Ha vuelto el peor de los Kirchner
Eugenio Paillet / "La Nueva Provincia"
Le guste o no a Cristina Fernández, lo cierto es que Néstor Kirchner se encargó esta semana de dinamitar uno a unos los puentes que la presidenta venía tendiendo con la clase media. Esa porción del escenario social argentino ha sido, y fue en el pasado, la más refractaria a aceptar al matrimonio santacruceño. Las últimas encuestas que se conocen demuestran que ese desamor no ha cambiado: en los sectores medios de la ciudadanía la imagen positiva de los dos juntos no alcanza para superar, por caso, la que retiene el vicepresidente Julio Cobos.
Es harina de otro costal preguntarse si efectivamente como dicen hasta en algunos despachos oficiales, Kirchner necesita un psicólogo. O si la presidenta es una acompañante silenciosa, y a veces resignada, de los arranques de furia de su esposo. Lo que aquí importa es aquel dato de la realidad: todos los esfuerzos que ha hecho el gobierno desde que descubrió que la crisis financiera mundial también alcanzaría a la Argentina, con medidas direccionadas de manera puntual hacia los sectores medios y medios bajos, han sido petardeados sin temblores por el ex presidente.
Tal vez quien mejor definió esa penosa vuelta a escena de Kirchner y su carga de rencores y mandobles a diestra y siniestra fue el ex intendente de Córdoba Luis Juez. "Se le salió la cadena mal", dijo el pintoresco hombre de La Docta y ex aliado de la Casa Rosada. Juez abundó en otro concepto que ha sido escuchado y repetido en ambientes gubernamentales y parlamentarios. Kichner le ha hecho un flaco favor a su esposa con esta tormentosa vuelta al centro del cuadrilátero.
El Kirchner que reapareció en escena esta semana es el mismo dirigente absolutamente exacerbado que arremetió contra todo y contra todos en aquellas temerarias arengas del invierno pasado, durante el largo conflicto con el campo. En ese marco es imposible no comparar dos fotos de estos mismos días. Por un lado, Cristina Fernández acompañada por sus pares del continente en el noreste brasileño, enfrascados en el análisis de la crisis global, pero también achacando responsabilidades a quienes las han tenido en los orígenes de la debacle. Aquí, a la misma hora, un Kichner embravecido disparaba veneno contra Cobos, contra la prensa, contra Estados Unidos, castigaba a la oposición y desplegaba otra vez los necios fantasmas de un "clima destituyente" que solo anida en su afiebrada imaginación.
La andanada del santacruceño y los efectos en los esfuerzos que ha venido haciendo Cristina para morigerar el discurso y acercarse con planes y anuncios diarios destinados a solventar medidas anticrisis, se verán seguramente en el tiempo. Pero no es aventurado decir que ese proceder del ex jefe de Estado le ha pegado directamente en el corazón de una estrategia que la presidenta había trazado con su equipo de ministros, convencida --con más errores que aciertos, y no poca improvisación-- que de esa manera puede calmar las aguas del tsunami local.
Como al pasar, en despachos oficiales deslizan un dato que puede parecer trivial, pero que puede también no serlo a la luz de lo que ha ocurrido. Kirchner estuvo borrado de todas las fotos que entregó en las últimas dos semanas la Presidencia sobre los continuos anuncios realizados en la quinta de Olivos. Hay quienes dicen que su ausencia de todas esas ceremonias fue un gesto estudiado entre el matrimonio para darle protagonismo a la presidenta y permitir que empezara a remontar la cuesta de aquella presunta inoperancia para gobernar que se le achaca. Si fue así, no se explica, salvo desde la esquizofrenia, que tras cartón el mismo Kirchner aparezca con aquel discurso y aquella andanada hasta con visos antidemocráticos que si algo ha hecho es espantar otra vez al grueso de la sociedad.
Algunas otras voces resignadas del poder sostienen que Kirchner definitivamente no ha superado su paso de la presidencia activa a la de consorte con poder político, pero obligado las más de las veces a quedarse en la residencia de Olivos, donde recibe aliados y amigos y barrunta venganzas contra sus enemigos reales o imaginarios. Y que por si eso fuese poco, la rutilante figura de Cobos en su doble condición de vicepresidente de la Nación y plantado hoy en un sitial preferencial de cualquier encuesta de imagen con perfil de primer opositor, se ha convertido en su principal desvelo.
Resulta curioso que desde los laboratorios del kirchnerismo se dijera no hace mas de un par de semanas que la verdadera estrategia del gobierno de cara a las cruciales elecciones legislativas del año que viene debía pasar antes que nada por recuperar el favor de la clase media, de los sectores urbanos bajos y aun de los más postergados. Se dijo entonces, y se repite ahora, que ese segmento social es el bastión a conquistar en la provincia de Buenos Aires, pero también en otros distritos de peso electoral como Mendoza, Córdoba y Santa Fe. Y que recuperar el voto de la clase media era hoy para el gobierno más importante que ocuparse de la inflación, por citar uno de los flagelos con los que se machaca sobre el fracaso de la política oficial.
Salta a la vista que Cristina Fernández captó ese mensaje y que a los apurones, con rencillas internas pero con la mira puesta en aquel precepto de sus estrategas, se había puesto a trabajar sobre el problema. Por eso cada vuelta de tuerca que se haga sobre el análisis de lo ocurrido en los últimos días estira hasta el cansancio la búsqueda de explicaciones sobre la inexplicable actitud de Kirchner.
NK ha avisado sin dejar lugar a dudas esta semana dónde quiere estar parado para afrontar el año electoral que se viene, y cuán poco le importan las consecuencias de sus palabras o de sus mensajes incendiarios. Cuentan confidentes que un dirigente sindical que lo encontró en la cena de la CGT en el quincho de los taxistas para despedir el año, se animó a plantearle sus dudas sobre la conveniencia de salir con los tapones de punta justo ahora, cuando todos por igual ponderan entre el oficialismo y sus aliados aquellos gestos de moderación y de tendido de puentes por parte de la presidenta. "A mí no me van a hacer callar; voy a seguir diciendo lo que pienso", lo desplantó el santacruceño.
Aquel aviso es bien claro: Kirchner estuvo en el arranque de la semana rodeado del viejo peronismo, durante la asunción de Alberto Balestrini como nuevo presidente del PJ bonaerense. El lugar elegido para la ceremonia, la mítica casona de Gaspar Campos que habitó Juan Domingo Perón, es todo un símbolo de ese mensaje. Después visitó el Teatro Argentino de La Plata donde lanzó una nueva idea de concertación plural, que ahora llama convergencia, para captar en el aparato electoral que se viene a las fuerzas que lo acompañaron hasta ahora, en especial desde el radicalismo, y que se habían ido diezmando a medida que avanzaba el gobierno de Cristina Fernández. Y cerró ese círculo de alianzas con la comentada visita al asado navideño de la CGT, donde lo cobijaron Hugo Moyano y el grueso de los caciques sindicales. Con todos ellos buscará atravesar el incierto camino que le deparan las elecciones legislativas de 2009. Y, sea candidato o no, tampoco dejó dudas de que todos esos actores deben encolumnarse únicamente detrás de su figura.
El de Moyano de esa noche bien puede haber sido un nuevo abrazo del oso. El camionero sabe que tiene su suerte atada a los Kirchner, pero en especial a Néstor. Eso no le impide, y más bien, lo impulsa, a no cejar en sus pretensiones de arrancarle una conquista tras otra al gobierno, sabedor de cómo las juega cuando de presionar se trata. La central obrera no se bajará de su reclamo para conseguir un plus salarial para todos los salariados antes de fin de año. Cristina Fernández mandó una y otra vez a uno de sus delfines, Florencio Randazzo, a decir en público que esa medida no está en análisis. Kirchner trató de calmar al líder cegetista en aquel encuentro y le mostró una libretita con números a lápiz: no alcanza la plata porque el gobierno no tiene los mil quinientos millones de pesos extra que se necesitan para incluir en el beneficio a los empleados estatales y a las provincias. Moyano promete endurecer sus facciones y ese gesto por sí solo podría convertirse en un inesperado escollo para los deseos del santacruceño de asentarse en aquellas tres patas para encarar con posibilidades de éxito el año electoral que se avecina.
En una jugada de dudosos beneficios, Kirchner le habría propuesto a Moyano que ponga en marcha una suerte de "sálvese quien pueda". La idea es que los gremios instruyan a sus comisiones internas para que reclamen el plus salarial empresa por empresa, en la convicción de que hay sectores grandes y hasta medianos que están en condiciones de afrontar ese regalo navideño con etiqueta ajena. La Unión Industrial Argentina ya advirtió que no es momento de pedir aumentos extraordinarios, en medio de la crisis. No es justamente un escenario de paz social el que sobrevendría a una idea como la que se asegura que le transmitió el ex presidente al mandamás cegetista.
Resulta evidente a la par de esos enjuagues, en una semana difícil como pocas, que el gobierno ha dado otros dos pasos enormes para alejarse del mundo. Y se agiganta en ese marco de análisis el abismo que hay entre los deseos de Cristina Fernández de reinsertarse en los foros regionales e internacionales, o de cumplir con su promesa de hacer no menos de cuatro o cinco viajes por el exterior al año durante su mandato, y la realidad de las cosas. La expropiación de Aerolíneas Argentinas consumada esta semana por el Senado es un baldón para el sostenimiento de relaciones de por si complicadas con el gobierno de España. La administración de José Luis Rodríguez Zapatero y por encima la figura entrañable del rey Juan Carlos son de las pocas que todavía conservan la paciencia y se muestran dispuestas a abrirle puertas a la Argentina. No obstante en medios diplomáticos se preguntan por el resultado de la gira que Cristina hará en febrero a Madrid. Y hasta si después de lo ocurrido esta semana, ese viaje puede considerarse todavía en pie.
La ley aprobada en la Cámara Alta que consagra el libre albedrío para el regreso de capitales sucios depositados en el exterior, o que no pena por caso a quien declare dineros producidos en la ruta de la efedrina, ya que no tipifica los tipos de maniobras que puedan ser encuadradas en lo que se conoce como lavado de dinero, pondrá de seguro a la Argentina en el ojo de los gobiernos del mundo. En especial de Estados Unidos. Por si faltaba algo para afianzar el retroceso, Kirchner destrató desde la tribuna al embajador norteamericano en Buenos Aires. Le enrostró que en su país se construyeron ciudades enteras con plata negra. Un desplante innecesario. Además, si así ocurrió, no está bien querer igualar hacia abajo
domingo, 21 de diciembre de 2008
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