miércoles, 21 de julio de 2010

VIENTOS DE GUERRA




Por Omar López Mato


Entre mis libros preferidos hay uno que consulto cada vez que una nueva crisis económica mundial se abate sobre nosotros, se llama “Escándalos financieros en la historia”, y su autor fue Pedro Voltes, un historiador y economista español, recientemente desaparecido, que se presenta con cinco licenciaturas y cuatro doctorados.





El libro en cuestión tiene 15 años y en su capítulo “Terremotos bursátiles”, nos recuerda una frase de Georg von Siemens, “La Bolsa no es ni más buena ni más mala que la gente que acude a ella”.

A lo largo de estas hojas nos otorga algunas claves sobre las génesis de las crisis financieras. Siguiendo a Davidson y Rees Mogg en su libre “The great Reackoning”, describe los ciclos de las crisis.

El primero es el de la euforia que se desencadena por alguna perturbación, generalmente una guerra, conflicto o desastre natural que ocasiona una alza de precios, entre ellas las propiedades inmobiliarias a la que la gente acude como inversión para proteger su capital.

La aceleración de la demanda por el aumento del número de personas que quieren beneficiarse, incrementa a su vez la demanda de créditos. Suben las cotizaciones de la Bolsa que estimula la compra de acciones por parte de especuladores. Muchos de ellos se han endeudado para acceder a las acciones.

Junto a las acciones suben las tasas de interés para atraer inversores.

Voltes con una anticipación de varios años habia previsto los prolegómenos de la burbuja financiera del 2008. El 11 de Septiembre. Guerra en Irak y Afganistán, Boom inmobiliario en EE. UU., créditos subprime, aumento de las tasas de interés, el mundo exultante pide créditos. ¡All happy!

Pero ninguna felicidad es eterna y a esta euforia le sigue la depresión. Veamos que pasa.

Descenso de la rentabilidad, recesión en la economía agrícola, descenso de las tasas de interés, descenso en la actividad bursátil, descenso en la rentabilidad de los inmuebles.

Una anomalía –léase quiebra o fraude- desnuda que las entidades o personas están sobrevaluadas, en este caso Lehman Brother. Todo era una perversa ilusión.

Crisis bursátil, contracción del crédito, descenso de las rentas por debajo de lo normal. Caída de las tasas nominales de los intereses, reducción de la actividad económica, Desempleo, Baja de precios. Todo esto es lo que nos toca vivir.

El mundo se debate en estas crisis bursátiles desde los tiempos de los tulipanes en Holanda y aún antes, pero los ciclos eran tan largos –como la caída el Imperio Romano que les conté semanas atrás- que eran difíciles de reconocer como un solo episodio encadenado.

Después del estallido de la Burbuja del Mar del Sur en 1715, los ciclos económicos se vienen acortando: en 1825 hubo un crac a consecuencia de la construcción de canales y los bonos británicos sobre Sudamérica, que se había desprendido de la tutela española por medio de sus guerras de independencia.

En 1857 comenzó otra crisis después de la Guerra de Crimea que había estimulado frenéticamente los negocios, especialmente “la manía del ferrocarril” en América.

En 1873 después de la Guerra de Sesión norteamericana, la Guerra de la Triple Alianza y la franco-prusiana se desata otra crisis financiera con mermas de hasta un 40 % en los precios de las acciones.

Las comunicaciones abrevian la generalización del proceso. El barón Rothschild lo dice claramente en 1875, “El mundo entero se ha convertido en una ciudad”.

Los europeos se lanzan a la conquista de África y Asia, en guerras coloniales. Todos especulan, quieren quedarse con la joya más preciosa. ¿Nigeria? ¿Tanzania? ¿El Congo? ¿Indochina? ¿Hong Kong?

1882 se conoce como el año de la hecatombe de la Bolsa de París, por esa maldita costumbre de vender lo que no se tiene y comprar lo que no se puede, con el dinero prestado por un tercero que a su vez le debe a un cuarto y así sucesivamente.

Los ciclos comienzan con guerras y terminan con guerras. Nos encanta jugar con fuego, aunque después lloremos y breguemos por la paz mundial.

Medio Oriente es una bomba y están acercando el encendedor a la mecha, aunque esta vez están jugando con armas nucleares y odios intestinos que conducen al fanatismo. Muchos están dispuestos a inmolarse por motivos religiosos. Solo resta empujarlos un poquito más al precipicio.

¿Cómo reaccionará el mundo? ¿Habrá una generalización del conflicto? ¿Quién será el ganador de las batallas? Y ¡sobretodo! ¿Quién será el que gane más plata en el conflicto? Porque las guerras siempre han sido un gran negocio para unos pocos.

Francia aun vive de glorias napoleónicas, Inglaterra de piratear por el mundo. EEUU no puede vivir su guerra, la industria bélica da trabajo a millones de personas. Hasta Brasil esta envuelto en una carrera armamentista.

No se que pasará.

Lo único que sé es que soplan vientos de guerra.

Ojalá Voltes esté equivocado... y yo también

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