domingo, 4 de julio de 2010

CHAU ALTANERO



CORTITO Y AL PIE

La derrota de un país en cualquiera de los órdenes que fuera -deportivo, cultural, militar o educativo- golpea y entristece. Nos hace mal como cuerpo colectivo, disminuye la estima. En estos casos lo mejor será realizar el duelo y punto. No escribo para ayudar en este orden, ni siquiera para sumar opiniones deportivas a las muchas habidas y las que, seguramente, habrá. Me urge abordar el problema de la selección desde otro ángulo.

Es sabido que el Gobierno nacional tenía cifradas esperanzas en el triunfo de la selección. Los que no formábamos parte de este gobierno también esperábamos su victoria. De manera que todos estamos de luto. La gloria o la derrota no es de uno ni del otro, es del conjunto. Sin embargo, el duelo no es el mismo para todos. El Gobierno nacional, al igual que el Proceso militar, pretendió que la selección jugara para ellos. Y esto fue muy evidente.

Desde Hinchadas Unidas Argentinas, engendro pergeñado por el Jefe de Gabinete, con sus barras bravas pagas para desplegar banderas kirchneristas en las tribunas sudafricanas, hasta la foto de Carlotto abrazándose con Maradona, todo estaba preparado para un fin de fiesta a toda orquesta. No pudo ser.

Los primeros datos que las cosas no andaban bien fue la inteligente acción del periodismo denunciando a estos barras, pagos por el Gobierno nacional y con antecedentes penales y de violencia, arruinando la estrategia del Doctor Merengue, alias Aníbal Fernández, que en el peor momento aseguró que fue una pésima idea esta de los barras; incluso la Presidente afirmó en La Rioja: “Saben cuantos miles de personas no dejaron entrar de otros países las autoridades de Sudáfrica. Sin embargo todo el día retumbaron (el periodismo) sobre cuarenta o cincuenta argentinos…”. Es que la señora estaba furiosa porque el periodismo le había estropeado la juerga preparada en las tribunas. Era grosero continuar con el plan. Los dejaron solos y abandonados. Tuvieron que volver. Los muchachos están que arden.

Fue tan pesada la intromisión del Gobierno que Maradona no pudo ni tomar distancia ni desentenderse de ese entramado.

Por otro lado, Diego venía mostrando cierta adhesión al kirchnerismo. Primero, pagar favores. La llegada como DT a la Selección Nacional, definida por Grondona, contó con el aval del Gobierno nacional, que veía en el brazo guevarista (tatuaje del Che) del hombre de Fiorito una buena difusión del progresismo vernáculo, amén de sus visitas a Cuba y su amistad con Fidel (que, a esta altura, no sabemos bien a quien le conviene más si a Fidel o a Diego)

Segundo, el notable paralelismo sicológico y emocional entre el Gobierno y Maradona, que consolidan en las alturas el clima de época. Mostrando perfiles sicológicos parecidos.

Ambos le atribuyen al periodismo la raíz de todos los males. La idea de que la sigan chu…, después de un éxito (aunque sea menor), humillando y denigrando al otro, los iguala en los escenarios públicos de atriles y conferencias de prensa.

Hay resentimiento y un manejo sobreactuado del poder. En Maradona, podría entenderse a partir de su fama mundial adquirida por su arte extraordinario, que lo hace sentirse por sobre todos, empujándolo a rechazar la mínima crítica a su trabajo.

Pero el kirchnerismo, ¿qué valores porta que justifiquen su soberbia? Que yo sepa, poquitos.

Lamentablemente, Maradona se infatuó de tanto kirchnerismo.

En la penúltima conferencia de prensa volvió a atacar al periodismo exigiendo una retractación pública, que pidieran perdón. ¿Los quiere de rodillas, acaso?

Olvidándose, justo él, que hay buenas y malas épocas. Que, a veces, se está arriba y, otras, abajo. Y que, sin embargo, no se caen las joyas.

Fue mucho lo que el Gobierno y sus satélites le exigieron a Diego y a esta selección. Fueron usados ignominiosamente. Seguramente, dentro del plantel hay cómplices de semejante desatino.

Con Maradona y su estrepitoso fracaso desaparece, felizmente, la Argentina altanera y arrogante, que hace de la soberbia y el mal trato el pan de cada día. De alguna manera anticipa un final de época.



CLAUDIO CHAVES

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