jueves, 8 de marzo de 2012
LA DEMAGOGA
La demagogia de un gobierno
sin límites
Por Carlos Berro Madero
“Las promesas se hacen en la extensión en que los hombres esperan y se mantienen en la extensión en que ellos temen”
- La Rochefoucauld
La demagogia de los gobiernos populistas soborna al electorado prometiendo riquezas fáciles para todos a través de la “confiscación” paulatina del producido del esfuerzo individual de los ciudadanos.
Al mismo tiempo, dice que terminará con el desempleo mientras expande la burocracia y la impresión de moneda que provoca una inflación en alza. Ésta es siempre, finalmente, una cuestión de demasiado dinero que persigue demasiadas pocas cosas.
Desencadena además el odio de clases, subrayando las diferencias de riqueza y prometiendo una falsa “movilidad” al ofrecer mitos y no verdades políticas.
Una vez que se produce el desastre económico de sus programas, busca escapar de su responsabilidad y comienza a atacar a distintos chivos emisarios alternativamente.
Cualquier semejanza que se encuentre entre esta somera descripción y el gobierno presidido por Cristina Kirchner, NO ES MERA CASUALIDAD. Mientras tanto, es de toda evidencia que se trata de una persona que busca en las cosas lo que le conviene para apoyar sus opiniones.
Se ha “llenado la boca” siempre diciendo que todos los ciudadanos “merecen” que el Estado se haga cargo de sus problemas (como todos los demagogos del mundo entero), porque tienen “derecho” a recibir un sostén por sus diferencias, aunque éstas deriven de la vagancia y la ineptitud personal.
La demagogia no instruye a la gente. La usa. Compra votos prometiendo que dará a todos el nivel de vida del que cada uno se sienta merecedor, AL MARGEN DE TODO ESFUERZO PERSONAL. Este hecho termina convirtiendo al hombre en un individuo lleno de miedos por todo lo que sea excepcional, como si ello constituyera un “ataque” a la subvención de sus necesidades.
La declinación moral de la sociedad emergente de este estado de cosas comienza a buscar así falsos ídolos que cubran la ausencia de los valores, que son la base de una sociedad libre; porque la demagogia esclaviza y somete, destruyendo las instituciones con el pretexto de rescatar la “comunicación directa” del gobierno con el pueblo.
Finalmente, en el ciclo de su declinación, arrastra a toda la sociedad así organizada a un colapso total, que deja en ruinas los tradicionales principios de responsabilidad, ética, solidaridad y esfuerzo personal sobre los que se han asentado tradicionalmente TODAS LAS CIVILIZACIONES DESARROLLADAS.
La herencia nefasta que dejará el kirchnerismo es haber llevado al cenit esta impostura intelectual, robándole el porvenir a una enorme franja de la sociedad que después de su desaparición habrá visto perderse en una nebulosa sus ilusiones de una vida mejor.
Para rematar estas breves reflexiones, transcribimos a John Stuart Mill: “Un pueblo puede preferir un gobierno libre, pero si por indolencia, falta de cuidado, o cobardía, o por ausencia de espíritu público, no está a la altura de los esfuerzos necesarios para preservarlo; si no es capaz de luchar cuando es directamente atacado; si por un momento de desaliento o de pánico temporario, o por exceso de entusiasmo con un individuo puede ser inducido a entregar la libertad a sus pies…, en todos estos casos denota carecer de preparación para la libertad; y aunque la haya disfrutado por un corto lapso, es improbable que pueda gozarla durante mucho tiempo”.
De eso se trata el daño infligido por la “liturgia” kirchnerista a la sociedad: haber propiciado la defunción de la república, para entronizar en su reemplazo a sus peores enemigos: la demagogia y una consiguiente esclavitud política “de hecho”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario