lunes, 5 de julio de 2010

PLEBISCITO




Es mentira que peligre la dignidad humana y ciudadana de los homosexuales argentinos si no consiente el país en darse una ley que los habilite a casarse entre ellos. Es mentira que el franco rehusamiento de millones de ciudadanos, argentinos también, a avalar una tal ley vaya en desmedro del derecho de los homosexuales a nada.

Resguardarles, en tanto ciudadanos plenos que son, de cualquier hostilidad y destrato, no obliga al Estado argentino a violentar la sensibilidad moral de la inmensa mayoría de su gente, para quien condescender las prácticas homosexuales es un deber de tolerancia cívica, pero no lo es convertir dicha tolerancia en un reconocimiento legal de lo que, para ellos, resulta una infracción al orden natural de las cosas.

Las leyes son fórmulas de consenso cultural, no solamente abstracciones justicieras brotadas de la mente. ¿Es justo, pues, promover y sancionar una ley que sería votada por muy pocos de quienes estarán luego obligados a obedecerlas? ¿Es prudente introducir en el cuerpo social semejante motivo de tentación social y fractura?

Si esto que estamos diciendo es falso, demuéstreselo mediante un plebiscito. Que el pueblo argentino dirima, en el secreto pábulo de cada conciencia, si acepta encuadrarse y promete respetar públicamente una normativa que, a nivel personal, casi siempre desprecia.

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