domingo, 6 de noviembre de 2016

LOS SORDOS

11 MESES DE GOBIERNO Preocupa el "diálogo de sordos" entre Macri y los que pueden crear empleo Mauricio Macri y el PRO prescindieron de preparar un plan económico porque no sólo subestimaron la herencia recibida sino que creyeron que a los empresarios les bastaría con Macri en la Casa Rosada para comenzar a invertir, crear empleo y así destrabar la estanflación. Sorprende lo rudimentario del pronóstico. Para comenzar, con esta presión tributaria no hay rentabilidad o la rentabilidad precisa de una tasa tan elevada que es incompatible con actividades lícitas. Luego, ni se resolvió el atraso de tipo de cambio ni se reconstruyó la pirámida de precios relativos y se incrementó el déficit fiscal, ¿por qué los empresarios tendrían que incrementar su riesgo argentino? De todo esto escribió Claudio Chiaruttini en el editorial dominical de su programa por la Concepto FM. Una Torre de Babel: sorprende que Mauricio Macri y sus empresarios conocidos hablen idiomas tan diferentes. por CLAUDIO M. CHIARUTTINI CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Lejos quedó la intención del Gobierno de Mauricio Macri de reducir el déficit fiscal como parte de un proceso de contención de la inflación, por lo menos eso es lo que se puede deducir luego de la larga lista de concesiones que tuvo que realizar la Casa Rosada a massistas y peronistas para lograr en la Cámara de Diputados una contundente votación a favor del Presupuesto 2017, su 1ra. planificación de ingresos y egresos “auténticamente PRO”, a nivel nacional. Desde que juró como Presidente de la Nación, Mauricio Macri, desafió en varias oportunidades al Congreso para que apruebe sus proyectos de Ley o Decretos de Necesidad y Urgencia; y en todos los casos, fondos, obras públicas, permisos para endeudarse o créditos han sido la mone da de cambio con los Gobernadores peronista para dar su voto favorable, mientras que con el massismo la concesión de cargos políticos o el apoyo a propuesta legislativas (como la Igualdad de Género), han sido los mecanismos elegidos para superar la debilidad del PRO en el Poder Legislativo. No son estrategias extrañas para Mauricio Macri y para el PRO, dado que en los 8 años que estuvo como Jefe de Gobierno porteño, nunca contó el macrismo con mayoría propia en la Legislatura local, pero logró hacer votar casi todos los proyectos de Ley presentados negociando o dividiendo a las fuerzas opositoras. Y el resultado de este comportamiento fue un deterioro fuerte de las cuentas públicas de la Ciudad de Buenos Aires. En los 8 años de Administración porteña de Mauricio Macri, hubo 6 constantes: ** incremento del endeudamiento, ** aumento de la presión fiscal, ** importantes obras públicas, ** contención de los intentos de las bancadas opositoras de unirse contra el macrismo, y ** una ausencia de planes de gestión articulados o ** con objetivos de mediano y largo plazo. Ese modelo parece que se vuelve a repetir, pero a nivel nacional. Tratar con Gobernadores, Intendentes y Legisladores opositores no tiene ningún secreto, todo es cuestión de hacer concesiones; pero el problema es el costo para llegar a acuerdos, más para un Gobierno que todavía debe ** salir de la recesión, ** bajar la inflación, ** sumar más inversiones, ** crear oportunidades de negocios e ** impulsar la creación de fuentes de trabajo. Y ninguno de esos objetivos se alcanzan espiralizando la suba del déficit fiscal o emitiendo deuda a una velocidad que asombra. Pero desde un punto de vista maquiavélico, Mauricio Macri está administrando el poder que recibió hace 11 meses, pese a la debilidad parlamentaria que le generó el resultado electoral, mientras que las fuerzas opositoras siguen desarticuladas, anárquicas y dispersas (aunque se unen para oponer o para demandar, tal como ocurrió las últimas semanas en el Congreso). Y todo por hablar de la forma que le gusta que le hablen al panperonismo: con dinero, obras y créditos. También el Gobierno ha conseguido encontrar un lenguaje para comunicarse con sindicalistas y colectivos sociales, gracias a lo cual, evitó el 1er. paro general a la gestión “Cambiemos”; y avanza en un acuerdo con los grupos kirchneristas o trotskistas que amenazaban con un “estallido social” para fin de año, para tener unas fiestas con paz social. No es muy diferente el código que tienen sindicalistas y colectivos sociales del panperonismo. Sus demandas son las mismas que usan gobernadores, intendentes y legisladores; lo que implica un estrés mayor para las desbaratadas cuentas públicas. Sin embargo, como “el fin justifica los medios”, aumentar el gasto público para tener “paz social” no debe parecer ilógico o erróneo para un Gobierno no peronista. Pero lo que sorprende a estas alturas es que el llamado “Gobierno de los CEOs” aún no encuentra una forma de “dialogar” con empresarios, industriales, banqueros e inversores. En forma muy esquemática, mientras el “Círculo Rojo” le habla de dinero (reducción de impuestos, baja de tasas, incentivos a la producción y el consumo, crédito subsidiado y levantamiento o imposición de barreras arancelarias), el Gobierno les responde con discursos de autoa yuda, donde abundan las palabras como “confianza”, “valentía”, “desafío” y otras virtudes que hacen más al espíritu que al bolsillo, al menos no aparecen en ningún diccionario de términos económicos, financieros o fiscales. Parece increíble que personas que fueron competidores o amigas hasta hace 11 meses hablen hoy idiomas tan diferentes. Cuando Juan Torello, jefe del gabinete de asesores y amigo de la infancia del Presidente de la Nación, sostiene que “deberían surgir nuevos empresarios, más audaces” y alienta una renovación de la cúpula empresarial, él está poniendo en otros la “culpa” de la falta de inversiones y creación de puestos de trabajo al sector privado, desligándose de cualquier responsabilidad que tenga el PRO en ese tema. Desde el 53º Coloquio de IDEA, pasando por el “Mini Davos”, el encuentro en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción, el J6 de la Unión Industrial Argentina (la agrupación de los “hijos del poder”), el almuerzo con Copal (la coordinadora de industrias alimentarias) y la jornada de análisis sobre el empresariado que se hizo en la Casa Rosada, se viene repitiendo el mismo esquema: los empresarios, industriales, banqueros o inversores expresan su apoyo al Gobierno Nacional y sugieren algunas de las medidas que se deberían tomar para alentar inversiones; y la respuesta del Presidente de la Nación o del funcionario de turno es una apelación a la confianza, la fe, el futuro. Se entabla así un diálogo de sordos. Donde los empresarios apoyan y prometen y el Gobierno baja un discurso de buena voluntad. No es una negociación entre CEOs, pero tampoco es un intercambio entre el sector privado y el poder de turno. Ambos esperan que el otro haga el mayor de los esfuerzos y sacrificios; per o como no lo hacen, llevamos 11 meses de anuncios de inversión, mientras los indicadores de producción se deterioran. Es curioso, pero a estas alturas, no hay una sola consultora que espera que siga la recesión el año que viene. Sin embargo, los ejes que tiene la esperanza de salir de la estanflación tienen más que ver con el exterior que con el manejo de variables macro por parte del Palacio de Hacienda o de la Casa Rosada. Parece la versión 2016 de la vieja frase de Eduardo Duhalde, esa que decía que “estamos condenados al éxito”. Es complejo salir de una recesión de 5 años con un Gobierno que no hace autocrítica y con una clase empresarial que no hace reclamos claros y contundentes. Se soslaya la discusión sobre el tipo de cambio. Se soslaya la discusión sobre el nivel de endeudamiento. Se soslaya la discusión sobre la política monetaria del Banco Cent ral. Se soslaya la falta de ajuste del Gasto Público. Se soslaya la discusión de una profunda reforma fiscal. Salvo alguna sorpresa de último momento, el Gobierno va a terminar su 1er. año de gestión logrando la aprobación del grueso de su Agenda Parlamentaria, sin sufrir un paro general y sin tener saqueos o alta conflictividad social. Sin embargo, habrá pasado 1 año sin que la parte de la elite económica que gobierna pueda encontrar un leguaje de consenso con la otra parte de la elite económica que no está en la Casa Rosada. El año pasado, el 1er. discurso al empresariado que hizo Mauricio Macri luego de jurar como Presidente de la Nación fue en la reunión anual de la Unión Industrial Argentina. En esa oportunidad, el Presidente de la Nación aseguró, con firmeza, casi como si fuera una amenaza: “Yo los conozco, sé quién es quién”. Sin embargo, el tiempo pasó y el Gobierno sigue espe rando un gesto del sector privado y el sector privado espera un plan económico y soluciones a problemas graves que siguen pendientes, un escenario inimaginable hace 12 meses. Es raro, pero cuando el Gobierno habla con los políticos se ubica en la posición de empresarios, pero cuando habla con empresarios, se ubica como político. ¿Es éste el “Estilo Macri” o es un problema de adaptación de un grupo de CEOs manejando el Poder Ejecutivo Nacional? La respuesta es incierta y, quizás, demande otro año para encontrarla. Hasta ahora, el Gobierno ha logrado “comprar” gobernabilidad cediendo a las demandas del panperonismo, de los gremios y de los grupos sociales; mientras que el ajuste se produce en el sector privado. Y aunque el Presupuesto 2017 sea aprobado en un par de semanas, Mauricio Macri seguirá enojado con el sector privado y los empresarios, banqueros e industriales comenzará de dejar de ocultar su desilusión con el PRO. En 12 meses, los permisos para la construcción cayeron 22%, los despachos de cemento bajaron 18%, las importaciones de bienes de capital perdieron 4%, 8% se retrajeron los créditos, la producción de acero mermó casi 28% y la confianza del consumidor retrocedió casi 20 puntos porcentuales. Seguir hablando de “brotes verdes” es un signo de esperanza extrema por parte de un economista ortodoxo. Ahora el Gobierno comienza a explicar que la emisión de US$ 42.500 millones de deuda es consecuencia de hacer frente a los pasivos inmensos que dejó el kirchnerismo. Cuando hubo que hablar de “herencia”, no lo hicieron. Ahora, es tarde. Para la opinión pública, según varios relevamientos serios, los problemas de hoy ya no pueden ser adjudicados al pasado. Uno de los tantos errores de comunicación que comienzan a pasar la factura al Gobierno de Mauricio Macri. Hasta ahora, era una necesidad para la Casa Rosada tener que hablar. Pero si no aparecen los mentados “brotes verdes” con fuerza y dinamismo, comunicar se torna una urgencia. Mauricio Macri no necesita bailar al ritmo de un tema de la fallecida cantante de cumbia Gilda o “chocar las colas” con el gobernador de Córdoba, Juan Carlos Schiaretti; él necesita encontrar consensos claros con el sector productivo. No más pulseadas, sino verdaderos acuerdos. El Consejo de la Producción y el Trabajo se reunió una sola vez y sirvió para que el Gobierno y los sindicatos les informaran a los empresarios que deberían pagar un bono de fin de año para que no fueran reabiertas las paritarias. Ahora, es tiempo que comenzar a hablar de producción, de inversiones, de creación de puestos de trabajo, de reforma fiscal. Es hora de comenzar a hacer lo que debería haber hecho hace 11 meses.

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