viernes, 16 de julio de 2010

LUCES Y SOMBRAS




Por Enrico Udenio

Desde la cúspide del poder, la forma de hacer política del matrimonio Kirchner ha sido la de promover batallas a todo o nada. Todas las luces son privilegios del oficialismo mientras todas las sombras están puestas en los opositores, sean estos medios de comunicación, legisladores, políticos o pueblo en general.
Fue muy útil en el inicio de sus mandatos, allá por el año 2003, cuando la anarquía y la violencia callejera amenazaban con llevarse otro gobierno puesto. Impuso orden y alineó a las tropas revoltosas detrás de ellos. El hecho de que lo hayan conseguido a través de regar abundante dinero sobre ellas, no le quita su mérito. Siempre conocemos el país que fue según lo que se hizo, pero nunca se sabe si hubiera sido peor o mejor en el caso de que se hubiera seguido otro camino. Conviene subirse a esa premisa para analizar los acontecimientos políticos, socio-económicos y culturales de una nación, teniendo mucho cuidado en no caer en futurologías o confundir deseos con realidades. Por ello, sugiero analizar si las acciones y/o palabras de los principales funcionarios de un gobierno, han generado más consecuencias positivas que negativas, o viceversa. Luces y sombras son parte de un mismo cuerpo-gobierno y son sus diferentes niveles los que darán forma de mayor apoyo o rechazo a él.
Desde este lugar es que podría afirmarse que…

Desde este lugar es que podría afirmarse que las particulares formas de gobernar del matrimonio Kirchner –centralismo absoluto y un alto nivel de autoritarismo- han llevado a la población a un punto de tirantez social como pocas veces se ha visto en anteriores gobiernos democráticos. Odios que llevan a posiciones fundamentalistas producen consecuencias nefastas, muchas de ellas incluso paradojales. Por ejemplo, conozco amigos que estando a favor del matrimonio homosexual con todos los derechos que goza el heterosexual, han tomado cierta posición distante. De esta manera muestran su disgusto hacia un oficialismo que carece de una actitud negociadora. Recuerdo las palabras de uno de ellos cuando pocos días atrás me dijo en medio de un diálogo: “Yo tengo que tomar en cuenta que la gran mayoría de la población está en contra de permitir la adopción por parte de una pareja gay, por lo que ahora, ética y estratégicamente, no debería imponer a fuego y sangre mi postura a favor. Debería negociar y aceptar algunos de los pensamientos de aquellos que no están de acuerdo conmigo. La cultura y los intereses de los otros opuestos impone que haya procesos de transición para ciertos cambios”.

Por supuesto, este pensamiento se encuentra a años luz del de los Kirchner. El matrimonio presidencial forzó y manipuló voluntades hasta el extremo para lograr la aprobación del matrimonio gay cuando jamás antes habían mostrado abiertamente su apoyo. Al contrario, cuando poco tiempo atrás se presentó un proyecto sobre el tema, los Kirchner reaccionaron muy en contra del mismo. Entonces, ¿por qué ahora asumieron una postura tan drástica? Algunos analistas políticos sugieren que las encuestas muestran que una amplia franja de la izquierda moderada está muy alejada del proceso kirchnerista, por lo que es probable que con este tema estén intentando reconquistarla.
Según mi parecer, es una postura tan absurda como la que tomó Víctor Hugo Morales, el famoso comentarista deportivo que desde hace unos años incursiona en política, cuando en su programa radial dijo que progresista era aquel de izquierda que –entre otros tópicos- apoyaba el matrimonio gay. Lo dijo sin ningún tipo de fundamento o investigación realizada. Conozco varios amigos que son de derecha, se ven progresistas y apoyan firmemente al matrimonio homosexual con todos los derechos, incluyendo la adopción.

La decisión oficialista en conseguir la aprobación de la ley a toda costa, y sin ningún tipo de modificación, los ha llevado a realizar todo tipo de artimañas y presiones para lograrlo. Esta posición fundamentalista del Gobierno Nacional –se hace lo que ellos dicen o no se hace nada- lleva indefectiblemente a la sociedad a exacerbar los antagonismos, y aumenta el odio y la obsecuencia de las partes.

Este tipo de actitudes promueve la discordia constante. La ceguera y la sordera de los gobernantes palanquean la ceguera y la sordera de los opositores, y no al revés, porque el poder y el modelo lo tiene el Gobierno y la violencia de los de arriba genera la violencia en todo el espectro social.

Personalmente, fue una satisfacción el hecho de que se reconozcan los derechos legales de los homosexuales porque eliminó una injusta discriminación social. Lo doloroso es que se obtuvo a costa de desconocer totalmente las objeciones de los que no piensan igual. Ir a sangre y fuego contra los preceptos religiosos nunca ha sido un buen camino. No soy el más indicado para hablar de religión, ya que desde que tenía poco más de veinte años de edad que soy ateo. Pero aunque no crea en la existencia de Dios, respeto profundamente a aquellos que sí creen en Él e intento aunar criterios cada vez que dialogo con un creyente.
Esta propensión a contemplar -y ceder en parte- ante las creencias ajenas, se lo debo a las enseñanzas que recibí en mis numerosas y largas estadías en Japón. En sus escuelas de filosofía, los japoneses enseñan que las victorias a costa de generar odios y enemigos terminan finalmente siendo derrotas para el vencedor. Enseñan que ceder en la negociación política debería ser una constante ya que siempre existen otros principios que respetar.

NUESTRAS SOMBRAS PUESTAS EN LOS OTROS

Tanto los funcionarios y legisladores oficialistas como sus adherentes, y los medios que lo apoyan, ven constantemente la paja en el ojo ajeno ignorando o negando a conciencia los aspectos oscuros y negativos de la forma de gobernar de los Kirchner. Todavía resuenan –por cercanas y por su irrealidad- las palabras de la presidente argentina: "Jamás hubo en toda la historia una libertad de prensa similar a la que hoy tenemos". Una frase símbolo de lo que es la negación de las propias sombras, porque traslada lo negativo a los otros y se autoidealiza proyectándose virtudes de las que carece.

En su libro “Faces of the Enemy” (2004), el filósofo norteamericano Sam Keen escribió: “Los héroes y los líderes capaces de conducirnos hacia la paz, en nuestro días, serán aquellos hombres y mujeres que tengan el valor de sumergirse hasta el fondo de su propia oscuridad personal y de la psique corporizada y enfrentar al enemigo que habita en ellos”.

A su vez, la psicóloga y escritora argentina Alicia López Blanco escribió en su nota periodística “Aceptar a nuestro lado oscuro” (2010): “La proyección de la sombra no se realiza sólo sobre individuos particulares, también aplicamos ese mecanismo a nivel colectivo. Este es el medio por el cual los seres humanos convertimos a grupos minoritarios, religiosos, políticos, culturas, creencias o naciones en objetos depositarios de amores, odios y fanatismos que pueden llevar a la violencia y destrucción. (…) La sombra representa al “lado oscuro” del Yo, tanto lo bueno como lo malo que nos aleja de la imagen que tenemos, deseamos tener, o brindar, de nosotros mismos.”

Como muchos aspectos de su personalidad no se adecuan a los valores establecidos en la sociedad, el político, para poder sobrevivir en la política y tener posibilidades de ser elegido por una parte de la población, desarrolla un mecanismo: aprende a pasar a la clandestinidad de su psiquis todos aquellos rasgos que evalúa como no pertinentes, alimentando así su sombra, cuyo poder aumenta con esa negación de su existencia.

Lo que los políticos no admiten en ellos tienden a proyectarlo en los otros. Si se trata de lo negativo, verán en los demás miserias y defectos que, en realidad, les pertenecen. Si se trata de lo positivo, se inclinan a autoidealizarse con virtudes y/o cualidades exaltadas o inexistentes.

Gobernantes que sólo ven luces en ellos mismos y niegan sus propias sombras, promueven desde arriba actitudes similares en sus adherentes ideológicos. De esta manera, en lugar de buscar paz y concordia con las otras minorías, promueven la oscuridad, la irrealidad, los odios y los enfrentamientos.

El analista jungiano James Hillman sugiere que “curar la sombra es, esencialmente, un problema de amor y propone establecer una sociedad interior uniendo el reconocimiento moral de nuestra necesidad de cambiar con una amorosa y risueña aceptación de nuestras partes inferiores. Podemos aprender a reírnos de nuestra locura, utilizar al humor para bajar las defensas y atenuar el enfrentamiento entre el consciente y el inconsciente, lo que es una forma de redimir nuestras energías más oscuras.”

Probablemente, alguien debería regalarle al matrimonio Kirchner, y a muchos de sus funcionarios también, algunos libros sobre el tema. La sociedad en su conjunto lo agradecería.

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