lunes, 22 de diciembre de 2008

KARETA KK

NÉSTOR GOBIERNA, CRISTINA ACOMPAÑA
LA INSÓLITA CARETA DEL KIRCHNERISMO

Por Fernando Paolella (*)

"La crisis energética nunca reconocida por el gobierno, los escándalos de corrupción, el conflicto con el campo por las retenciones móviles y el aislamiento internacional son sólo algunas de las causas que podrían explicar la actual situación argentina, que poco a poco se va vislumbrando con más fuerza. Aparentemente es algo que muchos medios (alternativos y sobre todo en Internet) están repitiendo hasta el hartazgo y que termina por cansar a los lectores: la soberbia es de tal magnitud que nunca se reconoció que la bonanza económica en el país se debía a la extraordinaria situación de crecimiento mundial por la suba de los precios de los alimentos y las materias primas. Por el contrario, cuando las cosas se ponen difíciles, el gobierno señala a los factores externos como responsables de la crisis sin siquiera reconocer los beneficios que de ellos obtuvo. Obviamente, la situación siempre requerirá un análisis mucho más profundo y extenso que esta simple conclusión, aunque no está de más aclararlo, dado que pareciera ser que la crisis financiera mundial estuviera expiando la culpa de todos los gobiernos regionales cuando la responsabilidad, evidentemente, está en manos de todos", según un acertado análisis vertido en el sitio colega Urgente 24. Absolutamente veraz, pues también los que escriben sienten que un vapor caliente le sube desde muy hondo hasta llegar al corazón y luego pasa al cerebro. Ese sentimiento es ampliamente compartido por todos los analistas independientes, sumidos en un hartazgo de proporciones bíblicas (¡aguante el reportero amarillista de los Simpson!) cada vez que uno de los dos Kirchner toma la palabra.
Sí, y no la largan, no dejan hablar a los demás, o lo que es peor, los denigran y desvalorizan cualquier atisbo de opinión aunque sea levemente disidente. Ella convoca, y su discurso desemboca en una consabida muestra de alambiques retóricos pseudo progres que alejan a la mayoría que ya ni siquiera quiere oírla. Él hace lo mismo, y con su verba azota al periodismo, a los supuestos noventistas, a Washington (pero cuando viaja allá, arruga como el mejor), a la oposición, al vicepresidente Cobos y a cualquiera que se anime a disentir con él.
Como muestra, en el día de ayer, en su ponencia del Teatro Argentino de La Plata, denostó una vez más al díscolo mendocino: "Señor vicepresidente, si usted conocía un ánimo destituyente debió decir la verdad. Le debe una respuesta al pueblo argentino. Diga por qué nos tendríamos que haber ido". Esta nueva carga fue la respuesta a un planteo de Cobos muy acertado, aunque en apariencia inverosímil para el kirchnerismo, peleado con la realidad. Y por consiguiente, en dicha contienda va perdiendo por goleada.


Feroz contrapunto

"¿Impedir? Sí, impedí un estallido social el 17 de julio. Fue lo único que impedí, que quizás el Gobierno tuviera que irse", refutó el vice al brulote lanzado por Néstor Kirchner el lunes pasado, cuando le endilgó el sayo poco feliz de "máquina de impedir". Y para rigor de verdad, la razón asiste a este último puesto que precisamente en esa noche eterna de invierno era harto probable que sucediera precisamente eso que alega con certeza. Pues este cronista recuerda, y lo hará mientras viva, que escuchando la emisora radial Cadena 3 eran centenares los llamados y mensajes de gente común pendiente de la votación de los senadores por la resolución 125. En ellos era más que evidente el estado máximo de crispación imperante, proveniente de ciudadanos dispuestos a todo si la disposición era aprobada con la mayoría de votos del oficialismo. Hacia la medianoche, cuando el panorama era aún incierto, aumentaba progresivamente el descontento y se temía lo que el mencionado alto funcionario vaticinó más arriba. Sin dudas, como se dice por ahí, se iba a pudrir todo.
Mal que les pese, su acto de hidalguía le ahorró a la Nación toda de un marasmo que superaría in crescendo a la crisis de diciembre de 2001. Por eso, no sirve de nada continuar disputas sin fin, bizantinas e innecesarias en estos tiempos de crisis donde la incertidumbre hasta es patente en las pocas ganas de festejar las inminentes fiestas navideñas.
Y como siempre, Cicerón sigue teniendo la razón ante tantos Catilinas que abusan de la paciencia ajena.


(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de Fernando Paolella por gentileza de Tribuna de Periodistas

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