpolitiquera y profundamente mujer en un mundo de hombres, donde se había desatado la violencia, que imperó desde 1806 hasta 1880, decía: "Para civilizar a un país se necesita educar a las mujeres, ya que los hombres andan con las armas en la mano, matándose unos a otros". De tilinga no tenía nada..

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