viernes, 23 de septiembre de 2016

INVERSIONES.....

Macri decodificó el mensaje del mercado: sólo si gana las legislativas de 2017 llegará la "lluvia de inversiones" Por Fernando Gutierrez La seguidilla de reuniones con inversores del exterior, desde el "mini Davos" hasta su gira neoyorquina, dejó en claro que las dudas de los empresarios no pasan tanto por la orientación de la economía. Más bien, por tener una mayor certeza sobre la profundidad y la continuidad de las reformas Hubo una pregunta que se reiteró durante los últimos meses en los despachos oficiales, en las charlas empresariales y en los análisis económicos. ¿Qué es lo que falta para que las demoradas inversiones externas pisen el acelerador y generen un crecimiento en la actividad económica? A fin de cuentas, después de haber: -Levantado el cepo cambiario -Aliviado las retenciones agrícolas -Fijado un plan de metas de inflación -Arreglado con los "fondos buitre" -Retornado al mercado de crédito -Recibido una misión del FMI Muchos creían que todas las "buenas señales" hacia el sector privado ya habían sido enviadas. Sin embargo, la ansiedad generada por la lentitud en la concreción de proyectos productivos se fue haciendo cada vez más evidente. Incluso, se transformó en el tema central de los foros de negocios organizados para "seducir" a los inversores. Fue el propio Mauricio Macri quien, en los últimos días, dio el indicio respecto de qué es lo que falta, de cuál es el tema que todavía genera dudas y pone un freno a la llegada de dólares: la cuestión electoral. Hay una situación que muchos califican de "inédita": antes los empresarios se sentaban frente a un presidente -con el que muchas veces discrepaban en los ideológico, pero al que le reconocían autoridad política- para plantearle sus demandas en cuanto a seguridad jurídica, marco económico y libre disponibilidad de sus rentas. Ahora, en cambio, las charlas se dan entre quienes sintonizan a la perfección el lenguaje corporativo global. Aun así, las dudas pasan por la profundidad y continuidad de los cambios. En definitiva, hay cierto consenso entre analistas y ejecutivos de negocios respecto de un tema clave: para que la prometida "lluvia de inversiones" se produzca, Macri tiene que ganar las elecciones legislativas de 2017. Sólo si esto ocurre, podrá despejar las dudas que se han generado sobre la fortaleza de su proyecto político. El propio Presidente es consciente de esto. No por casualidad -faltando un año para las elecciones- se lo ha visto insistir en estos días sobre las altas chances que tiene su partido de obtener un buen resultado. De hecho, ha aprovechado los últimos encuentros con empresarios y sus recientes intervenciones internacionales para machacar sobre este tema. "El PRO va a hacer una elección maravillosa" dijo en el "mini Davos". A los pocos días, en Nueva York, en el encuentro que el influyente Financial Times le organizó con inversores en la bolsa de valores, volvió a referirse a esta cuestión. Más aun, se ocupó de asociarla a una "nueva cultura" de los votantes que perdurará en el tiempo. Remarcó que lo que está haciendo su Gobierno es el resultado de un deseo de cambio de "la gente" que, con su voto, "decidió terminar con una década de populismo". Tanta insistencia del mandatario no hace otra cosa que dejar en claro cuál es el punto débil del discurso macrista y el de la nueva estrategia "market friendly" con la que encara la política exterior. Para muchos empresarios, todavía no es creíble que la mayoría de los argentinos quiera dejar atrás el populismo o renunciar a los subsidios. Tampoco, que vean con buenos ojos una apertura comercial, que se flexibilicen los controles de precios y otras cuestiones que caracterizan a una economía cerrada. Esta es, acaso, una de las mayores diferencias entre este momento de la gestión macrista y el arranque del período menemista de los años '90. En aquel entonces, era claro que tras la hiperinflación y el colapso del Estado se notaba un alto consenso social en pos de la estabilidad económica y de las privatizaciones. Pero, sobre todo, el dato que se imponía en los inversores era que Carlos Menem tenía detrás el apoyo firme de un partido histórico y mayoritario del sistema político argentino. Macri, en cambio, sigue con problemas para convencer a los argentinos de que no es posible pagar la electricidad y el gas a un valor que es la décima parte respecto a lo que se abona en países vecinos. Además, no sólo sufre el embate opositor sino que persisten las dudas sobre qué tan entusiasta es el apoyo de sus propios socios en la coalición Cambiemos. Asignaturas pendientes Mientras Macri, obligado por las circunstancias, empieza a teñir de clima electoral su gestión de Gobierno, la economía muestra lentitud en su recuperación. Como se encarga de machacar la oposición -y no sólo los peronistas sino también muchos economistas desde la tendencia más liberal-, la economía no rebota a la velocidad prometida. Respecto de los precios, el propio Domingo Cavallo (muy criticado pero también escuchado) acaba de advertir que el 0,2% registrado en agosto no debe inducir a creer que la inflación está bajo control. Más aun, puso la lupa sobre los peligrosos indicios de rebrote en los valores de los alimentos para el mes siguiente. En cuanto al crecimiento, el 3,5% previsto por el Gobierno para el año próximo no deja de ser modesto, si se tiene en cuenta la recesión del 1,5% de este año. Por el lado del rojo fiscal, lo amplió al 4,2% del PBI. Los números lucen peores cuando se ve el peso de la inversión externa directa. En los últimos cuatro años fue de alrededor del 1% del PBI, cifra muy pequeña respecto de la de otros países de la región, como Chile (8%). La esperanza macrista apuntaba a que solamente con el cambio de discurso y de expectativas de los mercados, la escasa entrada de capitales se revertiría. Estimaciones del consultor Federico Muñoz señalan que no debería ser demasiado complejo pasar del exiguo monto actual de inversión externa (u$s10.000 millones) a otro de u$s25.000 millones. La famosa "lluvia de dólares" que el macrismo prometió en la campaña electoral, por ahora, le ha valido más ironías de la oposición que resultados concretos. Por más que los funcionarios se esmeren en sostener que hubo anuncios por u$s40.000 millones desde el cambio de Gobierno, lo cierto es que tres cuartas partes de esas promesas se arrastran desde la gestión K. Además, una cosa es el anuncio y otra muy distinta el desembolso real. Para un Gobierno que se propuso que la inversión pase del actual 15% del PBI al 25%, lo que se está viendo todavía tiene gusto a poco. El Ejecutivo es consciente de que, todavía, hay algunos resquemores entre los empresarios. De hecho, en cada foro empresarial el énfasis está puesto en la necesidad de contar con más "seguridad jurídica". Dicho sea de paso, eso implicaría el tener que avanzar con medidas de flexibilidad en la legislación laboral. Un "road show" con realineamiento internacional Desde el foro de Davos de comienzos de año hasta su visita a Nueva York, pasando por el "mini Davos" y otros encuentros internacionales, Macri hizo un verdadero "road show", como se dice en la jerga financiera. No le resultó difícil mostrar que en el país hay un cambio. Además de las medidas adoptadas en los primeros meses, le alcanzó con diferenciarse del discurso de su antecesora para graficar "la vuelta de Argentina al mundo". Cada vez que Cristina Kirchner debía exponer ante las Naciones Unidas, lanzaba una proclama furibunda contra el mercado de capitales, al que definía como "casino". En todas sus intervenciones, criticaba al FMI, a las agencias calificadoras de riesgo, a los bancos de inversión, a los "fondos buitre" y a los gobiernos que propiciaban las recetas de ajuste. En otras palabras, pronunciaba discursos muy hostiles hacia el mercado financiero internacional y las políticas de libre flujo de capitales. Los de Macri son diametralmente opuestos. En un momento en el que el mundo "se argentiniza", la Argentina vuelve al listado de los países que hacen las cosas bien. El Presidente ni siquiera se privó de mostrar sus preferencias en la disputa electoral estadounidense. En una reunión con Bill Clinton le dijo que esperaba poder recibirlo, en su condición de "primer marido", el año próximo cuando se realice la reunión cumbre del G20... en la Argentina. Como todos los aspectos de sus alocuciones, esa crítica velada a Donald Trump forma parte de la estrategia de comunicación macrista. En un momento en el que el mayor temor de los inversores es la aparición de una ola antiglobalización (promovida por políticos nacionalistas que reflotan el proteccionismo), cualquier afirmación de una política aperturista provoca acalorados aplausos. Aplausos a Macri, charlas con Massa Macri ya entendió que no alcanzan las palabras y los gestos de "buena onda". Que hace falta algo más. Hacía mucho tiempo -probablemente desde Menem en los 90- que un mandatario argentino no era tan "mimado" por el establishment financiero. Tras la exitosa convocatoria del "Mini Davos", el Presidente participó de otro encuentro con empresarios, organizado por el Financial Times. En el convite, se anunció un nuevo foro para el año próximo, convocado por la influyente revista The Economist, que acaba de hacer un pronóstico muy optimista: contempla cuatro años seguidos de crecimiento para la economía argentina. Lo cierto es que los inversores ya saben sobre el potencial del país, sin necesidad de que los funcionarios se lo remarquen. Incluso, entendieron la vocación reformista de Macri. Las dudas se generan en el plano político: todavía no están convencidos de que los cambios en curso sean parte de una nueva etapa del país, con bases firmes y perspectiva de continuidad, o si esta fase será apenas una transición pasajera hacia otro Gobierno que vuelva al cierre de la economía. A fin de cuentas, pocos días antes del "mini Davos", el principal dirigente peronista, Sergio Massa, defendió en público su plan de aplicar un cerrojo a las importaciones por un semestre, como forma de proteger a la industria nacional. Tiempo atrás, había impulsado otro proyecto "anti mercado": duplicar las indemnizaciones por despido, ley que Macri vetó por considerar que desestimulaba el empleo. Para los ejecutivos de negocios, las iniciativas del tigrense adquieren una dimensión particular: fue el propio Macri quien, en el foro de Davos en Suiza de comienzos de año, lo presentó como "la principal figura de la oposición". Más aun. Muchos de los que concurrieron al reciente encuentro empresarial en Buenos Aires, tras aplaudir a Macri se trasladaron hasta el hotel céntrico donde los esperaba Massa, que se ocupó de explicarle sus objeciones hacia la política macrista y su visión del escenario político argentino. Al fin y al cabo, si todo se resolviera con aplausos, la conclusión sería que la nueva gestión de gobierno viene siendo un éxito. Lo cierto es que Macri logró sólo a medias su objetivo: "vendió" la imagen de una nueva Argentina que ya no quiere "combatir al capital". Ahora falta que el resto del mundo lo crea. Y refrendar su liderazgo en las elecciones de medio término de 2017.

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