lunes, 19 de julio de 2010

MANSEDUMBRE


LA MANSEDUMBRE DEL ARGENTINO

Por el Dr. Alfredo Raúl Weinstabl

No caben dudas que los argentinos estamos actualmente fuertemente politizados. La sociedad entera está politizada. Podríamos afirmar que este gobierno nos llevo con su perversa política a esta situación. Pero en realidad, estar politizados es una situación deseable.

Ya Aristóteles definió al hombre como “zoon políticon”, “animal político”, marcando con ello otra particularidad que tiene con respecto al resto del reino animal. El hombre no político era un “ideon”, el sentido original de nuestra palabra “idiota”.

En un sistema democrático es deseable que la mayor cantidad de ciudadanos participen en la elaboración del destino colectivo del país.

Pero lo negativo es que nuestra politización se reduce prácticamente a las críticas y comentarios en las charlas de sobremesa o de café.

Solo una mínima cantidad de personas participan activamente en los asuntos públicos; una reducida minoría; y el resto, una inmensa proporción de ciudadanos, si bien no es indiferente a la política, es totalmente inactiva en ese sentido y se abstienen de actividades relacionadas.

Esta gigantesca masa de personas tiene un papel meramente pasivo, pese a su abundante crítica y opinión discursiva.

Lo expresado no es una particularidad argentina, es un fenómeno casi universal.

Pero lo que se quiere destacar en este artículo es la increíble pasividad y aparente desinterés de la ciudadanía con respecto a los colosales engaños, errores y mentiras y la escandalosa corrupción del matrimonio gobernante y sus tortuosas medidas de gobierno.

En eso nos diferenciamos del resto del mundo. Los argentinos somos en la gran mayoría instruidos y en general informados. No nos están engañando sutil y subrepticiamente. Lo hacen abierta y algunas veces ostensiblemente en nuestra propia cara.

El abuso del poder, el engaño, las mentiras, las trapisondas antidemocráticas, las constantes vulneraciones a las leyes y a la Constitución y la desenfrenada corrupción gubernamental es sencillamente escandaloso y descarado.

Todos los argentinos somos conscientes de ello. De cualquier nivel social o económico. Desde el poderoso empresario hasta el más humilde obrero.

Sabemos que es lo que está pasando, ya que el gobierno de los Kirchner no toma ningún recaudo para disimular su corruptela y perniciosas andanzas. Lo hacen impune y desenmascaradamente en nuestras propias narices.

Simultáneamente, ante el negativo ejemplo de los Kirchner, las virtudes éticas y morales de la dirigencia política se van debilitando y desapareciendo y como consecuencia lógica toda la sociedad argentina se va degradando cada vez más rápidamente.

Desde el comienzo de la gestión de estos delincuentes encumbrados en los más altos puestos de la política nacional hasta el presente, el abuso del poder, la confrontación y sus medidas y decisiones políticas han sido altamente negativas y han ido en dirección contraria al sentido común y francamente en contra de la voluntad popular.

Nos es el caso enumerar los gravísimos dislates y delitos cometidos por esta administración. Solo mencionaremos los tres últimos: el mega escándalo de la embajada paralela en Venezuela que viene a confirmar definitivamente los negociados de los Kirchner desde el mismísimo comienzo de la gestión de estos, el nuevo inmenso incremento en el patrimonio de la pareja reinante y la verdadera afrenta a los argentinos al propulsar el matrimonio entre personas del mismo sexo.

En el marco de la estrategia de la confrontación sistemática llevada a cabo permanentemente por los Kirchner, fue asestar un duro golpe a la Iglesia Católica, sin darse cuenta o mejor dicho sin importarle en absoluto, que ello constituye una verdadera ofensa y agravio a la inmensa grey católica de nuestro país.

Mientras el país está siendo expoliado, sus instituciones destruidas y ante el grave riesgo de un estallido violento por la polarización a los cuales nos lleva el déspota, los argentinos miramos pasivamente los acontecimientos. Atónitos, pero pasivos.

Como si fuéramos un dócil y manso rebaño de ovejas llevadas al matadero

¿Que nos pasa a los argentinos? Parecemos anestesiados. Será que se está corroborando definitivamente el “yo argentino” como para significar que no nos queremos involucrar. ¿Realmente no nos interesa lo que está pasando en nuestra Patria? Esa apatía y esa mansedumbre pueden sernos fatales. El país se está hundiendo cada vez más y las próximas generaciones pagarán los platos rotos.

No obstante aún hay esperanzas. La historia mostró que cuando las circunstancias lo exige, la mansedumbre del argentino puede pasar a extrema fiereza, coraje y valor para defender lo correcto, lo suyo o lo justo.

“El Primer Trabajador” para unos o el “El Gran Corruptor” para otros, lo dijo claramente: “…llegará la hora en que el pueblo hará tronar el escarmiento”.

Seguramente eso es lo que a la larga o a la corta sucederá indefectiblemente. Esperemos que sea sin violencia.

Pero asegurémonos que todos aquellos que han bastardeado los valores republicanos, los principios democráticos, que no han respetado los valores morales y éticos elementales de nuestra sociedad, los que han usado su cargo para lucrar y enriquecerse terminen sus vidas en la cárcel.

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