martes, 6 de septiembre de 2016
POBREZA
EL ORIGEN DE LA POBREZA. NUESTRO ORIGEN
"¿Qué duda cabe, de que la ociosidad es el manantial de la miseria? La ociosidad es el gran enemigo del pueblo en las provincias argentinas. Es preciso marcarla de infamia: Ella engendra la miseria y el atraso mental de las cuales surgen los tiranos y la guerra civil, que serían imposibles en medio del progreso y la mejora del pueblo" (Juan Bautista Alberdi)
Por: Héctor Blas Trillo
Podemos discutir muchas cosas, diríamos que casi todas las cosas. Pero no podemos discutir algo tan básico como lo es el hecho de que para poder obtener recursos económicos debemos esforzarnos, trabajar, producir.
En la Argentina de base populista hace demasiados años que se ha tergiversado este concepto esencial.
Voy a ser un tanto autorreferencial en estas líneas, un poco porque me considero un simple ejemplar típico de mi generación, nacido en un hogar de inmigrantes españoles de clase media baja.
En mi casa me enseñaron a esforzarme, a estudiar, a producir, a ser honesto, a ser una persona de bien. Comencé a trabajar siendo un niño.
Entonces no se discutía eso del trabajo infantil. Y no se discutía porque socialmente era común. Mis padres en su España natal trabajan desde párvulos también. Pero existen razones, que son estrictamente económicas, y que forman parte del estudio serio de la ciencia social que representa la economía.
Los padres de mi época planteaban a los chicos una idea muy básica: una vez terminada la escuela primaria, o ibas a trabajar para aprender un oficio, o ibas a estudiar. O ambas cosas.
En mi caso, mis padres me ayudaron los primeros 3 años de la secundaria, luego pasé al turno noche e inicié mi trabajo oficinesco. Tenía apenas 16 años. Pero ya en tiempos de la escuela primaria había hecho yo muchas cosas, trabajando en una farmacia, vendiendo caramelos y lustrando zapatos en la Estación Lanús, por ejemplo.
Mis padres tenían ese concepto, esa valoración. Nos llevaban a esforzarnos, a mi hermano y a mí, para que aprendiéramos a vivir, a obtener recursos, a mejorar.
En aquellos años existía la figura del "aprendiz" y los trabajadores podían realizar tareas desde los 14 años. Los empleadores debían abrir una cuenta de ahorro donde depositaban aportes del empleado menor de edad
Yo no sé si todo esto era lo mejor. Tal vez podía ser mejorable. Pero sí sé que así nos criamos y formamos, y que dio resultado.
De todas maneras, está muy claro que estos métodos inculcaron en nosotros la cultura del trabajo y del esfuerzo para progresar.
Muchos chicos de mi edad en aquellos años estaban en situación parecida. Y no estamos hablando de "explotación infantil" o cosas así, estamos hablando del trabajo que dignifica, que instruye, que forja el carácter.
No soy sociólogo, no soy especialista en estas cuestiones de la infancia. Pero sí soy un adulto que se ha formado y ha estudiado partiendo de esta base. Como tantos.
Nuestra infancia era la calle, el potrero, la pelota, el balero, las figuritas, las bolitas, la escondida, los barriletes, el aro, el trompo, el tejo, las carreras de autitos con masilla dentro y punta de plomo. No es que no hubiéramos tenido infancia. ¡Al contrario! Era así la infancia de la época.
Pero todo esto que aquí cuento tiene en definitiva un objetivo: y éste es el de desvirtuar en todo lo que sea posible, la idea de que un chico que trabaja ayudando a sus padres, como Manolito el personaje de Quino, es un "explotado". Hay que poner las cosas en su lugar.
Arrancar desde la infancia creando la cultura del trabajo me parece a mí tan excelso como el hecho de brindarles a los chicos una educación de calidad.
"Ganarás el pan con el sudor de tu frente" no es sólo una frase bíblica, es la apología del esfuerzo por antonomasia.
Sin avanzar más sobre temas que por ahí no domino desde el punto de vista profesional (infancia, trabajo infantil, etc.) estoy en condiciones de decir que una sociedad no progresa fomentando la ociosidad, la ayuda, la dádiva, el descanso y la comodidad.
En términos económicos el trabajo significa producir. Producir bienes y servicios. Ocuparse como lo hacen los orientales, produce efectos, lleva al progreso y a la mejoría de la calidad de vida.
Podremos discutir si las condiciones son más o menos dignas. Podemos discutir si se respetan los derechos de los niños. Podremos discutir todo.
Pero podemos estar seguros de que si no nos esforzamos en producir y hacer más eficiente el uso de los recursos escasos, jamás progresaremos. Al contrario. Sólo retrocederemos.
Hace algunos años me puse a estudiar la cantidad de normas dictadas desde los años 40 tendientes a garantizar el bienestar de la población en la Argentina. En un momento dado debí abandonar esta tarea. La cantidad de leyes, decretos, resoluciones o lo que fuere a nivel nacional, provincial, departamental y municipal dictados en todos estos años para garantizarnos bienestar es infinita. Y sigue creciendo día tras día. Sin embargo, a comienzos de los 40 el ingreso per cápita en la Argentina era uno de los más altos del mundo, por encima de casi todos los países de Europa y ni qué hablar del Asia menor o de la propia América, donde nos superaba por poco EEUU y pará de contar.
Corresponde, creo, preguntarse qué pasó en el medio. Por qué tantas disposiciones para ayudarnos condujeron a lo contrario.
Sin entrar en detalles que no servirían de mucho, podemos decir sin temor a error alguno, que el principal problema de todas las normas que pretenden beneficiar a la gente, deben tener como sustento el origen de los recursos, dado que no es posible repartir lo que no existe. Y también, tener en cuenta que el reparto en exceso desalienta al que produce y alienta al que no lo hace. Es este concepto el que lleva al desastre a los populismos en todo el mundo. Eso pasa en Venezuela, por ejemplo.
Está muy bien que tengamos una jornada de 8 horas de labor, descanso hebdomadario, vacaciones pagas y jubilación. ¿Pero cuántos de nosotros trabaja solamente 8 horas por día y goza del descanso y las vacaciones pagas conforme a lo que establece la ley?
¿Cuántos jubilados tienen hoy por hoy una jubilación que les permite vivir dignamente?
¿Cuántos gozan de sus vacaciones y pueden disfrutar de las playas o la montaña durante un par de semanas con su familia comiendo algo más que sánguches o pizza?
La realidad es que el ingreso per cápita en la Argentina ha caído a lo largo de los años por la baja productividad y por la falta de inversiones. Esto lo sabe cualquier estudiante de economía que no sea adoctrinado por politicastros devenidos a docentes, que hay bastantes.
Por supuesto que no estoy hablando aquí de corrupción, de coimas, de sobreprecios y demás. Tengo en cuenta eso. Pero es que aún si elimináramos de raíz semejantes "virus", nuestro estándar de vida sería bajísimo comparativamente con el de la totalidad de los países avanzados del mundo. Tal vez un poco menos que lo que es hoy, luego de tantos años de corruptelas de todo tipo.
Y esto es así porque las leyes, por sí mismas, no crean riqueza. Generar las condiciones para que lleguen capitales, haya inversiones y se conforme una economía dinámica de alta productividad es lo que hace falta.
Si observamos bien de cerca lo que nos pasa, veremos que todos queremos que todo cueste muy poco. Que sean baratas las tarifas, que sean bajos los márgenes de ganancia, que sea gratuita la educación, o la salud, o el boleto escolar, o lo que fuera.
Todo muy lindo pero todo cuesta, amables lectores. Lo que no pagan unos, lo pagan los demás.
Por eso, mucha gente tiene que tener hoy por hoy dos o tres empleos. Y no es suficiente con que trabaje solamente el padre de una familia tipo para mantener el hogar. En otras épocas sí lo era.
El Estado debe ocuparse de dinamizar la economía, quitar trabas, alentar la llegada de capitales, fomentar la cultura del trabajo, mejorar la educación, atender razonablemente la salud. Establecer pautas generales que conduzcan al bienestar, como reza el Preámbulo, no significa regalar plata durante toda la vida a todo el mundo. Y por sobre todas las cosas, hacer funcionar las instituciones y el respeto de la ley. Dar seguridad jurídica. Hacer cumplir con los derechos y garantías constitucionales.
El reparto de dinero o bienes anquilosa la pobreza, no la elimina. Los panes y los peces del milagro bíblico son maravillosos, pero tal milagro ocurrió una sola vez desde que el hombre está sobre la Tierra.
Es "políticamente correcto" hablar de distribución, de baratura, de ayuda al prójimo. Es muy lindo sí. Pero sin productividad, sin capitales, sin esfuerzo y sin dedicación es imposible progresar.
La dicotomía es bien clara. Los políticos buscan distribuir en general porque así se hacen populares y consiguen ser votados. Mientras los economistas postulan la producción y el esfuerzo para mejorar la calidad de vida. Como los abuelos y los padres, podría decirse. Los abuelos te miman, y los padres son los verdugos. Pero si los padres no producen, se esfuerzan y ponen límites, todo se acaba.
Supongo que no es complicado entender esto. Tenemos que volver a la cultura del trabajo, a la idea de que quienes te ofrecen leyes y normas donde todo es gratis, te están mintiendo. Están usándote.
El origen de la pobreza está en la base de estas reflexiones. Cuando Churchill prometía "sangre, sudor y lágrimas" estaba siendo muchísimo mejor político que quienes te prometen ayuda eterna con el dinero de los otros.
Ahí los tenemos a los chinos, a los japoneses, a los orientales en general, trabajando y produciendo a más no poder.
Cuando yo era pibe lo único que llegaba de Japón era la radio Spica, amigos míos. Y vean hoy lo que es Japón, incluso luego de la guerra y de las bombas atómicas que debió soportar por la cerrazón de Hirohito y sus compinches.
Tenemos que bajar a la realidad de una buena vez.
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