jueves, 8 de julio de 2010

LA PATRIA PATOTERA


La patria patotera y sus imitadores

El uso de la intimidación política como estrategia de gobierno no sólo la padece la Argentina sino otros países de la región como Venezuela, Cuba y Nicaragua

por Emilio J. Cárdenas
Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

Desde hace seis años, nuestro país transita una etapa disfuncional en su vida política. Una que podríamos denominar como la de la patria patotera, con dos vectores de acción: (i) la perversión de todas las pautas morales; (ii) el uso abierto de la intimidación, la violencia y la provocación como instrumentos de una forma de hacer política. Ello no tiene demasiados precedentes entre nosotros, salvo algunas etapas conflictivas en los albores de nuestro nacimiento como nación independiente.

El uso y abuso de los piquetes, las turbas amenazadoras y los matones con rostros cubiertos y armados con palos como medios de impedir o dificultar la acción política de los adversarios -sumado a recursos tales como el insulto, las demonizaciones, la siembra constante de odios y resentimientos y el manifiesto abuso del poder- se ha transformado en una triste realidad cotidiana. Guste o no, así son las cosas.

Los responsables de lo sucedido y sus secuaces son por todos conocidos. Los actores ocultos, también. La ineficacia de nuestra justicia para poner coto o encontrar remedio a la situación es lamentable y ha quedado evidente en lo recientemente sucedido en la causa del ataque -encabezado por Luis D'Elía-contra una comisaría, proceso que murió como consecuencia directa de las demoras acumuladas en su tramite judicial. Quizás, precisamente para que no llegara a ningún .

Lo sucedido recientemente con los ataques violentos (a los que llamamos escraches) perpetrados durante tres actos públicos a los que asistían el ex Presidente Eduardo Duhalde y el diputado Felipe Solá, han sido tan sólo una expresión más del uso de la intimidación para amenazar, influenciar y prevalecer en el escenario político. Violencia entonces que se utiliza no sólo contra los medios y sus directivos -lo cual es una lamentable y nada democrática constante- sino también contra cualquiera que circunstancialmente esté (por el motivo que fuere) en la vereda de enfrente de quienes convocan, organizan, pagan y utilizan a las patotas.

La Argentina no es, sin embargo, la única que padece esos cobardes embates. Hay, en nuestra región, claros denominadores comunes que sugieren que esas técnicas son uniformes -y habituales- entre los regímenes que pertenecen a la izquierda radical. Aquellos que comparten una misma vertiente ideológica, que repudia a la democracia.

En efecto, las valientes Damas de Blanco, en Cuba, saben bien que -cuando se manifiestan para protestar contra la prisión de sus esposos disidentes por el delito de opinión- pueden inmediatamente ser objeto de golpes, insultos y maltratos por parte de los patoteros especialmente entrenados y enviados para eso por el propio gobierno cubano. Alquilados, entonces. Pero las Damas de Blanco no se amilanan. Porque son un ejemplo claro de coraje personal.

Lo mismo sucede en Venezuela con los estudiantes universitarios que, cada vez que protestan públicamente contra el régimen de Hugo Chávez, deben suponer que los matones del régimen los habrán de provocar y, acto seguido, apalear. Venezuela hasta exporta sus patotas. Ese fue el caso del perseguido propietario de Globovisión, Guillermo Zuloaga, al que se agrediera abiertamente en la última conferencia de la SIP realizada en Aruba, usando para ello a un grupo infiltrado de pretendidos periodistas que, en rigor, habían sido entrenados por el G-2 cubano que, convocado por Hugo Chávez, opera desde hace años en Venezuela como si fuera su propia casa.

También ocurre esto en la Nicaragua de Daniel Ortega, hoy sólo un falso remedo que procura esconder (aunque sin mayor éxito) la incansable tarea sandinista de demolición de la democracia, para poder eternizarse en el poder.

Los grupos de choque del orteguismo (la Juventud Sandinista 19 de Julio) trabajan de sol a sol. Cuentan, como es habitual, con el respaldo oficioso de la policía local, que sólo observa su accionar, protegiéndolos. Como si fuera un espectador más.

En lugar de proteger a la gente, la policía lo hace con los violentos. La última vez los patoteros nicaragüenses actuaron -a golpes- contra la Red de Jóvenes de Managua, en las inmediaciones del "Hilton Princess", en la Plaza de las Victorias, cuando protestaban por la ilegal deposición del alcalde Barquero de la Alcaldía de Managua (Alma) y contra el fraude electoral. En el mismo escenario, precisamente, en el que se iniciaron en su momento las marchas contra el fraude electoral sandinista, a finales de 2008, siendo también entonces agredidos por los matones.

Mientras tomamos consciencia de los que nos pasa y advertimos su extrema gravedad, no debemos perder la esperanza de poder recuperar pronto la normalidad en las conductas ciudadanas. La paz social, entonces. Porque la patológica era de la patria patotera parecería estar entrando en lo que debiera ser una etapa de declinación final, esto es de regreso a la normalidad.

La línea de defensa de las libertades debiera siempre comenzar con la de la libertad de prensa, de la que se nos quiere privar. Porque, en palabras proféticas del diario "El País", de Montevideo: "la libertad no es un privilegio de los medios, sino que se trata de una necesidad social indispensable; sin esa prerrogativa no hay democracia posible. Un sistema que no se concibe sin el control de los actos de gobierno por la prensa libre e independiente".

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