Blanqueo: unos cuantos gatos encerrados en la ley del Gobierno
El difuso origen de los capitales y la plata negra que ya entro.
El traje a medida que suele intuirse detrás de cualquier blanqueo.
Por Alcadio Oña
Así como está, el blanqueo lanzado por el Gobierno abre una ancha puerta al ingreso de los capitales más diversos, incluidos algunos de origen controvertido. Y en algún sentido, también podría ser un traje a medida para regularizar fondos en negro que ya se colocaron en el país o estarían en las gateras: además, bien barato.
El proyecto deja expresamente afuera del blanqueo a quienes puedan ser alcanzados por las leyes sobre lavado de dinero y financiamiento del terrorismo. Pero, a la vez y también expresamente, libera a todo el mundo de la obligación de declarar el origen de los fondos (cómo se consiguieron) o el momento cuando fueron realizados. Podría ocurrir, así, que por un lado se cierre la puerta y por el otro se la entreabra.
Por de pronto, declarar el origen de las tenencias --divisas, bienes o lo que sea-- es un punto clave en las normas del GAFI, el organismo internacional que controla el lavado de dinero, el narcotráfico y el financiamiento al terrorismo. La Argentina está adherida al GAFI y, por lo mismo, el Gobierno debió sancionar leyes que le exigían: la cuestión es si esta vez no se estarían perforando las reglas.
Habrá que ver si es suficiente, como dice el proyecto de la ley, con que un banco del exterior le extienda al autor del blanqueo un certificado donde figure su nombre y domicilio, el importe y la entidad donde fue hecho el depósito. Son requisitos de rigor: el punto es si con eso alcanza.
O si basta con que el banco o la institución financiera del exterior estén "sujetos a la supervisión de los bancos centrales u organismos equivalentes de sus propios países". No hay referencias a organismos atados al GAFI, como la UIF argentina: por lo demás, la adhesión al instituto internacional que controla el lavado es voluntaria y hay muchos países no afiliados.
Se sabe, hace tiempo, que no bien asoma una oportunidad capitales que circulan por el mundo son blanqueados; claro está, aquellos de origen oscuro o controvertido. Y aunque mal no habría venido, en el proyecto tampoco aparece ninguna cita a los paraísos fiscales.
Así, entre la posibilidad de no declarar el origen de los fondos, locales o externos, y las normas sobre lavado de dinero queda una dudosa zona gris. Si se quiere, una contradicción que tal vez sea atendida cuando la ley sea reglamentada. Tanto como para aflojar las especulaciones que asocian la medida al caso de la valija con 800.000 dólares del venezolano Antonini Wilson.
Lo que sí está dicho expresamente es que al dinero negro no le cabe "la figura de evasión tributaria o participación en la evasión tributaria": haberla cometido o ser parte de una asociación que la cometió. Para el caso, esto deja de ser delito y también caen procesos civiles, penales, comerciales y administrativos; muchos, y algunos muy avanzados. Aquí el redactor no se anduvo con vueltas para decir lo que quería decir.
Ahora, el traje a medida que suele intuirse detrás de cualquier blanqueo.
Según el proyecto, se pueden blanquear divisas que ingresaron al país antes de octubre de 2007. Y fueron utilizadas en inversiones inmobiliarias, en compra de máquinas o maquinitas, se las incorporó al capital de empresas o fueron prestadas a otras empresas, tal vez vinculadas. Es la legalización de operaciones que ya fueron hechas. Aquí también puede haber un gato encerrado.
Queda claro, pues, que el blanqueo lanzado por el Gobierno es una puerta ancha y propicia. Por la que también pueden filtrarse fondos fugados que aún no ingresaron, para negocios diversos o cosas que ya se pensaban hacer.
Otro cantar es cuánta plata nueva de verdad ingresará al país, con un Gobierno imprevisible para los capitalistas poco afectos a correr riesgos, que se bandea desde el pago al Club de París y el arreglo con los bonistas a la liquidación de las AFJP. O si, como dice el texto oficial, es una oportunidad para "fortalecer nuestra economía real". Literalmente, pensado "bajo un prisma positivo y pragmático".
Eso sí, no hay una sola explicación -ni positiva ni pragmática- para quienes cumplen con la ley y encima creen que pagar los impuestos equivale a educación, salud y seguridad, por nombrar algunas funciones del Estado. No la hay, sencillamente porque no existe.
Tampoco se ha reparado en el precedente que se sienta y puede resentir ingresos futuros: que es posible incumplir las normas fiscales, porque siempre habrá un salvavidas. Ni se ha medido el daño que se le inflige al trabajo de control que estos años hizo la AFIP.
Queda para el final, algo que también está en la base de la movida. Que con el blanqueo y la moratoria impositiva interconectados, el Gobierno busca hacerse de plata: poca, mucha, la que sea posible. Y se abre, de paso, una oportunidad para colar algunas operaciones negras, hechas o por venir, en un sistema que será vasto y polifuncional.
Fuente Clarín
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lunes, 1 de diciembre de 2008
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