sábado, 20 de diciembre de 2008

EL GRAN ANUNCIO...

Revista Noticias - 20-Dic-08 - Opinión
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Tesis
El gran anuncio de cada día por James Neilson

Como sus homólogos de los países ricos, la presidenta Cristina de Kirchner quiere mantener a raya el tsunami financiero que está aplastando a una economía tras otra tirándole paquetes de estímulo con la esperanza de que por fin los consumidores despierten de la modorra en que han caído. Pocos días transcurren sin que nos sorprenda con un nuevo anuncio impactante. Luego de apropiarse de las AFJP, impulsar el blanqueo de capitales más comprensivo de la historia nacional más una moratoria impositiva igualmente generosa, prometer créditos blandos para los aún tentados a comprar autos cero kilómetros y electrodomésticos, dar a una pequeña minoría de empleados bien remunerados un regalo de navidad jugoso eliminando la muy progresista "tablita de Machinea" y a los jubilados uno más modesto, de 200 pesitos por cabeza, Cristina soltó un "megaplan" de obras públicas que costaría la friolera de 111.000 millones de pesos, si bien, como tuvo que confesar el jefe de Gabinete, Sergio Massa, el 80 por ciento de los proyectos incluidos en dicho paquete ya estaban en marcha.
Por ser cuestión de un operativo que es más psicológico que económico en el sentido habitual de la palabra, tales pormenores carecen de importancia. Lo que quiere la Presidenta es convencer a todos -desde las amas de casa de La Matanza hasta los gurúes despectivos de Wall Street- de que el gobierno argentino es tan capaz como el que más de obligar a los mercados a asumir una actitud más positiva.
¿Habrá más mega anuncios en los días próximos? Puede que sí. Hasta ahora, las iniciativas anunciadas por la Presidenta no parecen haber ayudado a restaurar la confianza de nadie en el futuro inmediato de la maltrecha economía nacional. Por el contrario, a juicio de muchos la febril militancia consumista del Gobierno refleja el temor a que en esta ocasión hayan acertado los agoreros que prevén el colapso del modelo K que ya tambaleaba antes de que una serie de terremotos en el hemisferio norte le brindara a la Presidenta un pretexto irresistible para culpar al mundo por las desgracias locales. De todas formas, aunque no sirva de consuelo para Cristina, algo muy similar está sucediendo en los Estados Unidos y los países más opulentos de Europa, donde la inyección de cantidades fabulosas de dinero en la economía ha resultado insuficiente como para convencer a la gente de que lo peor de la pesadilla ya ha pasado y que por lo tanto puede salir nuevamente de compras.

Es como si el mundo entero hubiera experimentando una revolución cultural que podrían tener consecuencias duraderas. Hoy en día, ser ahorrativo se ha puesto de moda en todas partes, incluyendo a lugares que están acostumbrados al despilfarro como Nueva York y Londres, lo que es con toda seguridad maravilloso desde el punto de vista de moralistas como el papa Benedicto XVI, pero para los pobres amenaza con ser un desastre sin atenuantes por ser el consumo de bienes prescindibles, cuando no frívolos, el gran motor del crecimiento económico en el mundo tal y como efectivamente es. De no haber sido por la furia consumista de los ahora despreciados yanquis, China no hubiera emergido de la miseria ancestral y la Argentina no hubiera disfrutado del quinquenio de crecimiento macroeconómico que hizo posible la pasajera hegemonía kirchnerista. Por supuesto que Cristina, que ha adquirido la costumbre de sermonear a los demás acerca de sus deberes económicos, nunca pensó en agradecerles a los consumidores norteamericanos por los servicios brindados.

También tendrá consecuencias desafortunadas el asco que tantos dicen sentir por las actividades financieras: un mundo sin especuladores dispuestos a arriesgarse se condenaría a años, quizás décadas, de estancamiento. Es por eso que los puritanos que sueñan con regular todo para que no puedan repetirse las locuras de los años últimos son a la larga más peligrosos que los aventureros que en los buenos tiempos aprovecharon las oportunidades para acumular fortunas gigantescas. Si logran domesticar el capitalismo, lo privará de las cualidades, para muchos antipáticas, que le permitieron generar más riquezas en un lapso muy breve que todas las demás modalidades económicas que se han ensayado a través de los siglos. Es en buena medida por el miedo a que hasta nuevo aviso lo económico quede firmemente subordinado a lo político que los mercados se niegan a levantar cabeza pese a que la Reserva Federal estadounidense ha reducido la tasa de interés a casi cero. Como señaló Barack Obama, están agotándose las municiones tradicionales, lo que no es una buena noticia.
Cristina se encuentra en una situación que no es demasiado distinta de las de George W. Bush, Gordon Brown, Nicolas Sarkozy, José Luis Rodríguez Zapatero y Silvio Berlusconi, ninguno de los cuales sabe muy bien lo que tendría que hacer para que sus compatriotas se abalancen sobre los comercios, de este modo reactivando sus respectivas economías, pero a diferencia de ellos no dispone de mucha plata y, para colmo, carga con una desventaja crucial que se llama Néstor Kirchner. Parecería que virtualmente todas las medidas que Cristina saca de la galera son productos de la imaginación febril de su cónyuge, un hombre que, como es notorio, no suele consultar nada con nadie que podría echar dudas sobre la eventual eficacia de sus corazonadas. Tampoco le parece necesario mantener informados a los ministros, secretarios y subsecretarios del gobierno de su mujer acerca de lo que está gestándose en su mente creativa, con el resultado de que los jefes de las reparticiones encargadas en llevar a cabo el plan de cada día sólo se enteran de lo que les espera a través de los diarios o la tele.
Así las cosas, no es del todo sorprendente que una vez desatados los paquetes, se haya descubierto que muchos contienen trastos viejos, propuestas inservibles o, lo que ocurre con cierta frecuencia, iniciativas que no condicen en absoluto con los principios que ha reivindicado con vehemencia el dúo gobernante. La idea genial de pagar de golpe lo adeudado al Club de París no tardó en caer en el olvido. Tuvo el mismo destino la de negociar con los holdouts. Además de ofrecerles a éstos una oportunidad para bloquear activos estatales argentinos en el exterior, la toma de los fondos de pensión privados agravó la fuga de capitales que huyeron despavoridos al difundirse la sospecha de que los Kirchner irían a cualquier extremo para impedir que la caja se vaciara. El blanqueo fue visto como una invitación a terroristas y narcotraficantes a hacer de la Argentina su base de operaciones. Puede que tales interpretaciones se basaran en nada más que prejuicios despreciables, pero las dotes retóricas de Cristina no han bastado para persuadir a los asustados por lo que sucedía de que el Gobierno está actuando de buena fe. Por lo demás, el carácter improvisado de los paquetes confeccionados por Néstor Kirchner ha resultado ser tan evidente que con cada anuncio se reduce todavía más la confianza ajena en la capacidad del Gobierno para amortiguar el impacto de la crisis internacional.

A caso la más impresionante de las medidas anunciadas últimamente fue la que condenó a muerte la "tablita de Machinea". Lo fue porque en buena lógica un gobierno que se jacta de ser progresista debería de haber estado plenamente a favor de un régimen impositivo que gravaba con más severidad al aproximadamente 3 por ciento de lo asalariados que cobran más de 7.000 pesos mensuales, pero la contradicción así supuesta no preocupó a Cristina. Según ella, dejar atrás "la tristemente célebre tablita de Machinea" después de haberla tolerado durante más de cinco años significaba dar un aumento salarial a "los trabajadores" , razón por la que era indudablemente "progresista" . La forma en que Cristina y sus colaboradores justificaron el cambio se encajó perfectamente en la tradición nacional de tratar medidas que benefician a una minoría influyente como conquistas de la sociedad en su conjunto, una costumbre que, huelga decirlo, ha contribuido a hacer de la Argentina uno de los países menos equitativos de la Tierra.
Desde un enfoque neoliberal, tiene sentido aumentar así el poder de compra de los dos centenares de miles de familias que disfrutarán del regalo navideño que acaba de entregarles el Gobierno. La economía argentina está estructurada de tal modo que, el goteo mediante, los gastos de dicha minoría terminen beneficiando a los muchos que en última instancia dependen de ellas. Por lo demás, se trata de un sector que es visceralmente hostil a todo cuanto representan los Kirchner, de suerte que Cristina y su marido habrán supuesto que la munificencia presidencial podría reportarles algunos beneficios políticos. Pero aquí también se ha propagado el virus del nuevo puritanismo que está socavando la economía mundial. Lo más probable es que en vez de apurarse a gastar el aumento recibido en coches, televisores plasma y otros bienes materiales, los beneficiados opten por comprar dólares, euros o, en el caso de los más imaginativos, yenes, a fin de prepararse para lo que vendrá. De ser así, sería escasa la incidencia en el consumo del reemplazo, en nombre de la justicia social, de un esquema tributario claramente progresivo por otro mucho más regresivo.

Por JAMES NEILSON, PERIODISTA y analista político, ex director de "The Buenos Aires Herald".

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