sábado, 3 de septiembre de 2016
CHINA
Panorama político nacional de los últimos siete días
Entre Hangzhou
y El Calafate
"Más allá que algunos piensen que la solución es aislarse, nosotros creemos que el camino es el de la cooperación con otros países" , afirmó Mauricio Macri en China, donde participa en la reunión del G20. Argentina alcanzó un asiento en ese influyente foro mundial a partir de los años de apertura de la década del 90 y lo desaprovechó durante el largo paréntesis de aislamiento regido por el kirchnerismo.
Ante líderes de corporaciones de los mismos país que constituyen el G20 el Presidente exhortó a los empresarios a invertir en Argentina "porque dejamos atrás una década de aislamiento del mundo para apostar a ciclos virtuosos de inversiones".
Marchas y contramarchas
Curiosidades: Hangzhou -la bella ciudad donde se produce la cumbre, centro de industrias electrónicas y patria del mejor té verde- tiene en la Argentina una “ciudad hermana”. Se trata de El Calafate, el lugar en el mundo de Cristina Kirchner. El vínculo se estableció en 2013. Hasta en las antípodas Macri se encuentra con fragmentos de la herencia recibida.
Antes de que él partiera rumbo a China, el kirchnerismo quiso ofrecerle una despedida ruidosa en la Plaza de Mayo con una exhibición de “resistencia” que no fue acompañada por ninguna figura medianamente representativa del peronismo. Si en términos políticos esa marcha –que presenció la segunda experiencia de Máximo Kirchner como orador- fue un fracaso y una nueva prueba del creciente aislamiento K, no lo fue menos en términos numéricos. Es cierto: la tarde del cierre, el sábado 27 de agosto, fue lluviosa. Pero, en tren de comparaciones, vale recordar que el diluvio no impidió, un año y medio atrás, que una multitud colmara la Plaza de los dos Congresos para pedir justicia por la muerte del fiscal Alberto Nisman.
El último viernes, la llamada Marcha Federal convocada por la Central de Trabajadores Argentinos, también ha confirmado la pobreza de la demostración kirchnerista de una semana antes. Expresión de rechazo a la política que impulsa la Casa Rosada (y en ese sentido coincidente con el fraseo K), la CTA no carga con la mochila de corrupción y discreciónalidad que pesa sobre el kirchnerismo; por eso puede congregar muchas más voluntades y hasta forzar a que los seguidores de la expresidente, para disimular su condición minoritaria, marchen detrás de un dirigente como Pablo Micheli, que protagonizó decenas de manifestaciones contra el kirchnerismo.
Dejar atrás el aislamiento
En Hangzhou, el Presidente no mira hacia atrás. Trata de reubicar a la Argentina en el mapa. Antes de partir había definido su objetivo: “"No vamos a ir a esas reuniones a decirles lo que tienen que hacer ellos, sino con humildad a decirles que queremos trabajar junto a ellos en los grandes temas que afectan al mundo, como terrorismo, pobreza, cambio climático…” Un cambio notable.
Estos encuentros son oportunidades de contacto cercano con líderes del mundo. Macri ya se encontró con el presidente chino, Xi Jinping, y se ve con el ruso Vladimir Putin y con la nueva premier británica, Theresa May. Sin duda habrá cruces menos formales con otros jefes de Estado, como Barack Obama y Francois Hollande. Y, por cierto, con el brasilero Michel Temer, recién consagrado sucesor de la destituida Dilma Roussef. El Presidente espera que el nuevo capítulo de la crisis brasilera venga acompañado de una mejora económica que reactive el mayor mercado de la producción industrial argentina.
China se avecina
Con los chinos Macri habla de inversiones, uno de los puntos flojos de la economía nacional. Los comunistas chinos – a diferencia de los más cautelosos inversores capitalistas, tanto extranjeros como locales- parecen muy dispuestos a aportar al desarrollo de infraestructura en el país (rutas, puertos, energía, ferrocarriles) y también a proveer con instrumentos y tecnología a las áreas de seguridad y defensa. El techo a esas inversiones depende menos de Beijing que de Buenos Aires, donde se empieza a manifestar un creciente lobby de resistencia a la potencia asiática, sólo en parte motorizado por intereses locales.
Macri también aspira a que la balanza comercial entre ambos países se equilibre un poco. Por ejemplo, consiguiendo que el gobierno chino estimule el turismo y los viajes de sus ciudadanos a la Argentina. No está mal rumbeado: se calcula que en el lustro en curso (2015/2020) los sectores medios de mayor capacidad de consumo se duplicarán (de 50 a 100 millones de familias) y que los jóvenes (menores de 35), responsables por el 65 por ciento del crecimiento del consumo, lo incrementarán y casi triplicarán sus actuales gastos en viajes al exterior (de 17% a 45%).
Claroscuros
La inserción internacional de Argentina es una materia en la que el gobierno de Mauricio Macri ha exhibido claridad y firmeza, algo que no ha sido tan evidente en otros terrenos.
En el campo de la economía las señales son contradictorias. La cuestión tarifas, que le impuso al gobierno un costo político, no es el único ejemplo. Los renovados tironeos entre el ministerio de Hacienda y Finanzas (Alfonso Prat Gay) y el presidente del Banco Central (Federico Sturzenegger) sobre inflación y nivel adecuado de las tasas de interés constituyen otra exhibición de discordancias. De la esperada caída de la inflación en agosto (sería de alrededor de 1 por ciento), Prat Gay deduce un triunfo sobre el flagelo y espera que el Central baje las tasas para contribuir a un mayor consumo y a un desahogo a la producción nacional, que no toma crédito por el alto precio del dinero. Sturzenegger replica diciendo que el dato de agosto es apenas un indicio que no necesariamente establece una tendencia y, aunque reduce la tasa, lo hace en una medida que para el otro bando es insignificante.
Otra discordancia latente, esta vez política, se refiere a la búsqueda de acuerdos con sectores productivos, sociales y políticos o la reticencia a ese curso de acción.
Después del fallo de la Corte sobre tarifas la necesidad pareció inclinar la balanza hacia el acuerdismo, pero el giro no ha sido rotundo. Prat Gay en ese asunto está alineado con los acuerdistas: “No hacerlo implica menos actividad económica y más inflación. Porque tenemos que salir de la lógica del sálvese quien pueda", le dijo ayer a La Nación. Por su parte, Jorge Triaca se sentó el viernes con la nueva conducción de la CGT para empezar a conversar reivindicaciones gremiales como las escalas del impuesto a las ganancias que se aplica a los salarios. Y anuncia que recibirá también a la CTA.
Ese mismo viernes, en un almuerzo al que convocaba una institución académica, María Eugenia Vidal subrayó el estilo dialoguista y acuerdista que ella practica en la provincia de Buenos Aires y elogió a Sergio Massa, a Margarita Stolbizer así como a “algunos intendentes del Frente para la Victoria”.
Unos días antes desde la Casa Rosada se había dejado trascender que habrá búsqueda de consensos. Pero –como señaló esta semana el ex canciller Dante Caputo- el gobierno todavía “no ha explicado qué se busca, cuál es la agenda, quienes los interlocutores y cómo sería la formalización de los acuerdos”.
La previsibilidad que necesitan los inversores no puede postergarse hasta las elecciones del año próximo. Un acuerdo sobre políticas de Estado en el que participen los actores principales de la política, la economía y el trabajo fortalecería al país y, consecuentemente, al gobierno que lo administra.
Tareas para después del G20.
Jorge Raventos
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