lunes, 5 de julio de 2010

OFENSIVA


La ofensiva opositora

Felizmente para los Kirchner, la oposición está conformada por una variedad tan heterogénea de partidos y facciones que le ha resultado muy difícil cerrar filas. Acaso lo único que la reúne es el hartazgo que sienten todos sus integrantes por el tristemente célebre "estilo K" que, como es notorio, se caracteriza por la agresividad, la intolerancia y la indiferencia frente a las denuncias de corrupción. En el año que ya ha pasado desde las elecciones legislativas en que Néstor Kirchner fue derrotado por el peronista disidente Francisco de Narváez, las diferencias internas de la oposición resultaron ser más que suficientes como para impedirle reaccionar frente a las embestidas oficiales, pero parecería que desde hace aproximadamente una semana ha logrado hacerlo, de ahí los proyectos destinados a poner fin a la situación grotesca en que se encuentra el Indec, reformar la ley del Consejo de la Magistratura y obligar al gobierno a aumentar los haberes de los muchos jubilados que cobran el mínimo. También comparten los opositores la indignación que tantos sienten por aquella "embajada paralela" en Caracas.

En la fase inicial de la gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el gobierno que encabeza se las arregló para que la Sociedad Rural, Confederaciones Rurales Argentinas, la Federación Agraria Argentina y Coninagro formaran un frente unido, lo que en vista de sus diferencias históricas fue un auténtico milagro. Pues bien, parecería que los Kirchner han logrado hacer algo igualmente sorprendente en el terreno político al convencer a los líderes opositores de que les convendría apoyar algunos programas comunes. Puede que los acuerdos alcanzados por los legisladores opositores sean precarios, pero el que los representantes de PRO y Proyecto Sur, las distintas líneas radicales, la disidencia peronista, Coalición Cívica y el socialismo hayan conseguido superar sus diferencias ideológicas, aunque sólo fuera por razones tácticas, no deja de ser un hecho prometedor. Al acostumbrarse los legisladores de las agrupaciones más significantes a buscar consensos sobre lo que podría calificarse de "políticas de Estado", se abre la posibilidad de que en adelante se muestren menos interesados en subrayar sus discrepancias con el propósito de llamar la atención a sus presuntas convicciones que en procurar trabajar juntos en pos de objetivos comunes. Si bien es natural, y saludable, que los políticos profesionales defiendan con vehemencia sus propios puntos de vista, en nuestro país la conflictividad resultante ha sido notablemente mayor que en la mayoría de las democracias, lo que a ojos de la ciudadanía ha desprestigiado mucho al Congreso.

En política, "el estilo" importa. Debatir con cortesía y manifestar respeto por las opiniones ajenas, sin caer en la tentación de descalificarlas de antemano o de insultar groseramente a quienes las sostienen, no es un síntoma de pusilanimidad o de pragmatismo cínico, como parecen creer ciertos oficialistas que día tras día tratan a integrantes de la oposición de mentirosos, inútiles o, en algunos casos, "traidores". A menos que los dirigentes políticos entiendan que están participando en un empresa común y que por lo tanto no hay enemigos sino sólo adversarios coyunturales, no habrá convivencia democrática. Puede que en cierto modo los Kirchner se hayan visto beneficiados por su costumbre de tratar a cualquiera que se niega a compartir todas sus opiniones como un delincuente miserable, ya que a pesar de la caída estrepitosa de sus índices de popularidad siguen dominando el escenario político nacional, pero su forma intransigente y autoritaria de manejarse ha perjudicado enormemente al país, afectando no sólo a las instituciones básicas de la democracia, como los poderes Legislativo y Judicial, sino también a nuestra relación con el resto del mundo. Por lo demás, los Kirchner han asegurado que, cuando les llegue la hora de abandonar el gobierno, la transición será traumática no sólo porque parecen haberse convencido de que la única alternativa a su propia hegemonía será un régimen golpista conformado por "neoliberales" sino también porque tendrán que defenderse contra los resueltos a forzarlos a rendir cuentas ante la Justicia por presuntas irregularidades que, por desgracia, distan de ser meramente anecdóticas.

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