lunes, 19 de julio de 2010

Y DALE CON EL CUENTO CHINO


Y DALE CON EL CUENTO CHINO (Uno más, y van…)

Por Malú Kikuchi (*)

Había una vez un reino… cercano en el tiempo y en el espacio; un reino que nos es propio. Hoy y acá, Argentina es un reino donde las decisiones se toman sin consultar, sin licitar, y vaya Dios a saber porqué. O por cuanto.

Hace unos meses, después de un largo y arduo trabajo de las cancillerías Argentina y China, se acordó la visita de la reina, perdón, la presidente Cristina a la República Popular China.

Con el pretexto de no poder confiar en el vicepresidente Cobos, negándose a ser suplantada por él en el ejercicio del gobierno nacional, tal cual lo indica la Constitución en casos de ausencia temporal, no viajó.

A cualquier país le cae mal la suspensión de un viaje oficial programado con mucha anticipación, a la China milenaria y protocolar, le cayó pésimo. El pretexto era de una pobreza imaginativa demasiado ramplona.

Después de haber rechazado el viaje a China, la presidente viajó a muchos países delegando sus poderes en Cobos. O el vicepresidente de pronto se volvió K y confiable, o la mentira al gobierno chino fue más que evidente.

Sumado al bochorno protocolar, con esa suerte de “viveza” que caracteriza al gobierno K, eso es sin dejar pruebas escritas, Argentina empezó a no permitir la entrada al país de varios productos chinos.

Obviamente sin reconocerlo, ya que oficialmente Argentina permite la entrada de productos legales al país. Pero los chinos, son chinos y nunca han sido tontos. Es más, en esa materia nos llevan varios miles de años de ventaja. No creyeron, ni lo de la visita, ni lo de las importaciones.

El resultado de las “vivezas” K le salió carísimo al país, China dejó de comprarnos US$ 2.000 millones en de aceite de soja. Entonces, la reina, perdón, la presidente, decidió viajar, pedir disculpas y convencer a los chinos que nuestro aceite de soja es único, barato e incomparable.

A la reina, perdón, a la presidente Cristina, la recibieron con toda la pompa y los honores que corresponden a su cargo. La mimaron, la homenajearon, le dieron un título de doctor honoris causa. ¿Y el aceite?

No, aceite de soja no nos compran, perdemos de vender US$ 2.000 millones. Pero todo tiene su compensación, a cambio, ellos nos venden por valor de US$ 9.500 millones. ¡Un negoción! … para China.

Por supuesto que esta increíble venta de vagones de tren y subterráneos (con aire acondicionado), 500.000 toneladas de rieles, recuperación ferroviaria, etc, se presenta no como venta, sino como inversión China, a lo largo de 19 años con una tasa Libor de 6%.

La verdad verdadera es que, sin licitación ni consultas de ninguna clase, la reina, perdón, la presidente y Hu Jintao, cual emperadores de sus respectivos países, decidieron que Argentina compre y China venda. ¿Y el aceite?

Argentina fabrica autos, autopartes, reactores nucleares, puede fabricar aviones y barcos; pregunta ingenua, ¿nuestros calificados trabajadores argentinos no pueden fabricar vagones, rieles, etc?

Sería una forma de bajar el desempleo y de poner en práctica la cacareada política industrialista del gobierno. Y hablando de cacareadas políticas del gobierno, los DDHH en China, ¿se respetan?

Dicen las malas lenguas que los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el gobierno Chino, claman al cielo. De eso no se habla. China es grande y poderosa, no es Guinea Ecuatorial cuyo presidente, Obianng Mbasogo, invitado a la Argentina, fue retado públicamente por Cristina.

Y nuestra reina, perdón, presidente, tuvo algunas frases poco felices. Empezó hablando de “dessojizar” la relación con China. ¿Por qué, si somos uno de los grandes productores de soja y tenemos que venderla?

Luego comparó a Mao con Perón (¿Perón comunista???), y en algún momento dijo: “Ustedes han tenido la suerte que nosotros no, de la perseverancia en el tiempo de un mismo proyecto político/ económico.”

Aunque sea una falta de respeto contrariar a la reina, perdón, a la presidente, admitamos que si, que hemos tenido suerte, que a pesar de los regulares, malos y pésimos gobiernos que hemos sabido conseguir a través del voto, ni siquiera con los K, Argentina no es la férrea y terrible dictadura comunista china.

Y si nuestros productos, exceptuando el campo y la industria automotriz, no son tan competitivos como los chinos, es que nosotros no pagamos sueldos tan bajos. ¿De verdad, en qué cree Cristina que adecua su discurso al país que visita y nunca se atiene a lo que declama en el suyo?

A esto se le suma que, si los contratos firmados entre ambos países se cumplen, Franco Macri (¡ojo! el padre de Mauricio, no Mauricio) cobrará en comisiones US$ 400 millones. Un negocio redondo.

Un cuento chino más y ya van unos cuantos. ¿Recuerdan los US$ 20.000 millones que nos iban a prestar? Esto no es igual, pero se le parece. Le fue a vender aceite de soja y terminamos comprando transportes por un valor que quintuplica lo que pretendíamos vender. Sin licitación.

Otra pregunta ingenua, ¿la nueva y estrecha relación con China, que esperamos no sea carnal, ¿se parecerá a la relación con Venezuela? El tiempo lo dirá.

Y colorín colorado (tan colorado como la bandera China) este cuento no se ha terminado. Se repite con una cierta y sistemática frecuencia, siempre sin éxitos para Argentina.

De nosotros depende darle el final feliz que se merece, feliz y provechoso para nuestra nación. Las elecciones no están tan lejos. Para las primarias faltan 11 meses, para las presidenciales, 13. Es cuestión de esperar y de tener memoria cuando llegue el momento de votar.

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de Malu Kikuchi, por gentileza de su autora.

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