jueves, 15 de julio de 2010

IGUALITARISMO


El igualitarismo sexual

por Mariano Grondona

El debate sobre el matrimonio "gay" se ha venido intensificando hasta convertirse en una "polémica" (del griego "polemós", "guerra") por dos razones. Una de ellas, circunstancial, es que Kirchner ha intentado reducirlo a su propia confrontación con el cardenal Bergoglio. Pero la otra razón, visceral, es que el debate se ha vuelto polémico porque afecta nada menos que a nuestra concepción de la familia.

Hasta hace poco tiempo, los ciudadanos homosexuales habían sido discriminados. Según Aristóteles, la justicia consiste en "tratar a los hombres como iguales en lo que son iguales y como desiguales en lo que son desiguales". Los homosexuales y los heterosexuales, por lo pronto, son iguales en dignidad, y todo aquello que conduzca a "desigualar" a los homosexuales por debajo de los heterosexuales es discriminatorio y por lo tanto injusto.

Si la discriminación de una categoría de ciudadanos como los homosexuales vulnera su igual derecho a la dignidad, debe ser condenada. Desde hace unos veinte años, detrás de liderazgos ampliamente reconocidos como el de los hermanos Jáuregui, la sociedad argentina ha avanzado un buen trecho contra la discriminación sexual, manifestándose por ejemplo a favor de la igualación de los derechos sociales y económicos de las parejas homosexuales respecto de las parejas heterosexuales.

Pero este avance bienvenido de la igualdad, ¿no corre a su vez el riesgo de irse al otro extremo, convirtiéndose en "igualitarismo", si además se pretende igualar lo que no es igual? En su meritoria lucha contra la discriminación, ¿no han cruzado las organizaciones homosexuales esta sutil frontera al reclamar que también se llame "matrimonio" a la unión homosexual y al otorgar a una pareja homosexual de dos hombres o dos mujeres un idéntico derecho de adopción al de una pareja heterosexual que salva la distinción entre el padre y la madre, entre el hombre y la mujer?

Más allá de las pasiones y las ideologías en contraste, ¿no existe entonces una "diagonal" moralmente justificada en reconocerles a las parejas homosexuales todos los derechos económicos y sociales de las parejas heterosexuales mientras se reserva para éstas el uso exclusivo de la palabra "matrimonio" y un derecho de adopción abierto a la posibilidad de que cada hijo, adoptado o natural, tenga un padre y una madre en lugar de dos padres o dos madres? No parece injusto buscarles entonces a las parejas homosexuales otro nombre, por ejemplo "unión civil", que preserve su derecho a una igual dignidad sin confundir por eso lo desigual con lo igual. Según una feliz metáfora de Pablo VI, en un coro es igual la dignidad del tenor y la soprano sin que se pretenda por eso que sus voces sean intercambiables. Más allá de la discriminación y el igualitarismo lo que debiera brillar es, simplemente, una justa igualdad.

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