jueves, 11 de diciembre de 2008

SUICIDIO

Kirchner y la soja: Venganza y suicidio político
Terminante editorial del diario La Voz del Interior, de la ciudad de Córdoba: "Las decisiones del Gobierno nacional en materia agropecuaria son indisimulablemente vindicativas y tienen un preocupante matiz de suicidio político."

CIUDAD DE CÓRDOBA (La Voz del Interior). El jefe de Gabinete de la Nación, Sergio Massa, descartó el lunes último que se realicen modificaciones en las retenciones a las exportaciones de soja.

Se mantendrán en sus niveles actuales los derechos que se aplican, aunque la cotización de la oleaginosa haya caído desde junio 30 por ciento en el mercado nacional y más de 50% en el orden internacional.

El Poder Ejecutivo actúa al respecto con un indisimulable espíritu de vindicta, por la derrota que le infligieron los productores agropecuarios cuando intentó poner en vigencia la resolución 125, que establecía el régimen de retenciones móviles.

Por entonces, el cultivar había tenido un vertiginoso aumento de su valorización, como que llegó a US$600 la tonelada.

En ese momento, era opinable la eventual conveniencia de imponer un gravamen alto para una mejor distribución del ingreso, sobre todo en las provincias más retrasadas desde lo económico y social.

Al menos, ésa era la explicación que daban la presidenta Cristina Fernández y el ministro de facto de Economía, Néstor Kirchner, desde las tribunas que armaban con frenesí incontenible para que el ex presidente incurriese en reprobables excesos verbales.

En realidad, el argumento oficial podía ser atendible, pero su manejo de las elevadas recaudaciones fiscales era un verdadero desatino: los recursos se aplicaron a enormes subsidios que nunca beneficiaron a los sectores más postergados de la sociedad, y al oneroso clientelismo que es su principal sustento político.

En la actualidad, el 'yuyo' (como la Presidenta, con inconcebible desprecio, llamó al principal recurso de la economía agropecuaria) se cotiza a menos de US$300 y nada permite aventurar un inminente proceso de recuperación de valores anteriores.

En ese contexto, mantener las retenciones en sus actuales niveles implica en los hechos la condena a la liquidación de las explotaciones de los pequeños y medianos productores, en especial los de zonas marginales, a los que el Gobierno dijo defender, y el retorno a los latifundios.

Curiosa contradicción en un régimen que ideológicamente quedó anclado en el setentismo, cuando los grandes productores agropecuarios eran considerados el brazo rural de la oligarquía, y ahora hace y deja de hacer para favorecer su retorno.

Con el agravante de un inexplicable desconocimiento u olvido: en la mayoría de las provincias ganaderas y sojeras Cristina Fernández obtenía hace un año sus más consistentes triunfos electorales.

La política agraria y ganadera es clara y destructivamente vindicativa.

La manipulación de las retenciones lo demuestra sin refutación posible.

El Gobierno redujo en un cinco por ciento las retenciones sobre las exportaciones de trigo y maíz, pero se desentendió de los graves problemas que vienen afrontando desde hace más de un lustro los productores tamberos y ganaderos.

Tambos y rodeos se encuentran en fase de liquidación.

En su huida sistemática del presente conflictivo, la Presidenta y su ministro de facto se abandonan a la visión de futuros esplendentes y no parecen percibir que en un mañana muy próximo la Argentina se transformará en importadora neta de lácteos.

No sólo por las caídas de los precios internacionales, que afectan también a los de la carne, por la reducción constante de órdenes de compra de países tradicionalmente importadores de nuestros productos, sino, además, por las intempestivas incursiones del secretario de Comercio Interior, que de modo arbitrario ordena suspensiones de exportaciones. Llegó a ordenar la descarga de una partida de carne que había sido embarcada con destino al exterior.

Las mezquindades de propósitos no pueden inspirar genuinos proyectos de crecimiento económico y social.

La ofensiva que lleva el Gobierno contra el sector primario de nuestra economía tiene un preocupante matiz de suicidio.

Costará bastante esfuerzo y sacrificio recuperar lo perdido y, por sobre todo, definir y ejecutar un racional programa de reactivación.

En este sentido, dos elementos son imprescindibles e impostergables: grandeza de espíritu para superar las desinteligencias del pasado e inteligencia para advertir los cambios dramáticos que se operan en el mundo, donde cada vez necesitan menos de nosotros.

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