lunes, 5 de julio de 2010

LABERINTO


CRÓNICAS DE LA REPÚBLICA
El matrimonio, en su laberinto

por Eugenio Paillet

Definitivamente, la pareja presidencial parece atrapada en su laberinto. Néstor Kirchner y Cristina Fernández, más allá de la consabida hojarasca de superficie, no encuentran la vuelta a temas que hoy se han convertido en sus preocupaciones centrales, y que, por uno u otro costado, sean aquellos puramente de gestión o vinculados con los avatares de la política, apuntan en una misma dirección: el deterioro cada vez más palpable que terminaría por abalanzarse sobre las chances del santacruceño de erigirse en candidato de su espacio en las elecciones presidenciales de octubre del año que viene.

Conviene una enumeración rápida de esos problemas, antes de analizarlos de a uno para pintar todo el cuadro: el gobierno no encuentra la forma de frenar el proyecto de la oposición para sancionar la movilidad de las jubilaciones, sin, al mismo tiempo, quedar expuesto ante la sociedad como el opositor a una iniciativa de esa envergadura en plena carrera preelectoral; Kirchner busca acomodar la reforma política con el obsesivo propósito de llevar a sus rivales peronistas a una elección interna, único modo de ratificar su poderío, pero corre el riesgo de terminar cavándose su propia fosa; nuevas derrotas del oficialismo en el Congreso, y otras que muy probablemente podrían sobrevenir, demuestran que ese poder que hoy se intenta retener por otras vías está en franca decadencia, y compromete todo el andamiaje armado para quedarse en la Casa Rosada más allá de 2011; nuevos y mayores reclamos de sus aliados de ocasión, en todos los casos en busca de fondos para obras públicas o proselitismo a cambio de apoyo, demuestran, por ese costado, que el liderazgo de Olivos sobre una tropa que se creía cautiva y leal ha entrado en crisis.

Los avances de la oposición en el Senado para sancionar la ley que consagraría el 82 por ciento móvil para las jubilaciones es una verdadera encrucijada para la Casa Rosada. El radicalismo y sus aliados del peronismo federal y otras fuerzas avanzan a paso sostenido con la norma, que el gobierno considera "escandalosa" e "irresponsable". Los últimos datos dan cuenta de que, tras el análisis en las comisiones respectivas, el proyecto tendría buen pronóstico para ser tratado por la Cámara Alta a mediados de este mes. Si el arco opositor logra la media sanción, una posibilidad no descartada porque se rumorea que la iniciativa hasta contaría con el aval de, al menos, dos senadores del kirchnerismo crítico, su paso posterior por Diputados podría convertirse en un mero trámite legislativo.

El gobierno dice que la oposición lo que quiere es correrlo por izquierda. Esa estrategia sería la de plantar en la escena un tema de alta sensibilidad social, como es consagrar el 82 por ciento móvil para los jubilados, y exponer a los Kirchner como los malos de la película, porque se oponen a esa iniciativa. En esa construcción, insisten en despachos oficiales, lo que buscan sus enemigos del Senado es que la ley sea sancionada para que la Casa Rosada se vea obligada a vetarla y correr con todo el costo político.

Un hallazgo de radicales y sus aliados en ese marco ha sido el de machacar con la idea de que hay "una Anses rica con jubilados pobres". El gobierno ha tenido muchos problemas para explicar este eslogan de ocasión. La percepción ciudadana sostiene, en efecto, que el gobierno tiene una caja multimillonaria en pesos en ese organismo, pero que no la destina a aumentarle la mínima a los jubilados, que no alcanza los 900 pesos, mientras utiliza esos fondos con claro sentido político y clientelar, en muchos casos, o para financiar al Estado, insaciable a la hora de gastar hasta lo que no tiene, en otros.

¿En verdad la oposición puede estar enfrascada en un plan tan estrambótico como el de querer sancionar ese proyecto sólo para forzar a Cristina Fernández a vetar la ley? Es lo que dicen, entre susurros, en los despachos de Aníbal Fernández y de Florencio Randazzo, las dos espadas del gabinete que Olivos mandó, la semana última, a denunciar la irresponsabilidad institucional de quienes apoyan la medida. Uno de ellos dice, incluso, que sabe, de primera mano, que un par de senadores radicales deslizaron que, si llegan al gobierno en 2011, una ley de esta naturaleza debería ser anulada, por inaplicable.

Tal vez el gobierno no está diciendo toda la verdad, y hay algo de actitud despechada en su virulenta reacción de estos días para atacar el proyecto opositor, al que, para malhumor de Aníbal F., salió a apoyar el vicepresidente Julio Cobos. De ser certeros los comentarios que se escuchan en ese sentido en pasillos parlamentarios y en covachas del peronismo disidente, se trataría de un nuevo caso de doble discurso, o de otra muestra de enorme hipocresía, por parte del matrimonio gobernante.

¿Planeaba el gobierno impulsar su propio proyecto de movilidad de las jubilaciones para después de que finalice el campeonato mundial de fútbol de Sudáfrica? Su desmesurada reacción de estos días, ¿tiene que ver con su despecho por el hecho de que la oposición esta vez se le adelantó y le arrancó una medida altamente popular en tiempos electorales? Es lo que se dice en esos espacios. El archivo pareciera darles la razón: Cristina Fernández prometió algo de eso aquella vez que anunció la vuelta de la jubilación estatal y el fin de las AFJP en la carpa que montó la Anses, cuando Amado Boudou era su titular.

Néstor Kirchner no la tiene más aliviada en su tránsito hacia una candidatura presidencial y el desafío de erigirse en el elegido no sólo de su espacio, sino del peronismo que no necesariamente anida en las vertientes de los disidentes que comandan Eduardo Duhalde y el resto de los "federales". Ya se ha dicho y es bueno repetirlo: Kirchner sueña con poder atraer a todos sus rivales a una pelea interna por la candidatura. Sostiene, entre sus íntimos, que una victoria en esa instancia sería la única vía para ratificar su poder partidario y emerger como el rival de Cobos, Raúl Alfonsín o Mauricio Macri, sea quien sea que resulte el elegido en la vereda opositora. Desgrana, también, en esos comentarios que un triunfo en la interna le otorgará el espaldarazo que le está faltando para crecer en intención de voto, por ahora muy lejos del célebre 40 por ciento que necesita para consagrarse en primera vuelta. Unica chance, por lo demás, que le otorgan, hasta en los propios laboratorios del kirchnerismo, de quedarse con la victoria.

Fue por esa razón y no por otra, apegado antes que a ninguna otra cosa al esquema de atraer a sus rivales a una pelea interna, que habilitó algunos decretos que firmó Cristina Fernández para reglamentar en parte la reforma política aprobada hace medio año, y que, hasta ahora, el santacruceño se había negado sistemáticamente a conceder. Los peronistas federales salieron rápidos como el rayo a rechazar esa jugada, porque insisten en desnudar lo que en verdad parece ser: una trampa para embretarlos en una pelea electoral interna que no les ofrece ninguna garantía. Resulta hasta lógico que Kirchner haya pensado en esa jugada, porque es el único camino que le queda para revalidarse frente a sus enemigos de adentro y delante de la sociedad que, en su mayoría, le ha retirado su apoyo y no lo favorece, por ahora, ni en los sondeos de imagen ni en las encuestas sobre intención de voto.

Se cuenta, en la Casa Rosada, que, antes de habilitar a Cristina a la firma de aquellos decretos, Kirchner mandó emisarios suyos a contactar a figuras del peronismo disidente. Uno de ellos fue Juan Carlos Mazzón, quien se habría entrevistado con Duhalde. Se asegura, en despachos oficiales, que también hubo una llamada desde Olivos al celular de Francisco de Narváez. ¿Fue el propio Kirchner? Tal vez nunca se sabrá. A todos les habría prometido "juego limpio y reglas claras". No hubo mensajeros para Felipe Solá. "Felipe es el límite que el "Ruso" no va a cruzar; han sido muchos los agravios", dijo un operador de Balcarce 50. No hubo caso: el plan para enfrentar al peronismo federal en una interna partidaria parece destinado al fracaso antes de comenzar a rodar. Con el drama que ello encerraría para los planes del ex presidente.

Por si fuese poco, la figura de Kirchner quedó envuelta detrás de las violentas agresiones que, en los últimos días, sufrieron Duhalde y Solá. Ambos dirigentes lo responsabilizaron directamente de esos ataques. Habrá que ahondar en alguna investigación para saber si, efectivamente, esa mano de obra pesada adjudicada al kirchnerismo provino de La Cámpora, la agrupación que dirige Máximo Kirchner, el hijo del matrimonio presidencial, que, en los últimos tiempos, habría armado una suerte de fuerza de choque callejera para escrachar a las principales figuras del peronismo federal. Duhalde los viene denunciando, desde hace un buen tiempo, como los responsables de seguirlo allí a donde va, para "romperle" los actos.

Kirchner debe pagar, es cierto, por su propia naturaleza a la hora de hacer política. Ha sido suyo desde que llegó al poder, pero, en modo especial, desde que el escenario se le empezó a complicar con aquella histórica derrota frente al campo, ese estilo basado en la violencia verbal hacia los adversarios que piensan distinto, y el hostigamiento físico como arma de complemento, como le ocurrió a Solá en San Nicolás.

La estrategia para la supervivencia termina de complicarse con las nuevas derrotas que el kirchnerismo ha sufrido en el Congreso. El gobierno se muestra impotente para frenar una catarata de medidas que impone el arco opositor con sus nuevas mayorías en las comisiones y en el recinto; en especial, en la Cámara de Diputados. Kirchner ha escuchado lastimeros reproches, en las últimas horas, de boca de sus principales espadas parlamentarias. El panorama hacia el futuro está plagado de nubarrones. Al margen de si efectivamente la oposición planea imponer la ley sobre las jubilaciones sólo para arrastrar a Cristina Fernández a un veto desgastador y antipopular, lo cierto es que la Casa Rosada no ha podido frenar el avance de la iniciativa en las comisiones de la Cámara Alta.

Hay más: Diputados dio media sanción al proyecto que quita al oficialismo la mayoría en el Consejo de la Magistratura, de la que, hasta ahora, el matrimonio se valió para salvar jueces amigos y condenar a los que muestran algún grado de autonomía. Se acaba de aprobar en comisión un proyecto que propone terminar con el manoseo kirchnerista en el INDEC y poner fin al reinado de Guillermo Moreno en el organismo. También se avanzó en la eliminación de los superpoderes que permitían a Aníbal Fernández reasignar partidas a gusto del gobierno sin control alguno del Parlamento, y la oposición se quedó con el control de la comisión bicameral que controla a la SIDE, desde donde se sospecha que se manejaban fondos reservados con destinos oscuros y se realizaban escuchas telefónicas ilegales. El caso de Mauricio Macri ha sido emblemático en los últimos tiempos, según la confesión de un agente de inteligencia ante la justicia. La sombra de Kirchner ha sido asociada, por el jefe de gobierno porteño, a esos manejos irregulares.

Al gobierno amenaza lloverle sobre mojado: la frutilla del postre de semejante cuadro podría ser el avance de la oposición en la sanción de la ley que terminaría con buena parte de las facultades delegadas por el Congreso al Poder Ejecutivo. Entre ellas, se sabe, figura la potestad de fijar las retenciones agrarias, a través del Código Aduanero, que, en ese caso, volvería a manos de diputados y senadores.

Tres datos para completar aquella impresión de la encrucijada en la que se encuentran los Kirchner y del clima de final de ciclo al que cada vez más actores se le animan: El juez Norberto Oyarbide, quien cada tanto envía un mensaje a la Casa Rosada, para demostrar que lo suyo no es todo kirchnerismo bobo, citó a declarar como sospechoso en la causa por la mafia de los medicamentos a Héctor Capaccioli, recaudador de la campaña de Cristina Fernández. El juez federal que entiende en la denuncia penal de Aníbal Fernández contra los asambleístas de Gualeguaychú desechó tomar declaraciones a los imputados, lo que preanuncia un cierre de la causa. El jueves, nada menos que la Federación Argentina de Municipios, el último bastión del kirchnerismo puro que sobrevive en el Conurbano bonaerense, se plantó ante la presidenta con un reclamo, que se pareció a un ultimátum, de mayores fondos para sostener un proselitismo cada vez más esquivo.

La frutilla del postre: El jueves, por la tarde, en pasillos gubernamentales, se entregaron indicios de una fortísima discusión entre Cristina y Néstor, desencontrados acerca de cómo pararse frente a lo que, para el santacruceño (no para su esposa), debe ser una guerra santa: embretar como sea a los hermanos Felipe y Marcela Noble Herrera en la causa para saber si son hijos de desaparecidos durante el último proceso militar.

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