martes, 20 de septiembre de 2016

PROMESA INCUMPLIDA

Riesgo de promesa incumplida por Mauricio Maronna Claves. Prat Gay admitió que no podrá cumplir con la eliminación del pago de Ganancias, como había prometido Macri en la campaña. Pese a las dificultades económicas, el presidente tiene buen porcentaje de aceptación. Hay que analizar al gobierno por sus decisiones, las buenas y las malas, y no dejarse llevar ni por el canto de sirena de sus fans ni por las críticas intencionadas de sus haters. Siguiendo esa línea de razonamiento, debe decirse que, respecto al impuesto a las Ganancias, la gestión de Mauricio Macri está a punto de incumplir su promesa de campaña más grandilocuente. No se trata de cualquier apunte de campaña demorado o frustrado de parte del hoy jefe del Estado. "El Estado no tiene que quedarse con el fruto de tu trabajo. En mi gobierno los trabajadores no pagarán impuesto a las Ganancias. Ese es mi compromiso. Vamos juntos", decía el entonces candidato presidencial de Cambiemos. Parece que el compromiso deberá esperar. La decisión no es inocua ni de comportamiento neutro, porque muchos argentinos de clase media influenciaron su voto a Macri por esa promesa, aun sin convertirse en el motivo excluyente. Pero fue una promesa clave que va camino a naufragar, como la balsa de Tanguito y Lito Nebbia. Las expectativas de "cambio", casi una constante del mapa macrista, también debe incluir el cumplimiento de lo voceado en campaña, para no parecerse a aquellos que configuran buena parte del accionar del oficialismo como espejo de lo que no se debe hacer. Impuesto al salario. Aunque el proyecto sobre el cambio en las escalas recién quedará configurado hacia fin de año, con previo debate del Congreso, el propio ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, admitió que se va camino a incumplir la promesa. "Es un esfuerzo que compartimos con las provincias, por eso, antes de elevar el mejor proyecto del Poder Ejecutivo, estamos dialogando con los gobernadores y sus ministros de Economía, para consensuar una propuesta realista, por las implicancias fiscales que tiene para las distintas jurisdicciones", dijo el funcionario, para fundamentar la prórroga en el tiempo del impuesto al salario de los trabajadores. Esa modificación gradual a tres años hasta eliminar el pago de Ganancias es la culminación del extraño derrotero que tuvo el tema. El gobierno hizo una modificación en el sistema que heredó del kirchnerismo, pero terminó pagando un universo más amplio. Y hoy, muchos trabajadores perciben menos salario neto de bolsillo que durante meses anteriores por el efecto pacman del distorsivo impuesto. El incumplimiento de la promesa electoral tendrá repudio amplio en el Congreso a la hora del tratamiento, pero sólo de quienes no tienen hoy posiciones de poder. Para que se entienda: del 100 por ciento de lo que se recauda por Ganancias, el 64 por ciento se coparticipa entre la Nación y las provincias. Los gobernadores no están muy apurados en modificar ese ingreso. Algunos funcionarios de Balcarce 50 sí están preocupados por los efectos de la cuestión. Saben que, al margen de los convencidos, hay un sector de la población que votó por Macri sin tener demasiada empatía por el macrismo. Ese voto prestado es el que Cambiemos tiene que fidelizar. Y es de paladar negro. Como se escribió muchas veces en esta columna, en el último trimestre de 2016 comenzará a levantarse el telón preelectoral de cara a los comicios de 2017. Ahí comenzará a saberse si habrá Macri para 4 u 8 años. Para eso, además de un mejoramiento de la economía, Cambiemos deberá encontrar alfiles capaces de defender en la política del día a día los aciertos del gobierno que cumplió 9 meses en el poder, el 20% de su mandato. Buena parte de la sociedad argentina está mostrando una tolerancia inédita con el Ejecutivo. Pese al ajuste —en parte frustrado y/o demorado por la Corte Suprema respecto de las tarifas de gas—, casi la mitad de la población mantiene una imagen positiva del presidente de la Nación. Resulta aún más curioso si se lee que el 64% de los argentinos considera que la política económica es "mala", como refleja un sondeo publicado el domingo pasado en el diario Perfil. No debe haber muchos antecedentes de un presidente que, llegando a la frontera del primer año de mandato, obtenga un 55% de imagen positiva, con más del 60% sosteniendo que su política económica es mala. Cambiamos. Para ganar las elecciones de medio mandato, Cambiemos deberá rezarle al cielo para que el kirchnerismo saliente del poder le siga regalando instantáneas como los bolsos de José López arrojados sobre el umbral de un monasterio, las bóvedas de Lázaro Báez y el dragón con caja fuerte en su panza, encontrado en la quinta de un funcionario de Daniel Scioli. Con enemigos así, quien necesita amigos, se estará preguntando Jaime Durán Barba. "En 2017 van a cambiar las cosas. Haremos campaña defendiendo la inflación cero y volverá el consumo. Será otro escenario. Con Ganancias tenemos un problema grande, nos complica en sectores de clase media que nos votaron, pero no se puede desfinanciar el Estado", dijo a La Capital una espada radical de Cambiemos, con el optimismo a flor de piel. A la par de la preocupación social por la economía, empezó a tallar durante las últimas semanas el flagelo de la inseguridad que ya no es, ni mucho menos, una preocupación exclusiva de los santafesinos. El sondeo de la consultora Quiddity —empresa dirigida por el sociólogo Luis Costa— mostró a la seguridad, incluso, a la cabeza de las demandas de los argentinos. La espera santafesina. A propósito de esta cuestión, el gobierno nacional aún no decidió cuántos agentes federales van a desembarcar en Rosario, pese al sobrevuelo, el viernes, de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. "Van a ser muchos", dijo Bullrich, pese a que el tema ya agotó todas las predicciones oficiales. Primero se dijo que serían 3.000 para toda la provincia y luego ese número bajó a 1.500. La etapa de distensión de la relación entre Nación y provincia hizo que no haya críticas virulentas durante los últimos días, pero en la Casa Gris, muy por lo bajo y sin grabadores en rec, califican de "papelón" la falta de definiciones sobre el regreso de los efectivos. Esta competencia a cielo abierto por mejores índices en la lucha contra el delito, algo en lo que podría transformarse la presencia conjunta de policías provinciales y federales, es una oportunidad para que las fuerzas locales puedan cambiar la mala imagen. De ahí que el gobernador Miguel Lifschitz haya reunido a los jefes policiales el mismo día de la llegada de Bullrich para intentar insuflarles mística y no hacerles bajar la autoestima. Camino al 2017, la política santafesina aguarda agazapada que la inseguridad deje de estar omnipresente en la agenda para comenzar la campaña en forma anticipada. En verdad, salvo a la clase política, lo que puede ocurrir el año próximo no mueve el amperímetro ni se transforma en material de interés. Gobernantes y políticos, a las cosas. Para todo lo demás, lo único que sobra es tiempo.

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