Debate sobre la incredulidad
Las medidas anunciadas por el Gobierno Nacional para soportar la crisis internacional responden al standard del resto del mundo, el problema es quien las aplicará y controlará. ¿Quién es Kreíble?
Por Juan Carlos Sánchez
Lo dije antes y no una sola vez: El problema son los Kirchner.
Nada de lo que diga la PresidentA delegada del PresidentE (real) debe observarse desde la perspectiva de la economía, la política o cualquiera de las ciencias sociales, no hay estándares desde ellas para contemplar al kirchnerismo. Debe hacerse desde la ética y desde ella surge la incredulidad, un demonio que corroe la comunidad nacional frenando toda posibilidad de desarrollo.
Para un gobierno que dice ocuparse de los pobres, el resultado de la encuesta (publicado en esta edición de PyD) del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA es una cachetada para su credibilidad. Dice el informe: 1.200.000 niños pasan episodios de hambre en Argentina.
Según el Boletín del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, hay niños que pasan hambre, viven hacinados, sin agua potable, con diferencias de crianza abismales con sus pares ricos.
Igualmente -para el mismo gobierno que fuera y dentro de las fronteras del país declama lo exitoso del modelo de los últimos seis años- que la distribución de energía eléctrica colapse antes de llegado el verano y que los combustibles escaseen; que la recesión con inflación contenida se apropie del mercado interno; que la inversión extrajera desaparezca y la propia de los argentinos merme en alrededor del 40%; que la producción de alimentos esté comprometida para abastecer a los argentinos en el corto plazo y como esto mucho más en negativo, no alienta a creer en la capacidad de timoneo de la crisis.
Duda que suma cifras millonarias teniendo en cuenta que en estas manos quedan los aportes jubilatorios de millones de trabajadores.
Duda que se sustenta en la desaparición de los fondos de la Provincia de Santa Cruz y en las múltiples sospechas de corrupción que jalonan el gobierno de los Kirchner.
La lista es interminable y no vale la pena reflejarla aquí, ya hasta la saciedad lo hacen los medios de prensa incluidos aquellos que gozan de las generosas pautas publicitarias oficiales. El ciudadano está informado y aún si no lo hiciera le basta con soportar las consecuencias para advertir el descalabro y descreer del discurso oficial. La incredulidad se adueñó de la Argentina y carcome la sociedad.
Cuando nada y nadie es creíble, nada es posible. La confianza es básica para emprender cualquier tarea o aventura. Es imprescindible para los negocios, la política, el amor y la fantasía. Sin reglas de juego claras y precisas, aceptadas y duraderas, sin códigos relacionales no se pueden reclamar heroísmos y estos son hoy los que hacen falta.
Los anuncios de la PresidentA, nada originales, pueden ser una herramienta eficaz pero manejadas equívocamente no serán eficientes. A su tiempo y según sus frutos las analizarán los economistas o politicólogos, a priori surge irremediablemente la sospecha de nuevos negociados y de un manejo alejado de la necesidad social y sí vinculado al interés particular de unos pocos.
Es que el Estado carece de controles, no solamente fallan los organismos propios sino que ni siquiera la justicia queda como recurso. Tampoco el “cuarto poder” pues como nunca antes la lapicera oficial adquiere líneas editoriales y periodistas. Lo más fácil en la Argentina K es delinquir siendo oficialista.
El gobierno es débil, lo es de origen. Lo dijimos desde este medio. La confianza de la sociedad en quienes la gobiernan ha prácticamente desaparecido, también lo anticipamos desde aquí. Cuando hablamos en 2003 de un PresidentE (Néstor) con apenas 6% de votos propios nos llamaron desestabilizadores. Cuando anunciamos que la PresidentA carecía de soportes funcionales para gobernar arreciaron las críticas. Hoy están de acuerdo hasta los oficialistas. Pero nada de esto es la médula del problema. Esta es la incredulidad.
Transitamos la parodia y estamos llegado a la estupefacción, la última estación desde donde se sale disparado (lanzado) para cualquier lado, sea la rebeldía o la sumisión y sin paradas intermedias.
Así las cosas poco puede esperarse del futuro cercano. Sería saludable que alguien (del gobierno o del kirchnerismo) se sincere y repita una frase como aquella de “cirugía sin anestesia” que tanto molestó. Y nos salvamos.
La inseguridad argentina no solamente es a causa del delito, lo es por la ausencia de calidad dirigencial. Allí empieza todo, en el pesimismo social que lleva al vale todo y por él a la insolidaridad y a conductas que menosprecian el bien común. ¿Cómo sobrevivir si nadie conduce? Y… ¿Quién viene después? Una comunidad deprimida y asustada no genera líderes ni los elige. ¿Y quién inyecta optimismo a un pueblo incrédulo? Este es el mayor éxito de los Kirchner: Haber devaluado la alegría de vivir y la capacidad de reacción de los argentinos, adormecerlos al punto de permitirles sobrevivir pese a los denodados esfuerzos que realizaron desde el primer día de gobierno (jugando con el bastón presidencial por ejemplo) para demoler su propia identidad.
En una sociedad sin certidumbres lo payasesco ocupa e inhibe.
El mismo efecto produce el cambio de paradigmas a partir del slogan. Lo pasado es todo malo para los Kirchner salvo el de ellos porque no lo cuentan y creen a pie juntillas que no se conocerá, sin embargo pagarán. Es inevitable el efecto boomerang.
La incredulidad devasta a todos los actores: Políticos, gremialistas, obispos, policías y militares, jueces, futbolistas y dirigentes independientes. Nadie se salva, en la conciencia popular todos son sospechables de algo. Obvio, el menos ilustrado intuye que si aquellos que están en la cúspide la de pirámide social no son creíbles, nadie por debajo habrá de serlo. Es una catarata de incredulidad que todo lo sumerge, todo lo ahoga, todo lo deprime.
Las instituciones se esfuman, la historia se olvida y las tradiciones se archivan. Es el desmadre cultural, se ha detenido la formación de la identidad nacional.
Es un caso para Dios.
Este Lunes es diferente a todos los Lunes, hubo un anuncio… El frío patagónico, ¿beneficia las instituciones de la República?
La nueva de la candidatura de Néstor Carlos Kirchner a la senaduría nacional por Buenos Aires, consecuencia de la reflexión calafateña del fin de semana, demuestra que además de evitar el calor porteño el matrimonio presidencial también trabaja instalando temas. Incrédulamente la sociedad se pregunta ¿Más Kirchner todavía? ¿…Para qué…?
Quizá el triunfo de la lista oficialista del PJ en el distrito (contra sí misma o contra nadie) alentó la propuesta. Quizá fue el triunfo de Zamora (también contra nadie) en Santiago del Estero apoyado por la PresidentA. O quizá el análisis positivo del futuro cercano y las alabanzas al modelo que algunos economistas predican desde los medios intentando calmar el nerviosismo ciudadano.
O quizá simplemente es lo que es, otro tema de debate que descomprima la presión sobre el gobierno y la advertencia de que hay Kirchner para rato y que hay que cuidarse de ser opositor.
Lo que no es “quizá” es que algo huele mal “en el” “o para el” matrimonio presidencial. Quizá ambas cosas.
Para lo primero, “en el”, hay indicios de que la PresidentA pareciera desear asumir el cargo de una buena vez. Que se lo permitan es otra cosa. Para lo segundo, “para el” sobran las mediciones, las encuestas y el trabajo arriba aludido del Observatorio de la Deuda Social Argentina entre otras “poquedades”.
Este duro golpe no ayuda a la reconciliación que busca el gobierno con la Iglesia Católica. Los Kirchner lo asumen como algo personal acostumbrados como están a que las mediciones se realicen según su gusto e instrucciones y no conforme a la realidad. No debe obviarse que el Observatorio es un instituto de la Universidad Católica Argentina ni que el Cardenal Bergoglio, reelecto al frente de la CEA, no suele andarse con chiquitas cuando de criticar se trata. Es el primer enemigo eclesial según la nominación K al punto de haberse tramitado su jubilación anticipada o su traslado a otra sede, como si la Santa Sede fuera cliente del exclusivo hotel de Cristina en El Calafate al que se le pueden imponer condiciones.
Esta y otras tantas barrabasadas se suman impiadosamente haciendo increíble la realidad. ¡Esto no es cierto… No puede estar pasando…!, vulgo dixit, pero ocurre.
Lo que viene puede ser credulidad o credibilidad. Es crédulo quien por torpeza o por derrota anímica se somete aceptando como verdad a la mentira. Puede pasarnos, ya nos pasó, hartos o derrumbados, en distintos momentos de nuestra historia creímos cualquier cosa los argentinos.
Si quien viene -o lo que viene- es creíble habremos avanzado.
Al menos estaremos recobrando la confianza. Los sabremos a la apertura de las futuras urnas. Antes imposible.
Hoy por hoy somos nada más que incrédulos.
E-mail del autor: zschez@yahoo.com.ar
01 Dic 08
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miércoles, 3 de diciembre de 2008
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