viernes, 21 de octubre de 2016
AFGANISTÁN
AFGANISTÁN
La palabra que ni Hillary ni Trump quieren mencionar
Tras 15 años peleando, un esfuerzo internacional enorme de desarrollo que involucró a 40 países, y cientos de miles de millones de dólares gastados, es un fracaso rotundo la guerra en Afganistán que inició George W. Bush en su campaña del año 2001 contra el Taliban: esta es una conclusión de los principales analistas globales de política internacional. Resulta una trampa de la que el presidente Barack Obama no supo cómo salir. El lío es monumental y herencia para el próximo inquilino de la Casa Blanca. Sin embargo, la palabra Afganistán no fue mencionada por ninguno de los 2 candidatos en los 3 debates presidenciales.
El Talibán ha sobrevivido a la Alianza occidental que invadió Afganistán para no cambiar nada.
“Un fusil al hombro,
vienes a darme la bienvenida
desgreñado y con las ropas raídas.
Este
no eres tú
se suponía un hombre cabalgando sobre un corcel rojo…
Pones una corona de capullos
de amapola sobre mi cabeza
¿Dónde está la corona de rosas que esperaba?
Sonríes
y las mariposas medio muertas de la esperanza
se apagan sobre el suelo:
déjame libre
Te temo,
en tus bolsillos ocultas campos minados
que han matado a muchos hombres
y los han enterrado en el pozo de tu corazón…
tus besos muestran ansiedad
y tu voz
me alcanza
exhausta y ajada.
Vamos a casa.
Bésame con ternura,
el amor neutralizará las minas
y tu beso,
es una paloma blanca,
que lleva en su pico
una flor tierna y afectuosa.”
Mahbobah Ebrahimi
(poeta afgana nacida en Kandahar, Afganistán;
exJefa de Redacción del periódico cultural "Farkhar" y
Jefa de Redacción de la revista mensual "Neda").
“Durante los 2 primeros debates presidenciales, ¿han notado que ni Hillary Clinton ni Donald Trump mencionaron alguna vez la palabra ‘Afganistán?’ Uno se pregunta cómo se sintieron al respecto los 8.400 integrantes del personal militar estadounidense que todavía están sirviendo allí”, escribió Stephen M. Walt, en la revista Foreign Policy.
Esta omisión quiere decir, según Walt, que Estados Unidos prefiere olvidarse del prolongado conflicto en una especie de amnesia colectiva, que analizar qué pasos deben seguirse para s alir de allí. “Cuando los historiadores futuros miren hacia atrás, hacia la actuación en la campaña de Afganistán, sospecho que criticarán duramente a todo el establishment nacional de seguridad de USA”, considera Walt.
“Para decirlo de manera directa: no ganamos, ni siquiera empatamos, y no pudimos encontrar la sabiduría o la voluntad para salir del juego. El fracaso es enteramente de los dos partidos, empezando bajo el republicano George W. Bush y continuando con el demócrata Barack Obama. Es simultáneamente un fracaso del liderazgo militar de USA, los servicios de inteligencia, diplomáticos, agencias de ayuda, y el esfuerzo multinacional más amplio, que se suponía que traería el éxito”, agrega.
Más allá del fracaso de las instituciones que cita Walt, Afganistán tiene un historial de haber resistido a las potencias extranjeras desde los tiempos de Alejandro Magno, lo que le valió al país el apodo de “cementerio de imperios”.
El ejército soviético invadió ese país a fines de los años ’70 con el doble de soldados que Estados Unidos y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en esta ocasión, y fracasó. El ejército británico también sufrió una devastadora derrota allí en 1882.
2016: Los talibanes controlan casi tanto territorio como en 2001
“Es muy interesante que muchos soldados británicos están muriendo a apenas unas millas de donde se produjo una derrota británica en una batalla llamada Maywand en el siglo XIX. Hasta este grado se está repitiendo la historia en Afganistán”, decía el periodista británico Robert Fisk a BBC Mundo en el año 2009, año en que el presidente Barack Obama decidió aumentar el número de t ropas estadounidenses en Afganistán, poniendo un énfasis en el intento de reconstruir el país y fortalecer sus instituciones.
Obama decía por esos días que quería salir de Afganistán... pero salir con éxito. 7 años después y con la situación cada vez más empantanada, eso parece lisa y llanamente imposible.
Pero Fisk ya era escéptico por esos días respecto del esfuerzo, que se llevaba a cabo al mismo tiempo que los talibanes iban controlando cada vez más territorio del país, poniendo en jaque la estrategia de Obama. Si hay un dato que revela el fracaso de las operaciones en Afganistán, es el hecho de que en enero de 2016, los talibanes controlaban más territorio del país que en cualquier otro momento desde el 2001, según reveló la revista Foreign Policy.
Para empeorar aún más las cosas, llegó el Estado Islámico para suma r otra amenaza yihadista en el cementerio de los imperios.
En el 2015, las fuerzas de seguridad afganas sufrieron bajas récord, mientras que los talibanes aprovechaban el cierre de puestos de combate de la OTAN.
“Hay que tomar en cuenta que una vez que una fuerza de ocupación ha pasado cierto período en un país, hay una reacción en contra de ésta”, explicaba Fisk en 2009, cuando vislumbraba la debacle en que estaba entrando la operación en Afganistán.
El canciller británico David Milliband planteaba por esa época la estrategia de negociar con elementos moderados del Talibán, pero Fisk advertía que el problema era que en Afganistán no se trataba de tener a moderados y militantes de línea dura dentro de la insurgencia.
“La afgana es una sociedad tribal. Entonces, le pagas a Señores de la Guerra, como de hecho se hizo en Irak, y de esa forma es que se podría salir de Afganistán: pagando a algunos enemigos para que recluten a otros enemigos y así comprar influencia. Pero el hecho es que eso mismo se hizo en Afganistán tras la ofensiva estadounidense de 2001. Se le pagó a Señores de la Guerra para que establecieran especies de cuarteles tribales. Muchos de esos Señores de la Guerra están ahora en el gobierno de (Hamid) Karzai, otra farsa democrática, y así se va a seguir haciendo”, predecía Fisk.
Las aldeas responden a sus patriarcas y no al Estado
Según David Isby, autor de un libro sobre la historia afgana, “la política de Afganistán está definido por su geografía”.
Federico Gaón escribió en Foreign Affairs Latinoamérica: “Es un país de acceso remoto, aislado por sus macizos montañosos —como el Hindu Kush— que divide al país por la mitad. Su territorio es generalmente árido y solo un pequeño porcentaje es adecuado para la agricultura, lo que expone al territorio a prolongadas sequías. Es multiétnico, se hablan muchas lenguas y la mayoría de la población vive en zonas rurales, carentes de utilidades básicas como electricidad y acceso a una red sanitaria. Allí, los antiguos códigos tribales y religiosos, y no los códigos del Estado, son los que gobiernan las mentes de los afganos. Para los jóvenes, el ejemplo a seguir es aquel del folclórico arquetipo del ghazi, el guerrero que dedica su vida a defender el honor del Islam. Fuera de las ciudades, las aldeas responden a sus patriarcas y a sus figuras religiosas, y no así a los funcionarios de un Estado centralizado, sin importar si este es islámico o secular. Esto es algo que tanto los soviéticos, los talibanes y los estadunidenses quisieron infructuosamente cambiar.”
“¿Estamos en Afganis tán por razones morales?”
“Recuerdo que en 2002 visité algunos pueblos en las afueras de Kandahar y la gente nos decía que estaba perdiendo la paciencia. ‘Ustedes la gente de Occidente ha prometido muchas cosas que no ha cumplido’, me decían. Entonces, no ha sido simplemente que el Talibán comenzó de repente a ser popular o que lo adoren. Ha sido el hecho de que comenzaron a representar la oposición a la ocupación, aun cuando sus políticas sociales, si se pueden llamar así, hayan sido horribles. Incluso cuando es cierto que las mujeres eran tratadas como objeto bajo el gobierno del Talibán, éste impuso un orden en Afganistán. Yo estuve en Kandahar nuevamente en el período de Navidad y en los hospitales traían a muchos niños famélicos porque no había alimentos en los pueblos y el hospital tenía una incubadora para tres criaturas prematuras. Esto fue siete años después de la ofensiva estadounidens e en Afganistán. ¿Qué tipo de progreso estamos llevando a Afganistán?”, se preguntaba Fisk en 2009.
E indagaba aún más profundo, con preguntas claves: “El problema es ¿estamos en Afganistán por razones morales? ¿O para educar a la población? ¿Estamos ahí para traer igualdad de género? Eso no va a suceder. Una de las cosas con las que me encuentro constantemente, especialmente cuando estoy en cualquier lugar de Estados Unidos, es esta idea de que podemos andar por el mundo inyectando nuestros modelitos de democracia en lugares apartados donde no existe esa tradición. Cuando yo trato de hablar con un hombre del interior de Afganistán, no de las ciudades, convencerlo de la importancia de la igualdad de género es como convencer a Henry VIII (monarca británico que gobernó de 1509 hasta 1547) de las ventajas de la democracia parlamentaria. No puedes lograrlo.”
Una vez más salist e en televisión
a impresionar a la gente feliz y a arruinar su mañana.
Tú, ¡la más oscura imagen de la existencia!
mostrado a las gentes tranquilas del mundo
para arruinar su paz y su letargo.
No te importa cómo se pasó la noche,
por qué murieron los pájaros, una bandada tras otra.
Los ángeles guardianes sobre los hombros de la tierra
enseñaron una y otra vez a los jóvenes a levantarse y continuar.
Una vez más el corazón de la humanidad
hinchado de sangre
volvió a salir por la televisión.
Mahbobah Ebrahimi
2015 en adelante: La guerra después de la Guerra
El 28 de diciembre de 2014, la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán (ISAF) celebró con una ceremonia oficial su salida del país, días antes del final efectivo de su operación previsto para el 1º de enero de 2014.
Desde el año 2001, la ISAF había perdido 3.485 soldados. Y las muertes civiles ascendían a entre 18.000 y 21.000. “Juntos hemos sacado al pueblo afgano de las tinieblas de la desesperación y le hemos dado esperanza en el futuro”, dijo en ese entonces el general John Campbell ante los soldados de la OTAN en una ceremonia solemne.
Pero los detalles de dicha ceremonia habían sido mantenidos en secreto hasta último momento por miedo a sufrir un atentado por parte de los talibanes, quienes mantenían todavía una insurrección armada y habían atacado la capital afgana en reiteradas ocasiones en los últimos años.
Entonces, dada por terminada la guerra, comenzó la misión “Apoyo resuelto”, de ayuda y formación al ejército afgano, o lo que Wikipedia describe como la guerra después de la Guerra. “La Guerra en Afganistán (2015-presente) se refiere a la guerra librada en Afganistán después de la Guerra en ese mismo país librada por Estados Unidos en 2001.”
El trato entre Washington y el Gobierno afgano fue que la OTAN mantendría allí un contingente de 13.000 soldados (de los cuales 10.800 eran estadounidenses) para entrenar a las fuerzas locales. Pero ya por ese entonces analistas advertían que el vacío de poder daría lugar al avance de las fuerzas del Talibán.
Foreign Affairs: La ISAF y el Gobierno afgano están perdiendo la guerra
“Durante más de una década y media, Estados Unidos y sus socios en la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), han peleado una guerra contra el Talibán en Afganistán. Y, año tras año, los talibanes han evitado una derrota. Una premisa de la política estadounidense ha sido una fe inquebrantable de que USA puede, en última instancia, forzar un desenlace aceptable en Afganistán. En el comienzo de este conflicto, el país procuraba la derrota total de los talibanes. Más adelante, cuando la factibilidad de ese objetivo fue puesta en duda, comenzó a adoptar la meta más modesta de dejar a Afganistán con una fuerza de seguridad propia, capaz de defender al país contra los talibanes. Los objetivos pueden haber cambiado, pero varios aumentos de tropas han anclado el compromiso de USA con sus ambiciones. Siguiendo ese patrón, en julio de este año, el Presidente estadounidense Barack Obama anunció la más reciente extensión de tropas, garantizando que el próximo Presidente estadounidense heredará aproximadamente 10.000 tropas en Afganistán”, escribieron Andrew Shaver y Joshua Madrigal en la revista Foreign Affairs.
Teniendo en cuenta múltiples factores, explican los autores, la realidad es que la ISAF y el Gobierno afgano que esta apoya, están perdiendo la guerra.
Desde el año 2010, cua ndo la ISAF comenzó a monitorear los desenlaces de los combates de manera consistente, el número de ataques insurgentes que resultan en la muerte de oficiales de policía y soldados afganos ha escalado de manera estable.
“Estas tendencias cuestionan la lógica de extender la presencia de tropas norteamericanas en Afganistán”, escribieron Shaver y Madrigal. “Durante años, la evidencia disponible sugiere que una victoria decisiva sobre los talibanes no es posible.”
El costo de una retirada, advierten sin embargo, será también alto: es probable que, repitiendo la historia de la retirada americana de Irak, surja un pseudo-estado extremista en la zona, ya que los talibanes podrían continuar ganándole terreno a las fuerzas armadas.
Un esfuerzo condenado al fracaso
En abril de este año, se publicó el informe “Lecciones desde la coalición: experiencias internacional es de la reconstrucción de Afganistán”, que surgió de una conferencia organizada por el Instituto Estadounidense de la Paz (USIP según sus siglas en inglés) y la Oficina de Inspección General en Afganistán (SIGAR según sus siglas en inglés), en la que participaron expertos estadounidenses y extranjeros que formaron parte de la larga campaña en Afganistán.
La conclusión de este informe, explica Walt, de Foreign Policy, es que el esfuerzo entero de construcción de Estado que emprendieron Estados Unidos y sus aliados desde el 2002 estaba condenado al fracaso por una serie de razones estratégicas, organizacionales y discrepancias políticas.
“Nunca hubo una integración clara entre objetivos militares a corto plazo y metas de desarrollo de más largo plazo, por ejemplo, y solo hubo un acurdo esporádico en cuáles eran los objetivos claves entre la comunidad de d onantes misma. Había pocos socios locales capaces y confiables con quienes trabajar, y los comandantes extranjeros y trabajadores humanitarios carecían de un saber adecuado sobre las condiciones locales. Para empeorar aún más las cosas, el personal era rutinariamente rotado hacia afuera del país tras estadías relativamente cortas, en un proceso que un participante de la conferencia llamó ‘lobotomía anual’. Y sin una estrategia que podría haber garantizado seguridad y estabilidad en el largo plazo – lo que hubiese requerido terminar el apoyo paquistaní a los talibanes – y sin un acuerdo de paz que satisficiese el extendido deseo de autonomía étnico dentro del país, ningún esfuerzo de desarrollo o campaña de construcción del estado tenía muchas probabilidades de funcionar”, escribió Fisk.
El próximo Presidente estadounidense deberá elegir entre 2 panoramas igualmente desoladores:
** retirarse de Afganistán y arriesgarse a q ue los talibanes continúen ganándole terreno al Gobierno afgano, o
** mantener a sus soldados allí, condenados a una guerra que muchos analistas dan por perdida.
Quizás debido a que ésta es una de las decisiones más difíciles que el próximo Presidente norteamericano deberá tomar, Hillary y Trump no osaron pronunciar la palabra Afganistán en los debates presidenciales. Nadie quiere comunicarle al pueblo americano el oscuro prospecto.
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