domingo, 18 de julio de 2010

ESCLAVOS


Nos están entrenando para ser esclavos



Por Cosme Beccar Varela (de La Botella al Mar)


El Diccionario de la Real Academia define la palabra "esclavo" de la siguiente manera: "Dícese de la persona que por estar bajo de otro carece de libertad".



Cualquier semejanza entre esa definición y la actual situación de los argentinos que no sean izquierdistas no es fruto de la casualidad sino de la más estricta coincidencia con la realidad.



Ya somos casi esclavos, pero estamos siendo entrenados para serlo aún más. Se trata de crear en nosotros los hábitos y reflejos del esclavo, o sea, del hombre que está bajo la absoluta dependencia de otro y no se atreve ni a mirarlo a los ojos, por temor servil, para no provocar la ira del amo, para que no piense que queremos contrariarlo en lo más mínimo.



Como el hombre es libre por naturaleza y normalmente sólo se somete a una autoridad justa que respete su derecho y su dignidad,. conseguir que adquiera el hábito de ser servil como un esclavo exige un cierto entrenamiento. Ahora bien, como el hombre tiende a hacer su voluntad, quebrarla y hacerlo aceptar sólo la voluntad de otros, requiere que se aplique una fuerza que supere su voluntad de resistencia..



Esa fuerza es de tres tipos: 1) material, 2) psicológica y 3) una combinación de ambas, que es la más efectiva.



* * *



Hoy he tenido la enésima demostración del método aplicado por esta tiranía para convertirnos en esclavos. Hacía un trayecto en automóvil que normalmente se hace en 3 o 4 minutos. Pues bien, hoy tardé 40 minutos y nunca supe la causa de esta demora, pero era obvio que alguien estaba cortando la Avda 9 de Julio y eso demoraba la desembocadura de la Avda. Arturo Illía (en la que yo me encontraba) que funciona como una especie de "manga" de hacienda porque no se puede salir ni a derecha ni a izquierda y tampoco retroceder.



Los viajeros se resignaban con sumisión bovina a avanzar a 1 km por hora, sin tocar la corneta, sin protesta alguna. Intenté desviarme por la calle Arroyo para después desembocar en Santa Fe y de ahí llegar a mi Estudio. Pero esas calles también estaban atascadas. Nadie sabía la causa, nadie la preguntaba.



Era imposible dejar el auto y seguir caminando, como en aquel film famoso de Michael Douglas, "Un día de furia". Muy probablemente los automovilistas sometidos mansamente a un poder ignoto, hubieran descargado toda su furia sobre mi auto haciéndolo picadillo, lo cual implicaba una pérdida muy grande.



Era evidente que en alguna parte de la Avda. 9 de Julio había un gran corte piquetero que impedía el tránsito. Y era aún más evidente que, cualquiera fuera la causa, la Policía no estaba actuando para liberar el tráfico.



* * *



Muchas veces he pensado, qué pasaría si un número suficiente de automovilistas con algo de sangre en las venas, decidiera dejar sus vehículos y dirigirse resueltamente hacia los piqueteros y dispersarlos a golpes organizando después un sistema para que todos pasaran sin permitir que volvieran a cortar el camino.



Los piqueteros tienen palos y máscaras. Pero si el grupo de valientes fuera suficientemente numeroso y decidido de nada le valdrían los palos ni las máscaras porque serían derrotados ya que la mayoría de ellos son mercenarios que no están dispuestos a arriesgar su integridad física por una consigna de la tiranía.



Pero, ¿que pasa en realidad? ¡Nadie se anima a enfrentarlos! Y si alguno aisladamente los desafíara, nadie lo apoyaría y dejarían que fuera molido a palos y aún muerto.



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Y si no son piqueteros, son estudiantes o sindicalistas que protestan por las causas más insólitas y siempre cortando el tráfico. La Policía protege a los delincuentes (porque eso es lo que son, ya que cortar una vía pública, en forma organizada y con amenaza de armas, es un delito o varios a la vez) de tal manera que si alguna de las víctimas de esos atropellos quisiera liberar los caminos sería reprimido por la fuerza pública y aún acusado de "resistencia a la autoridad".



Así que no hay libertad de moverse por la ciudad. Es una libertad que en cualquier momento puede ser suprimida por la voluntad ilegal de un grupo violento protegido y aún incentivado por la tiranía.



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Ese es el ingrediente "violencia" del sistema. El ingrediente psicológico consiste en el hábito de resignación servil con que los argentinos toman esas restricciones arbitrarias a su libertad de movimiento. Todos los que estabamos hoy atascados en la "manga" de la Avda. Arturo Illia estábamos resignados como esclavos de un poder anónimo y ni siquiera intentábamos hacer algo para averiguar la causa de esa restricción ni menos aún para hacerla cesar.



Lo mismo pasa cuando un sindicato del transporte resuelve cortar el servicio de trenes o de subterráneos justo a la hora en que los empleados y obreros vuelven al hogar, cansados de un día de trabajo. Súbitamente se encuentran con que el tren no anda y deben salir a buscar colectivos o a caminar kilómetros para llegar a sus casas. Tampoco protestan contra los sindicalistas prepotentes que cometen esa agresión contra ellos. Se resignan y marchan con la cabeza gacha en búsqueda de otro medio de transporte.

Cuando la tiranía resolvió confiscar los depósitos de las Cajas de Jubilación privadas lo hizo sin tapujos. Fue un robo descarado y nadie dijo nada. Y cuando a los jubilados se les paga una suma mensual miserable, que no alcanza ni para vivir una semana, hay quienes inician juicios (ya son 360.000) pero saben que no serán resueltos jamás y que seguirán en la miseria,: ¡Pero son muchos más los que no se defienden!.



Cuando detuvieron a 600 militares de avanzada edad, en cárceles infectas, sin pruebas, por puro odio ideológico, y murieron más de 80 de ellos por enfermedad mal atendida en esas mazmorras, sólo se oyeron tímidas protestas.



Cuando los más altos funcionarios del gobierno se enriquecen en forma desmesurada poniendo en evidencia su desprecio por la honestidad administrativa y hay jueces que convalidan su descarada audacia, mientras que miles de argentinos que no tienen trabajo ni plata viven en la miseria, a pesar de lo cual, esos mismos argentinos votan por esos sátrapas y la mayoría lo acepta como si fuera normal que los amos roben y los esclavos sufran.



Por otra parte, todos sabemos que los únicos que pueden ser candidatos a los cargos del poder son los amos que integran la "dirigencia" corrupta e inepta. O sea, hay una clase de amos y una mayoría de parias, que somos nosotros.



¿Y que me dicen del reciente caso de la aprobación de la ley del “homonomio” que contradice las más arraigadas convicciones de los argentinos?



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No creo que todo esto sea casualidad. Tiene toda la apariencia de ser un entrenamiento para la esclavitud, única situación mental de la ciudadanía que permite implantar un régimen marxista.

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